El “astillero” de barcos en miniatura

La viguesa Smetalin fabrica desde el año 2000 maquetas de los buques encargados a las atarazanas españolas, incluidas las de Navantia: “Somos una auxiliar del naval más”

Adrián Amoedo

Adrián Amoedo

Vigo es uno de los epicentros de la industria naval no solo en España, también en toda Europa. A partir de la pesca, de las zonas de Beiramar y Teis salieron algunas de las unidades más icónicas que, con el paso de los años, dieron lugar a otro tipo de buques más grandes, sofisticados y con un mayor valor añadido. Aunque algunos se quedaron por el camino (como sucedió en los últimos años con las centenarias Hijos de J. Barreras o Factorías Vulcano), la ciudad sigue mostrando poderío en el sector con atarazanas como Freire, Armón, Cardama o Metalships, entre otros, junto a Nodosa en Marín. Sin embargo, lejos del mar hay otra empresa que acumula ya más de 20 años de historia y supera las 100 embarcaciones facturadas. Se trata de Smetalin, una firma situada en Castrelos especializada en realizar maquetas de buena parte de los barcos que se fabrican en España, incluidos los de Navantia, para su uso, entre otros, como ejemplo del propio producto, como regalos para las armadoras o para mostrar a potenciales clientes. Su última creación, a punto de la entrega, es el oceanográfico Falkor (Too), encargado por el exCEO de Google y realizado por Freire Shipyard. Y su responsable, Tomás Varela, lo tiene claro: “Nosotros somos una auxiliar del naval más”.

Smetalin nació a partir de un hobby. “Yo era muy aficionado desde pequeño”, explica Varela. Este vigués de 55 años, graduado social, empezó en 1996 con la “escuela de modelismo” en la histórica tienda Andén, en el centro de la ciudad, donde enseñaban este arte. De hecho, le gustaba tanto que se sacó un título de artesano de modelos o maquetas. “Pero lo mío fue un poco autodidacta”, explica Varela, que ya se desenvuelve con herramientas de 2D o 3D y que maneja software de diseño como el AutoCAD.

Aunque al principio el fuerte de Smetalin eran las representaciones a escala de edificios, el naval llamó a su puerta y acabó convirtiéndose en su fuerte. Y trabajaron con casi todos los astilleros, tanto con los desaparecidos Factoría Naval de Marín, MCíes, Vulcano o Barreras, hasta Freire, Metalships o Navantia, para la que realizaron su pieza más significativa hasta la fecha: una maqueta de un portaaviones facturado para la Armada de Australia.

El pequeño gran astillero vigués

Detalle del portaaviones. / Smetalin

Y al tratarse de una auxiliar, también le tocó vivir las crisis que afectaron a los astilleros como al resto. “Y vivimos más de una, claro”, comenta Varela. De hecho, vivieron la primera y la segunda –y última– de Vulcano, con el Villa de Teror (al día siguiente de la entrega entró en concurso); la de Factoría Naval la arrastraron “hasta hace 6 meses”; también MCíes, cuando estaban despegando en el sector, y por supuesto, aunque menos, la de Barreras. “Construimos la maqueta del Evrima [el crucero de The Ritz-Carlton Yacht Collection], pero no la pudimos entregar como estaba previsto, aunque finalmente encontramos un comprador”, señala.

El “New Polar”, entregado hace poco, y el “Evrima” detrás. |  // SMETALIN

El “New Polar”, entregado hace poco, y el “Evrima” detrás. / SMETALIN

Presente

Hoy Smetalin no arrastra ningún tipo de problema y, como indica su responsable, “aquello sirvió para aprender”. Junto a Enrique Dávila y con la colaboración de un trabajador externo, la firma sigue produciendo diferentes unidades cuyo precio oscila habitualmente entre 4.000 o 5.000 euros y los 10.000. “Aunque eso depende de la escala, del tipo de barco y, sobre todo, del nivel de detalle, las horas invertidas. Eso marca el precio”, comenta Varela, que reconoce que, aunque lo normal es tardar unos 3 meses, han llegado a “hacer maquetas en solo 20 días”.

El pequeño gran astillero vigués

Proceso de fabricación de una de las maquetas. / Smetalin

Para llegar a productos como el Falkor (Too), buque de 110 metros de eslora que Smetalin ha reproducido a escala 1:75, el vigués explica que “la postproducción es la clave”. También el tirar de ingenio. A veces, un juguete o un objeto cualquiera que podría estar en casa sirve para ayudar a completar parte del barco y darle un mayor realismo. “Al fin y al cabo es dar con la pieza adecuada”, explica.

La llegada de la impresión 3D aceleró el proceso de fabricación

En su taller, pasaron de trabajar principalmente con madera o fibra –“aquello era old school”– a incorporar tecnología como la impresión 3D –cuentan con seis máquinas– para añadir cada vez más realismo, como luces, automatismos o puentes con cristal que permiten ver su interior.

“La idea ahora es renovar la maquinaria e incorporar tres más grandes”, señala el maquetista tras haber producido más de un centenar de barcos. Con ello, y a partir de sus manos y de las de sus colaboradores, Smetalin continuará fabricando maquetas de los buques que salen de las gradas de las atarazanas españolas.

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