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El otro milagro de la vaca Lola

La frisona de Bascuas rescatada junto al río Deza alumbra una cría antes de tiempo y sus dueños la bautizan como Milagritos

Milagritos, en su cuadra de Bascuas.

Fue un milagro que naciera bien después de todo lo que pasó su madre: una espantada nocturna que la dejó a cinco kilómetros de su casa de Bascuas, metida en el río Deza y sin poder salir de su orilla durante cinco largos días de noviembre. Por eso, la hija de Lola no podía tener otro nombre: Milagritos.

A las cuatro de la madrugada del pasado domingo venía al mundo la ternera más esperada por la familia Vilariño Barcala: la hija de Lola, la vaca que les hizo famosos a su pesar durante cinco angustiosas jornadas de noviembre. Si a la madre la bautizaron los medios de comunicación –antes era 8375, los cuatro últimos números de su crotal–, a la cría le pusieron nombre sus dueños, y no podía ser otro que Milagritos. “Porque fue un milagro que naciera bien después de todo el estrés que vivió su madre”, afirma Marina Vilariño Barcala, hija de los propietarios de la explotación.

Lola no pierde detalle de su cría.

Tras sobrevivir milagrosamente a la corriente del río Deza, al que se precipitó con dos colegas después de una alocada huida nocturna de su finca –quizás ahuyentadas por el lobo u otro animal salvaje–, a Lola no le quedaron fuerzas para escalar la pared de roca que la separaba de la ansiada vuelta a casa. Así que pasó cinco noches al raso en el fondo de un cañón que forma el Deza a su paso por Vilanova –en la también parroquia cruceña de Camanzo–, hasta que las excavadoras hicieron su trabajo y pudo ser rescatada el martes 16 de noviembre. Ese día ya durmió en una cama de paja en su granja del lugar de Igrexa, en Bascuas, con los atentos cuidados de sus propietarios.

Estuvo un tiempo apartada del resto de novillas para recuperarse de la neumonía que le produjo el estrés y de la desviación de abomaso y la inflamación de sus patas. De hecho, aquel episodio probablemente le adelantó un parto que no debía producirse hasta dentro de unos diez o quince días. “Ya contábamos con ello, porque la vaca hacía ubre”, señala Marina. Pero todo salió bien y ni siquiera hizo falta la intervención del veterinario. Y eso que Lola, de algo más de dos años, es primeriza, con la complicación añadida que siempre supone en un parto. Milagritos es, pues, su primogénita y su futuro pasa por la explotación que la vio nacer. “La vamos a criar, desde luego”, confiesa, sin ninguna duda, la hija de los dueños. Es fruto de una semilla sexada de alta genética frisona, pero, sobre todo, es un milagro más de Lola.

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