Por quién lloran las sirenas
Multitudinaria despedida a Manuel Silva Cordo en A Estrada, arropado por múltiples efectivos de atención a las emergencias, representantes institucionales y ciudadanos

El último adiós al bombero Manuel Silva Cordo / Bernabé / Javier Lalín
Querido Manu: Hoy va a ser la última vez que te escriba. No volveremos a intercambiar un whatsapp ni un mensaje de felicitación. No volveremos a estar un rato largo colgados al teléfono, comenzando por hablar de algún suceso y terminando por comentar la vida. Quiero pedirte perdón, Manu. Sé que no te gustaría nada de todo esto; odiarías que todo el mundo estuviese pendiente de ti. Pero aquí estamos. ¿Quiénes? Pues un montón de gente, amigo. Es lo que tiene cuando se va alguien verdaderamente grande, que la tristeza salpica y no deja a nadie seco.
Te cuento. Justo así empezarías tú. Pues déjame que hoy te cuente yo. Han llovido infinidad de mensajes. Ni te imaginas cuántos. Tu muerte ha desatado una auténtica oleada de conmoción y condolencias. Han sido muchísimas las personas que han querido tener unas últimas palabras para ti, todas ellas cargadas de un cariño y un respeto inmenso. La palabra “compañero”, esa que tú usabas tanto, no ha dejado de teclearse desde multitud de lugares.
Los tuyos han estado a la altura, te lo garantizo. Son innumerables las agrupaciones de bomberos, protección civil, ambulancias, fuerzas de seguridad y todo tipo de trabajadores del mundo de las emergencias –en activo o ya desde otros ámbitos– que han querido brindarte un último aplauso por tu intachable hoja de servicio. Te llevas en ella una matrícula de honor. Sí, señor. Que se note lo mucho que te esforzaste en mantenerte siempre activo y en proceso de formación continua.

El coche fúnebre estuvo acompañado de todo tipo de vehículos de emergencias. / Bernabé / Javier Lalín
Tu falta ha llenado de crespones negros la portada de muchas páginas web y muros de Facebook. Nos has dejado a todos inmersos en un mar de incredulidad, sorpresa y pena. Y así cuesta nadar. Demasiado lastre. Hasta las sirenas te lloran, Manu. Las primeras en hacerlo fueron las del parque intercomarcal de Bomberos de Silleda, donde tus compañeros han querido recordarte con silencio, pero también con ese sonido tan propio de vuestro día a día. También los de la Axencia Galega de Emerxencias (Axega) testimoniaron su pesar, con sus vehículos y sus palabras. “Gracias, amigo, por tu dedicación y compromiso en la gestión de las emergencias”, te han dicho.

N.A.
También en el servicio Emerxencias de A Estrada, del que fuiste integrante, te definen como un “excelente profesional que deja un gran hueco en el mundo de las emergencias en nuestra comunidad”. Te han escrito de la Academia Galega de Seguridade Pública (Agasp), del Club de Atletismo, del Club de Natación e Salvamento, de agrupaciones de tantos sitios que no las cito por no dejarme a nadie atrás, pero de toda la geografía gallega e incluso de comunidades vecinas.
Último adiós
Muchas de estas personas estuvieron en tu último adiós. Llegaste a la iglesia parroquial de San Paio en un cortejo nunca visto, seguido por todo tipo de equipos de emergencia, desde camiones a ambulancias, del servicio estradense o de la Axega, por ejemplo. Ni que decir tiene que la iglesia estaba llena y que no faltaron autoridades como el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, el alcalde, José López Campos, el delegado territorial de la Xunta en Pontevedra, Luis López, el alcalde de Lalín, José Crespo, representantes de la Diputación, la Agasp, la Axega y un larguísimo etcétera. Cinco sacerdotes oficiaron tu funeral y el párroco, José Antonio Ortigueira, subrayó lo que todos dicen de ti: que eras una persona volcada en los demás.
“Conocí y aprecié a Manu. Siempre con una sonrisa, siempre dispuesto a ayudar, siempre entusiasmado con su profesión. Muy grande. Descansa en paz”, dijo Rueda. “Es una pérdida de las difíciles de llenar, tanto a nivel personal como a nivel profesional. Era una persona que siempre tenía herramientas para ayudar a los demás. Su vida fue entregada a ayudar a resolver problemas a todos y se volcó tanto, tanto que las muestras de cariño y respeto fueron por miles”, me dijo José López. “Es una pérdida muy grande. Él lo primero que te decía es ¿te puedo ayudar en algo? ¿Necesitas alguna cosa?”, recordó con emoción.
Eso lo ha destacado todo el mundo. Tu entrega, tu compañerismo, que eras “un gran profesional y gran persona”, que siempre estabas dispuesto “a ayudar y a enseñar”, que tu trabajo era “tu pasión” y que nunca perdías la sonrisa. Han dicho de ti que has sido “un compañero irrepetible”, al que todos recurrían buscando consejo formativo y profesional. Vamos, que era un gusto trabajar a tu lado. Que era genial tenerte.
Tus compañeros del parque te han sacado a hombros de la iglesia, mientras otros muchos te hacían un pasillo de honor. En Ouzande te despidieron los más íntimos, como debía ser. Las sirenas lloraron ayer por ti, Manu. Será difícil contener el llanto cada vez que vuelvan a escucharse.
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