El anuncio del cierre de la térmica de Meirama es ya historia de Galicia. No se entiende el desarrollo económico y social de la región sin su papel de gran potencia eléctrica, gracias, sobre todo, a la capacidad de los embalses y la explotación del carbón. Para bien, porque algunas comarcas han vivido holgadamente por el empleo y los impuestos ligados a algunas centrales; y para mal, por las repercusiones, graves en algunos casos, sobre el entorno, tanto en los ríos como en los elevados niveles de gases de efecto invernadero. La clausura de la planta de Naturgy antes de julio de 2020 tras su decisión de aparcar definitivamente el proyecto de mejora necesario para adecuar sus emisiones de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas a los nuevos límites establecidos por la UE para las instalaciones industriales da el simbólico pistoletazo de salida a la carrera de la descarbonización en la comunidad. ¿Será esto el fin también de Galicia como un territorio claramente excedentario en electricidad? En absoluto. Meirama aporta alrededor del 10% de la producción eléctrica anual y ni en los años meteorológicamente malos para los saltos de agua y los parques eólicos por falta de lluvia y viento su hueco hubiera obligado a importar energía de otras autonomías o de Portugal.

Los datos son contundentes. En 2017, un año precisamente escasísimo en agua y tampoco muy generoso en viento, la generación eléctrica en Galicia alcanzó los 26.369 gigavatios (GWh). El consumo de hogares y empresas ascendió a 19.858 GWh. El resto, una cuarta parte de la producción (6.300 GWh) se exportó, según los últimos datos de Red Eléctrica de España (REE). Ese mismo ejercicio la térmica de Meirama alcanzó los 2.600 GWh, tal y como refleja el informe anual ambiental de la planta.

Y no fue un ejercicio muy diferente al resto. La cuota de la central de Naturgy en el concello coruñés de Cerceda es muy estable dentro del mix de generación eléctrica de Galicia. Osciló entre el 8% y el 11% en los últimos años, muy, muy por debajo del hasta 40% que se llegó a exportar en 2013, por ejemplo.

Esto también relativiza su papel de tecnología de respaldo. ¿Qué significa esto? Las renovables, especialmente la eólica, son mucho menos previsibles -dependen de que haya viento o agua- que el resto de fuentes energéticas a la hora de gestionar el sistema eléctrico nacional. En las térmicas o las nucleares basta casi solo con encender un botón para que empiecen a inyectar electricidad a la red.

Por eso para el cierre de Meirama junto a las otras dos térmicas de Naturgy en Asturias y Castilla y León se necesita, al igual que sucede con las plantas de carbón de Iberdrola, el informe de REE como operador del sistema eléctrico. En él también se sabrá cómo garantizar el abastecimiento de electricidad en el entorno de Meirama, alimentado por ahora con las líneas que salen de la térmica. No es casualidad que una de las iniciativas que Naturgy incluye en su plan de compensación de "alrededor de 80 millones de euros" en la zona sea la construcción de un gran parque eólico de 65 megavatios (MW).

El vacío de producción por el apagado de Meirama tiene, en todo caso, fecha de caducidad. La propia Xunta prevé que entren en funcionamiento entre 600 y 700 MW en parques eólicos en nada. Los aerogeneradores rondan unas 3.000 horas en funcionamiento. Meirama alcanzó las 5.00 en 2017. Teniendo en cuenta la producción, estos nuevos parques cubrirían ya prácticamente la mitad de la electricidad que dejará de aportar la central.

La solicitud de cierre volvió a dejar duras declaraciones del Gobierno gallego hacia Naturgy. Ayer fue el mismísimo presidente de la Xunta, que acusó, como hizo el conselleiro Francisco Conde el miércoles, de "incumplir" sus compromisos con Galicia. Feijóo también contestó al delegado del Gobierno, Javier Losada, que unas horas antes instó al Ejecutivo autonómico a "asumir sus competencias" y exigirle a la empresa que invierta. "La decisión es exclusiva de la empresa y el Gobierno", le recordó Feijóo.