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BLUES DE LA FRONTERA

Romance de doña Inés y el rey Pedro

Romance de doña Inés y el rey Pedro

AAl príncipe Pedro El Justiciero no hubo quien le tosiera cuando, tras alzarse en armas contra su padre, Alfonso IV, se proclamó rey de Portugal, apoyado masivamente por un pueblo que, no obstante, debió de asistir, se supone que muy extrañado, a la escenificación de una de las primeras decisiones de su recién estrenado monarca: sentar a su vera, coronado, el cadáver de su amada Inés de Castro, que había sido enterrado cinco años antes y que, por lo tanto, debía presentar ya unos más que patentes síntomas de putrefacción.

Detrás de ese gesto hay una relato que muy bien pudiera habérsele ocurrido al mismísimo William Shakespeare como base argumental de una de sus obras teatrales, pero que sucedió en la realidad yque, visto con la distancia que nos atribuye el tiempo transcurrido, compone una de las más bellas y apasionantes historias de amor que jamás se han tejido, por muy siniestra que se nos figure su apariencia.

Doña Inés de Castro había nacido en el año 1320, hija natural del noble gallego Pedro Fernández de Castro, y de Aldonza Soares de Valladares, hermosa dama de origen portugués pero cuya familia estaba emparentada con la realeza castellana. Arriesgado resulta afirmar en qué momento comenzaron las relaciones íntimas entre Pedro e Inés. Cotejando con varios testimonios, se puede aventurar que el flechazo entre la gallega y el portugués fue inmediato; el secreto era conocido por todos, pero todos callaban. Pedro e Inés se amaban y nada ni nadie podía impedir ese amor.

Pero aquella relación turbaba a quienes calibraban con disgusto que la corona portuguesa podía ir a parar a manos castellanas, pues no olvidemos la procedencia de la familia de Inés. Castilla y Portugal habían firmado un pacto puntual, sí, pero eso no quería decir que hubiesen dejado de ser enemigos. Alfonso IV, así pues, tenía que evitar a toda costa la "legalización" de aquel concubinato y, para ello, decretó la ejecución de Inés, encargando la misión a tres "fieles caballeros" que han pasado a la posteridad por sus apellidos, Gonçalves, Coelho y Pacheco, quienes asesinaron a cuchillo a la princesa aquella fatídica fecha del 7 de enero de 1355; lo hicieron, además, en la residencia que compartían los amantes, en la legendaria Quinta de las Lágrimas, aprovechando que Pedro se encontraba ausente.

Pueden imaginarse la reacción de El Justiciero al conocer la noticia. El enfrentamiento con su padre ya no tendría vuelta atrás y, así, acaudilló él mismo todo un levantamiento popular que sumió a Portugal en una larga y sangrienta guerra civil que terminó poco antes de ser coronado tras la muerte de Alfonso IV en el año 1357. En 1360, mandó desenterrar el cadáver de Inés e hizo que nobles y plebeyos le rindiesen honores antes de volver a enterrarla definitivamente en el monasterio de Santa María de Alcobaça.

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