Si la llegada de una pandemia no fue capaz de parar la celebración de la malla, menos lo iban a conseguir un par de nubes grises. Como todos los años, agosto tiene una cita reservada en el calendario para esta fiesta tradicional que se celebra en Codeseda, en la parroquia lalinense de Doade. Después de 21 años, los vecinos y vecinas del lugar han vuelto ha reunirse para llevar a cabo la malla, una actividad enmarcada dentro del proceso de elaboración del pan y que consiste en agitar el cereal para separar la paja del grano. Tal y como lo ponen en marcha ahora, era un trabajo vecinal que, además, también era motivo de fiesta, bullicio y jolgorio.

Aunque en otras circunstancias se habrían trasladado a la zona más de un millar de personas, la jornada de ayer no contó con la presencia de público, salvo unos cuantos curiosos que se acercaron a observar tras los muros de piedra de la finca. De los más de 70 participantes, se reunieron ayer unos 50 vecinos y vecinas, que tuvieron que anotarse previamente debido al protocolo de seguridad y que sin su apoyo incondicional la malla no sería lo que es hoy.

Exposición de maquinaria. | // BERNABÉ/ANA AGRA

El museo etnográfico Casa do Patrón no decepcionó y organizó una edición más a pesar de las dificultades evidentes. Además de no permitir la entrada de público, también se suprimieron la posterior comida y las actividades por la tarde, aunando toda la programación en la mañana. Aún así, el evento se pudo seguir vía streaming a través de las redes sociales del museo y narrado por el edil de Agricultura, Avelino Souto.

Sin público pero con ganas

A pesar de las limitaciones que ha sufrido la celebración, los vecinos y vecinas que acudieron a la malla mostraban su alegría por poder continuar con la tradición. Desde los más jóvenes hasta los más veteranos acudieron a la cita, que comenzaba a las 11.00 horas con la exposición de motores, aventadoras maquinaria con la presencia del amante confeso de estas reliquias del siglo XX, Maximino Míguez. Posteriormente comenzó la malla y, como es habitual, se repasaron cronológicamente todas sus modalidades. Las mujeres se apuraban a trasladar y colocar los mollos para batirlos contra las piedras (á pedra), mientras los hombres fueron los encargados de realizar la malla con males para posteriormente dar paso a la malladoira manual y terminar ya con los motores tradicionales y el tractor.

Colocación de los mollos antes de comenzar la malla. // BERNABÉ/ANA AGRA

Finalizadas las labores, se entregaron los premios a los mejores vestidos de época –que recalaron en Maximino Míguez y Yolanda Pereiro– y se llevaron a cabo las actuaciones del grupo de gaitas Os Trasnos de Doade y de Acordeóns de Lalín. De esta manera cerraba su décima segunda edición la Festa da Malla Tradicional, a la espera de recibir pronto el reconocimiento de Festa de Interese Turístico de Galicia.