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La crisis de los chips alarga la entrega de un vehículo nuevo hasta los seis meses

Los concesionarios españoles siguen con su viacrucis particular en medio de la lenta recuperación de la economía tras el estallido de la pandemia. A la caída en el consumo y el flujo de visitantes a los centros de venta ante las restricciones, los confinamientos y la incertidumbre por el COVID, el sector se vio seriamente afectado por dos motivos: por un lado, la entrada en vigor del nuevo ciclo de homologación europeo de emisiones WLTP (Procedimiento Mundial Armonizado para el Ensayo de Vehículos Ligeros), que derrumbó las ventas a comienzos de año y hasta su moratoria; por otro, la escasez de los microchips que afecta a los fabricantes llegando incluso a parar fábricas y, por consiguiente, demorando la entrega de los vehículos. El agravamiento de la crisis de los semiconductores se está trasladando al sector, que en Vigo cifra medias de espera de entre 4 y 6 meses. “Faltan coches”, lamentan desde los concesionarios.

Los últimos datos de las matriculaciones en Galicia, del mes pasado, mostraban que en lo que va de año las ventas de vehículos cayeron casi un 10%, con especial reducción en los meses estivales: en julio, agosto y septiembre la debacle fue de un 30% o más. “Es una situación complicada, ya que estamos por detrás del ritmo de ventas de finales de 2020”, explica el gerente de Hyupersa, Sergi Sánchez.

Buena parte de culpa de que se estén dando estos malos datos la tiene la crisis de los microchips. El componente, clave para la fabricación de vehículos, escasea en todo el mundo debido a la pandemia y la fuerte demanda de productos electrónicos claves para sobrellevar los confinamientos, como son ordenadores, tablets o videoconsolas. Ante la falta de los chips las fábricas de todo el mundo se ven obligadas a realizar paros, como viene sucediendo en el caso de Stellantis Vigo, lo que en última estancia afecta a los concesionarios y clientes.

Si a mediados de año la espera para recibir un vehículo pedido a fábrica era de hasta cuatro meses, ahora eso es casi lo mínimo. “Depende de cada marca, pero en general entre cuatro y seis meses”, comenta el CEO del grupo Pérez Rumbao, Joaquín Pérez. A su juicio, “este último trimestre va a peor” y no se espera una mejora hasta “a partir abril”, como fijan las previsiones.

El jefe de ventas de Rodosa, Pablo Ogando, apunta también a esos “entre 4 y 6 meses” de demora y amplía el problema a “la escasez en general de materia prima”, en alusión a los problemas con el acero o el plástico, entre otros. “Dentro de cada marca hay modelos con retrasos mayores, pero más o menos tenemos ese plazo en todos los modelos”, indica. En el caso de Rodosa, tanto para Renault como para Dacia han lanzado un plan con un modelo, dos versiones y tres colores, para fijar un compromiso de entrega de 30 días. “Es nuestra apuesta”, apunta.

El responsable de Hyupersa, por su parte, explica que en el caso de la marca surcoreana Hyundai les han “garantizado disponibilidad de coches”. “Estas semanas estamos mejorando el stock y en nuestro caso estamos con una cierta normalidad”, comenta Sergi Sánchez, que aun así habla de “ciertos retrasos adicionales en algunos modelos”, con entre 1 y 4 meses, aunque “con fecha de entrega”.

De hecho, son las marcas asiáticas las que mejor aguantan el golpe, ante la cercanía a los principales productores. “Todos los que tienen plantas en Asia lo llevan mejor que los que las tienen en Europa”, señala. el CEO de Pérez Rumbao, que apunta que aquellos que tienen semiconductores “bajan los plazos de entrega a 3 meses”.

En lo que sí coinciden tanto Sánchez como Ogando y Pérez es en la falta de demanda en este tramo del año, con un septiembre y un octubre que “no están siendo buenos”. La previsión es que repunte antes del 1 de enero de 2022, momento en el que acaba la moratoria por el WLTP y los impuestos para la compra de ciertos vehículos aumentarán casi un 5%. “Esperamos que mejore a partir de noviembre”, explica Joaquín Pérez.

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