El hombre que fue capaz de dominar el mar

Ángel Lemos de los Reyes vivió en A Estrada la última etapa de una vida de película. Vigués de nacimiento, este artista polifacético inspira ahora un documental dirigido por Xan Leira

El artista, en su estudio, con una de sus famosas marinas.

El artista, en su estudio, con una de sus famosas marinas. / Ana Cela

Ana Cela

Ana Cela

Acudí a aquella entrevista hecha un flan. Sabía que a aquel hombre acababan de darle un premio. Me había documentado para aquel encuentro todo lo rápido que había podido, pero no conseguía abarcar –mil vidas tuviese– toda su trayectoria artística y vital. Por aquel entonces yo sabía de periodismo más o menos lo que sabía de la vida: más bien poco a mis 20 años. Me esperaba aquella tarde en el Café Tertulia de A Estrada. Mi cometido era entrevistar a un pintor, pero Ángel Lemos de los Reyes se dibujó ante mí como alguien inmenso, con un amor profundo por el ser humano y una vida tan intensa que no le bastarían todos los lienzos del mundo para dar rienda suelta a su inspiración. Buscaba al artista y encontré a una de esas personas que cautivan cuando comienzan a hablar. Recuerdo haber vuelto a la Redacción con la cinta de mi grabadora –sí, cinta– con material suficiente para una novela. Por supuesto, mi artículo no le hizo la más mínima justicia pero –por suerte– detrás vinieron trabajos que se acercaron bastante más. Es el caso del escrito por el estradense Andrés Fernández Sanmartín para la Miscelánea del Museo do Pobo Estradense, una publicación que encendió los focos para el documental Ángel Lemos, a paixón creativa, bajo la dirección de Xan Leira.

“Tengo una sensación agridulce, porque me gustaría que lo que está sucediendo ahora lo pudiese ver él”, explica Natalia Lemos, una de los ocho hijos del artista, la primera de las chicas. Confiesa que, de algún modo, asumió como suya la responsabilidad de que la obra y la figura de su padre sean conocidas. “Cuando salió el artículo de Andrés Fernández –un trabajo muy meticuloso, perfecto– ya fue para mí como una tranquilidad. Pensé que así quedaba una biografía y una semblanza sobre él y eso me dejó tranquila. Ahora, con el documental que hace Xan ya se han recuperado audios y se va completando esa labor de recoger su experiencia vital”, apunta. Seguidamente, Natalia explica que la pretensión es que este trabajo no termine aquí y pueda hacerse en Vigo una exposición retrospectiva de Ángel Lemos de los Reyes.

El documental de Xan Leira promete. Tres son las localizaciones escogidas: Vigo, A Estrada y Buenos Aires. La pieza está producida por Memoria Documental de Galicia S.L, cuenta con un nutrido grupo de testigos y con la Diputación de Pontevedra, la Asociación Cultural Vagalumes y el Concello de A Estrada como entidades colaboradoras. Su cometido es mostrar en 50 minutos quién era Lemos de los Reyes y cuál fue su obra. Una empresa nada fácil.

Mil vidas en una

Ángel Casto Lemos de los Reyes nació en 1917 en Vigo y falleció en A Estrada en 2002. Su paso por el mundo describió una trayectoria “azarosa, rica y sorprendente” –palabras del equipo documentalista–, si bien su biografía e –incluso– su obra siguen siendo para muchos gallegos todavía algo desconocido. Pintor, actor, autor teatral, ceramista, poeta, maestro, escultor, decorador... Lemos era un hombre polifacético con una vida que, como la de muchos en su época, estuvo profundamente marcada por la Guerra Civil. Claro que él no era como muchos: fue movilizado para la contienda y se pasó al bando republicano; sufrió en cárceles y campos de concentración, después el exilio y la penuria, para terminar regresando a una tierra que ya no reconocía ni donde tampoco le reconocían.

Aquella entrevista motivada por un premio tomó derroteros muy distintos. Y es que a Ángel Lemos de los Reyes los reconocimientos no le importaban en demasía. Lo agradezco, pero esas cosas lo único que hacen es apartarme de los amigos, me dijo aquel julio de 2001. Mi vida es una excepción. Quizás fui siempre demasiado idealista. Empecé la Guerra Civil con Franco, pero ya tenía un juicio sobre él. Me decía: ‘yo por ti no pego un tiro’. Y así lo cumplí. Esto me costó estar condenado a muerte varias veces y me pasé la vida escapando, huyendo siempre. ¿A quién no le engancharía su historia? En los campos de concentración me decían que iba morir, que estaba en la lista. Yo me callaba, ¿qué iba a hacer?. Una noche me dijeron: ‘tú mañana no estás aquí vivo’. Me fui a la puerta. A la hora estaba en la calle. ¿Cómo? Pregúntale a Dios. Yo estaba en la calle. Más tarde me contó que la última vez que tuvo que escapar lo hizo como polizón, en un barco rumbo a Buenos Aires.

Ángel Lemos de los Reyes, en 
su estudio, con una de sus
famosas marinas.

Lemos, con su hija Natalia. / Fondo familiar

El artículo de Andrés Fernández –altamente recomendable, si me lo permiten– ofrece una visión amplia de la vida y la obra de un pintor especialmente conocido por sus fascinantes marinas. “Como buen vigués, Lemos amaba el mar y, gracias a su extraordinaria memoria visual, lo llevaba permanentemente consigo en su cabeza”, escribe Fernández Sanmartín. El número de exposiciones del artistas es extensísimo, como lo son las muestras de su talento en distintos ámbitos, aunque se conserve muy poco de cómo trabajaba el grabado sobre azulejo o sean escasos los ejemplos de escultura localizados, la mayoría conservados en la colección familiar.

El otro Lemos

“Era un artista en toda regla. Sé cuando tengo delante a un artista porque lo he tenido a él: es un compromiso profundo con lo que hacen. Es algo genuino. No es que solo se activen cuando hay quien mira. Es una dedicación plena”, relata Natalia Lemos. “Mi padre se levantaba a las ocho de la mañana y se ponía a pintar. Pintaba todos los días, solo dejaba el domingo por la tarde para pasear con la familia. Le gustaba escribir, tocar... Compuso alguna cosa, pero para él su manifestación artística era la pintura”, continúa. Sus palabras comienzan a hacer un esbozo, un retrato que se va definiendo a medida que habla. Es el del otro Lemos, ese que siempre lucirá en una galería privada. El del hombre. El del padre.

“Era una artista, pero era mi padre y era un padre presente, de los que te cortan el pelo y te dan biberones. Independientemente de que fuera artista y de que sea agradable que la gente te diga cosas buenas de él”, dice su hija. La pintura era su principal forma de expresión y la música lo que le ayudaba a relajarse. “Tocaba la guitarra, el piano... Hemos vivido en pisos pequeños y nos torturaba”, bromea Natalia. “Le compramos unos auriculares de esos para que solo él escuchase su música pero le daban dolor de cabeza y, al final, aprendimos a focalizarnos en la tele con su música de fondo”, continúa. “Era como si fuese atemporal. Nuestra vida no podía ser monótona. Él nunca fue viejo. El último año, cuando estuvo postrado en cama, le ganaba pulsos a mi hermano”, comparte. Confiesa que cuando Lemos le dijo adiós para siempre le costó mucho tiempo levantar cabeza. “Era como un motor que se había parado”, explica.

De la mano de Xan Leira, el motor se pone de nuevo en marcha, esta vez para que todos puedan descubrir o recordar al artista y al hombre. El legado de Ángel Lemos de los Reyes es muy grande. Y todavía más valioso. Las voces de familiares, alumnos, historiadores, fotógrafos y muchos otros contribuirán a revivirlo y a volverlo inmortal.

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