La población extranjera se triplica en dos décadas y compensa la sangría demográfica

De menos de un millar de foráneos se pasó a 3.111 y este registro se incrementó en todos los concellos | Las comarcas perdieron 12.276 habitantes durante los últimos veinte años

Clases de Carabelo, ayer, en las que participó un ciudadano senegalés para perfeccionar su castellano.  | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Clases de Carabelo, ayer, en las que participó un ciudadano senegalés para perfeccionar su castellano. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN / alfonso loño

Hace dos décadas la población de los nueve municipios de las comarcas rozaba los 81.000 habitantes y el último dato oficial sitúa este censo en 68.718 personas. Este balance ejemplifica un fenómeno que no es exclusivo de Deza y Tabeirós-Montes sino que la sangría demográfica afecta a buena parte del territorio gallego y del que no se escapan incluso algunas de sus principales urbes. Mientras los padrones municipales absolutos cayeron un 15%, el peso de la población extranjera en los mismos se incrementó en la última década un 235%; es decir, más del triple.

Veinte años atrás los registros oficiales determinaban que en las dos comarcas había exactamente 929 ciudadanos procedentes de otros países, dato en el que se excluye a aquellos que tras años de estancia consiguieron la nacionalidad española. Ahora la cifra se eleva hasta los 3.111 y el aumento de la población migrante es común en todos los ayuntamientos del área.

Ahora veremos cómo ha evolucionado el asentamiento de personas procedentes de otros países en los distintos ayuntamientos. Lalín es el más acogedor, con 1.616 extranjeros, dato que está muy por encima de los 353 que residían en esta localidad veinte años atrás. Mientras su padrón total se redujo un 1,2%, el de los extranjeros se disparó un 358 por ciento. Silleda, el segundo concello con mayor peso de población foránea per capita de las comarcas, contaba con 199 ciudadanos de otros países y ahora son 542. Mientras su censo cayó en 239 personas, el de extranjeros subió en 343.

Vila de Cruces es uno de los territorios más afectados por la crisis demográfica y en estas dos décadas su padrón bajo de 7.004 a 5.063 vecinos, dato que contrasta con la subida de 199 a 542 forasteros. Rodeiro y Agolada sufrieron en ambos casos una idéntica caída del 45 de su padrón, situándose en 2.317 y 2.252 habitantes totales. Pero su número de vecinos llegados de otros países pasó de una quincena a 82 en Rodeiro y también de 15 a 48 en la localidad vecina. En Dozón había cuatro extranjeros, que ahora son 11, dentro de un padrón que se redujo más de la mitad, desde 2.095 a 1.028 personas.

A Estrada roza el medio millar de oriundos de otros países (498) frente a los 224 de hace veinte años. Si en 2002 su padrón ascendía a 22.125 individuos el último dato oficial apunta que son 20.106. Forcarei duplicó en este período su población extranjera, de 26 a 52, dato que contrasta con un censo absoluto que se recortó de 4.802 a 3.194 personas. En Cerdedo-Cotobade viven 131 ciudadanos extranjeros, más del triple que los 32 que había en ambos municipios cuando todavía no se habían fusionado. Este concello tampoco escapa a la regresión demográfica y sus 5.697 vecinos actuales están muy por debajo de los 7.063 que contabilizaba hace veinte años.

Carabelo presta apoyo escolar a 70 niños en Lalín

El colectivo solidario Carabelo de Lalín cumple este año una década de trabajo a favor de la integración social de familias y menores que recalaron en la capital dezana procedentes del extranjero. En las instalaciones cedidas por el Concello, en la calle Nuno Eanes de Cercio, en torno a una quincena de sus 24 voluntarios presta apoyo escolar a 70 niños, en su mayor parte argelinos, marroquíes y sudamericanos. Eva Pol, representante de la asociación, explica que no son capaces de atender toda la demanda y por eso actualmente hay siete menores en lista de espera. En estas aulas niños de entre 6 y 17 años de edad reciben ayuda para estudiar o hacer las tareas diarias del colegio gracias a la colaboración de vecinos que ejercen de profesores y les echan una mano en sus estudios. Todas las mañanas, indica Pol, un grupo de mujeres recoge pan y fruta donada por negocios de la localidad y preparan la merienda para los pequeños. Antes de la pandemia sanitaria Carabelo también atendía en sus clases de apoyo a matriculados en Infantil, pero las restricciones establecidas los forzaron a prescindir de este segmento de escolares, algo que también sucedió con los de primero de Primaria, que, sin embargo, se incorporaron de nuevo este curso.

Biblioteca con 2.000 libros

Su sede acoge una biblioteca con más de 2.000 volúmenes. La labor de voluntariado se complementa con otras actividades como sesiones de costura para los progenitores y otras puntuales como mercadillos solidarios, pues todos los recursos que lleguen son bienvenidos ya que se trata de una entidad que sale adelante gracias al compromiso y el tiempo que dona el voluntariado. La voluntaria de Carabelo se muestra orgullosa de la labor de este colectivo, que ejemplifica en casos como el de una niña que empezó hace años con clases de apoyo y ahora ya consiguió un empleo en la empresa GSI. Más complicado es el acceso al mercado laboral de los adultos que, aduce Pol, en casos llegan sin permiso de trabajo y pasan meses subsistiendo gracias a entidades solidarias o administraciones. La inserción social de los que llevan más tiempo en Lalín es muy positiva, “pero esto es un flujo constante de gente”, dice, en relación a la cantidad de extranjeros que desde hace años recalan en el municipio.

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