"El debate entre un hombre y una mujer es muy complicado. Si haces un abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista y que estás acorralando a una mujer indefensa". Las polémicas declaraciones realizadas el pasado viernes por Miguel Arias Cañete, candidato número uno del PP a las elecciones europeas, colorearon una campaña electoral hasta entonces casi invisible y le valieron un buen chorreo, por machista, de sus adversarios políticos. Cañete alardeó de estar más preparado que su rival, la candidata socialista Elena Valenciano, con quien horas antes había tenido un cara a cara en televisión. "Si debato con el señor Rubalcaba nos podemos decir todas las barbaridades, pero con una mujer se interpreta de otra manera", añadió el exministro de Agricultura. Cañete, abogado de profesión y el ministro mejor valorado del gabinete de Rajoy, se ve más preparado que Valenciano, política más fiel a la militancia que a los estudios. Ella no consiguió acabar ninguna carrera universitaria pero hizo carrera desde abajo: empezó de telefonista en el PSOE y subió hasta convertirse en la primera mujer en ocupar la vicesecretaría general.

Cañete y Valenciano, dos trayectorias muy distintas, pero convergentes en estos comicios europeos. Él, nacido en Madrid y ligado desde sus primeros años laborales a Andalucía, es diez años mayor que ella, que también nació en la capital pero que tira más hacia el Mediterráneo, hacia Altea (Alicante), donde tiene a su actual marido y a uno de sus dos hijos. Cañete presenta un historial académico más amplio. Casado con Micaela Domecq y Solís-Beaumont, hija de nobles y terratenientes, con la que tiene tres vástagos, estudió en los Jesuitas de Chamartín, un barrio acomodado al norte de la capital de España, y también en un famoso colegio privado de Dublín (Irlanda). Se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y, tres años después, sacó la oposición de abogado del Estado, puesto en el que trabajó durante cuatro años en la Delegación de Hacienda de Jerez de la Frontera (Cádiz). Antes de iniciar su carrera política en 1982, Cañete impartió tres años clase en la facultad de Derecho en la Universidad de Jerez.

Elena Valenciano tiene menos guiones académicos en su currículo. De familia acomodada, hija del médico Luis Valenciano Clavel, en su día subsecretario de Sanidad por la Unión de Centro Democrático (UCD), estudió en el Liceo Francés de Madrid, donde todavía estaba cuando se afilió a las Juventudes Socialistas de España. A los 18 años entró en la Universidad y se afilió al PSOE. Empezó la carrera de Derecho en la Complutense de Madrid y la dejó para intentarlo con Ciencias Políticas en la misma institución académica. Sin embargo, no finalizó ninguna de las dos. De la segunda le quedan dos asignaturas. "Me aburría y ahora me da pereza acabar", explicó alguna vez Valenciano, que prefirió volcarse en su militancia socialista.

En títulos no son comparables. En idiomas, en cambio, ahí se andan. Cañete habla cinco. Domina "perfectamente" inglés y francés, dice "defenderse" en alemán e italiano y asegura estar aprendiendo chino porque "es el futuro". Valenciano, cuidadosa y perfeccionista, presume en su perfil en la delegación socialista de Europa de saber cuatro idiomas: francés en un "nivel bilingüe", inglés en un "nivel alto" y portugués e italiano en "nivel conversación".

Políticamente, ambos son conocedores de las instituciones europeas, donde no coincidieron, porque Valenciano entró en el mismo año (1999) en el que salió Cañete. El candidato popular acumula trece años (1986-1999) como diputado en el Parlamento Europeo por nueve de actividad parlamentaria de la aspirante socialista (1999-2008).

Cañete, amante de los automóviles y habitual de las 24 horas de Le Mans, no es tan activo en las redes sociales como Valenciano, quien se confiesa enamorada del mar y declarada feminista, condición a la que da preferencia en su definición en la red social Twitter por encima de otros títulos. Las declaraciones de Cañete dieron donde le importaba a Valenciano. La supuesta superioridad intelectual del exministro no le sirvió para percatarse de que había entrado en el pantanoso terreno del machismo. Pronto intentó matizar sus palabras. Dijo que todo lo que había aprendido en Agricultura se lo enseñó una mujer (Loyola de Palacio) y que en el PP siempre habían creído en las mujeres. Tarde. El socialismo se le había echado encima.