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Brotes verdes en pleno páramo demográfico

Tres casas de Costela recobran vida de la mano de ciudadanos rumanos y una familia con niños insufla esperanza en A Cruz

Mircia y Daniel, ayer, delante de la Torre de Costela, aldea en la que residen. | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

Margaride es una de las parroquias más pequeñas de Trasdeza en extensión, pero dispone de una serie de atractivos que invitan no ya a visitarla, sino a quedarse a vivir en ella. Dista apenas tres kilómetros del núcleo urbano de Silleda y 38 de la Praza do Obradoiro de Santiago, como refleja el mojón de la Vía de la Plata. Su aldea de Costela está formada por un conjunto de edificaciones nobles, entre las que resalta la torre del siglo XV, único ejemplar gótico de transición en la arquitectura civil del municipio; la que fue cuna y taller del “pintor más internacional con alma gallega”, Manuel Colmeiro (1901-1999); o el veterano establecimiento de turismo rural Casa Méndez.

De todas estas maravillas gozan cada día sus 26 habitantes, según el último censo oficial del INE, a 1 de enero de 2020; son cinco más de los que tenía un año antes, lo que supone un crecimiento del 23%. Buena parte de culpa de este incremento la tienen tres familias que han alquilado otras tantas casas en Costela, incluida la que alberga la majestuosa torre gótica. Es el hogar de Daniel Vancu Andrei, un rumano de 32 años que llegó hace catorce años a Silleda de la mano de su hermana, afincada en Vila de Cruces. Tras pasar una década viviendo en un piso en la capital trasdezana, decidió trasladarse a la aldea, en donde reside con su novia.

“Me gusta más la aldea que el piso. Aquí puedes tener animales, como gallinas, pollos, perros...”, señala este inmigrante, que trabaja desde hace catorce años en una explotación avícola de Escuadro. Durante el confinamiento, su rutina era “de casa al trabajo y del trabajo a encerrarse en casa”, pero al menos gozó de las ventajas de poder salir a la era o asomar por la ventana y respirar aire fresco sin darse de bruces con una pared de hormigón. Quizás porque él mismo se crió en el rural en Rumanía, pero lo cierto es que Daniel lo tiene clarísimo: “Para mi, la aldea es sagrada”, sentencia.

Sus vecinos más cercanos son dos compatriotas que actualmente residen solos. Con ellos comparte, además de casera, momentos libres en el día a día. Ambos son empleados de firmas madereras, aunque uno lleva un tiempo de baja. Se llama Mircia y llegó a Costela procedente de A Coruña, mientras que el tercer inquilino se trasladó desde Silleda, igual que Daniel. Este último asegura que la convivencia con los residentes en la aldea es buena, aunque no suelen alternar mucho. “Nos llevamos bien con todos los vecinos, nos saludamos cuando nos cruzamos por el camino, pero tampoco tenemos mucha relación”, señala el inmigrante, a quien no le importaría echar raíces en la aldea que ya se ha convertido en su hogar y formar allí una familia.

Katyuska y su hija, ayer, en el acceso a su aldea de A Cruz (Chapa). | // BERNABÉ/JAVIER LALÍN

A Cruz es una de las cinco aldeas que conforman la parroquia de Chapa y tiene 35 habitantes, tras ganar seis en un año y quedar a solo uno de la más poblada, Cornado. El asentamiento en el lugar de la familia de Katyuska Álvarez Contreras ha sido el grano de arena más grande para este crecimiento demográfico del 20%. Son cinco miembros de su familia –tres adultos, una niña y un bebé– los empadronados en A Cruz procedentes de A Calzada, en la misma parroquia. La suya es una familia de trabajadores nómadas que, tras recorrer medio mundo, ha elegido Trasdeza como hogar.

Katyuska Álvarez nació en Venezuela y, como el resto de su núcleo familiar, tiene doble nacionalidad. Su llegada a tierras silledenses se produjo hace diez años. Se establecieron en A Bandeira procedentes de Portugal, en donde estuvo trabajando su progenitor antes de jubilarse. “Mi padre buscó una casa con finca por internet y salió una en Andamollo (Manduas)”, explica Katy, que aterrizaría en estas latitudes un tiempo después de que lo hicieran sus progenitores y sus hermanos, él a medio camino entre Chapa y Cataluña y ella con estancias en París. Katyuska regenta actualmente el Bodegón Trujillo, en Silleda.

Igual que Costela y A Cruz, otros lugares del rural trasdezano han visto florecer brotes verdes para conferir esperanza al páramo demográfico en que se está convirtiendo buena parte del interior de Galicia. Por ejemplo, Igrexa (Moalde), que pasa de 11 a 15 vecinos en un año; Gamil, en la misma Margaride, que se apunta tres y llega a la docena; o Río (Xestoso), al pasar de cuatro a seis empadronados.

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