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A Lola ya le brillan los ojos

“Está rumiando y eso es que está bien”, resume la dueña de la vaca rescatada

María Barcala acaricia a su vaca “8375”, ahora bautizada como “Lola”, ayer, en su granja. Bernabé/Javier Lalín

Tras cinco noches durmiendo al raso y con el miedo aún en el cuerpo de haber sobrevivido a la corriente del río Deza, Lola pasó su primera noche al abrigo de su granja de Bascuas. Le dieron de comer una mezcla de silo de maíz y de hierba con pienso, además de la siempre digestiva hierba seca, y le hicieron una cama de paja para que “fortalezca bien las patas”, indica su dueña, María Barcala. En principio, estará una semana apartada de sus colegas de parcela, “para que no ande ajetreada, y después volverá a la vida normal”. “No es plan meterla entre las otras, porque puede llevar un golpe y no sería bueno para su recuperación”, relata la hija de los dueños, Marina Vilariño.

En la explotación que sus padres tienen en el lugar de Igrexa ya se respiraba ayer cierta normalidad. “Hoy por lo menos tengo tiempo de cuidar a mi padre, que tiene 94 años y estos días, con tanta movida, estaba un poco descontrolado”, declaraba María Barcala, “muy contenta” de haber recuperado a la novilla que, hasta hace una semana, conocían como 8375 –cuatro últimos números de su crotal– y que la fama ha rebautizado como Lola. “Ahora está rumiando, y cuando rumian es que están bien, y también cuando le brillan los ojos. Está de pie, con las patas lastimadas y bastante más delgada. Pero pienso que se va a recuperar. Comer, come bien, y beber, también bien”, resume su dueña.

La vaca Lola, liberada al fin

La vaca Lola, liberada al fin Bernabé/Javier Lalín

Neumonía por estrés

En efecto, Lola está bien, tiene neumonía y magulladuras en las patas, pero se recuperará con los cuidados de sus dueños y de los veterinarios de Cobideza. A diferencia de lo que pueda pensarse, la enfermedad no le habría sobrevenido por el tiempo que pasó en el agua o a la intemperie. “Estos animales aguantan muy bien el frío”, explica Marcos Ferreiró, veterinario de la cooperativa, que señala que la neumonía “seguramente le fue provocada por el estrés, el miedo y el bajón de defensas”. Son algunos de los desencadenantes de una infección a la que las vacas “son muy propensas, mucho más que los humanos”, explica el profesional veterinario. Pero también suelen recuperarse antes, con un tratamiento de dos o tres días. “No suele ser mortal, ni mucho menos”, apostilla.

Las dos compañeras de correrías de Lola ya están reintegradas al grupo de las otras novillas preñadas de su edad. Y es que en esta explotación realizan un gran manejo del ganado, como corrobora su veterinario, y mantienen a las primerizas apartadas de las vacas de leche. Una vez que quedan preñadas las colocan a todas juntas, entre otras razones, porque “su alimentación no es la misma”. Ni los dueños ni los profesionales sanitarios temen que ninguna de las tres reses vaya a abortar por el estrés padecido.

A Lola le quedan unos días de recuperación antes de volver con su rebaño, pero ahora a sus dueños les preocupa su seguridad. “No sé si podremos volver a dejarlas fuera, como llevábamos haciendo desde hace veinte años”, declara María, pues la estampida que terminó con tres de sus novillas en el río Deza a la altura de Vilanova (Camanzo), a unos cinco kilómetros de su casa, no era la primera. Dos días antes, el martes 9, ya tuvieron que ir a Camanzo a las tres de la mañana a recoger las vacas que se habían escapado de la finca, protegida con un pastor eléctrico. “No sé si fueron jabalíes, el lobo, corzos...”, manifiesta la mujer. Hace un año le sucedió a una vecina de la otra punta de la parroquia, cuyas reses “llegaron hasta aquí y se mezclaron con las nuestras y estuvimos juntándolas de noche”.

“El ecosistema está descontrolado”, opina María Barcala. A los animales salvajes “les quitamos los cadáveres de los montes y ellos bajan hasta las casas”. Así, asegura que tienen que tener los gallineros “totalmente herméticos” para evitar que las ginetas entren a degüello. “O las garzas del río, que ya le comieron los peces rojos que tenía un vecino en un estanque y el otro día estaba una en el nuestro”, cuenta la ganadera, mientras por el rabillo del ojo ve el brillo en el de Lola.

Tareas de reanimación de la novilla, el sábado. | // LUIS TABOADA

“Pusieron su vida en peligro por ayudarnos. Nunca se lo pagaremos”

Marina Vilariño habla por boca de toda su familia al afirmar que, después de cinco días de “mucha saturación e impotencia”, ahora ya están “más tranquilos”. Eso sí, reiteran por enésima vez su agradecimiento a todos los que estuvieron a su lado. “Ahora, ya en frío, te pones a pensar qué hubiera pasado si una persona se cae al río o por el barranco, que era de noche y no se veía nada... Pusieron su vida en peligro por ayudarnos. Eso nunca lo podremos pagar”, valora. En Bascuas son pocos, pero bien avenidos. “Toda la vida fue una aldea muy unida, da igual con los chavales de 15 años como con los de 70”, subraya.

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