La mayoría de los gallegos, también los que residen en las áreas más rurales, nunca han visto un lobo en su vida. ¿La decisión de incluir a este animal en el Listado de Especies en Régimen de Protección General y, por tanto, deje de ser una especie cinegética, supone un problema? Para los ganaderos, sin duda, sí. Se posicionan junto a Xunta y sindicatos agrarios y entiende que la absoluta protección a cánido salvaje les ocasionará un perjuicio a un sector en una perenne crisis por los ataques a su cabaña ganadera.
“Nunca me voy a cama sin ir a ver a los animales por si pasó algo”
Organizaciones como Unións Agrarias estiman en cerca de 4.000 las cabezas de ganado al año que el lobo mata en el territorio gallego, pero, a su juicio, solamente el 60% figura en los registros oficiales. No obstante, los registros oficiales de la Xunta concluyen que en 2019 se registraron 1.396 avisos, con 2.321 reses –441 caballos, 957 ovejas, 216 cabras y 707 vacas– afectadas. En la provincia hubo 124 alertas y 243 animales víctimas de ataques.
Esta cuestión la atribuye a las dificultades que tienen los afectados para justificar los ataques pues, si no existe una constancia física del mismo, la administración “niega las ayudas”. Galicia, Asturias y Cantabria se han aliado para recurrir el pacto nacional que prohíbe la caza del lobo ibérico en su territorio, donde se concentran casi ocho de cada diez animales de esta especie.
En un territorio donde el vacuno de leche en mayor medida, pero también el de carne tienen un notable peso en la economía, los ganaderos consultados se muestran contrarios a que se deje de matar el lobo por el perjuicio que les ocasiona a su cabaña. Juan Carlos Quintela Carreira es un ganadero de la parroquia lalinense de Camposancos y gestiona una explotación en extensivo de 40 vacas y dos bueyes.
“Hace dos años el lobo me mató siete terneros, pero no soy el único afectado en esta zona porque a un vecino le mató tres y cinco a otro”
A su juicio, la administración tiene que tomar medidas para controlar los daños de esta especie “porque entre unas cosas y otras nos están llevando a la ruina”. Carlos afirma que como productor de carne, la pérdida de un ternero implica dos años de pérdidas económicas hasta que la madre pare otra vez y la cría tiene la edad suficiente para ser colocada en el mercado.
“No tengo nada contra el lobo, pero si a mí me obligan a tener un seguro para mis animales por si ocasionan un daño y les tengo que dar de comer todo el año, que hagan lo mismo”, añade. Es favorable a la continuidad de las batidas para controlar la proliferación de este cánido y se pregunta “si tanto se habla del bienestar animal, por qué no se dice nada de las vacas que sufren ataques; porque las comen vivas”, aduce.
También cuestiona las cuantías que abona la Xunta por pérdida de animal y pone como ejemplo los 218 euros que cobró por cada uno de dos terneros que le mataron los lobos tiempo atrás, cuando su precio de mercado rondaba los 500. “No soy capaz de irme para cama cada día sin ir a ver a los animales por si pasó algo”, señala. Este ganadero lalinense asegura que en la zona de Camposancos es fácil ver lobos y recuerda que recientemente se cruzó con dos ejemplares cerca de donde tiene una finca para el ganado.
Carlos Daparte gestiona una granja de frisonas en el lugar de Barregallos, en la parroquia rodeirense de Carboentes. Su ganadería llegó a sufrir cuatro ataques de lobo en seis meses. Considera a todas luces insuficientes las compensaciones recibidas por la pérdida de sus animales y es otro de los ganaderos que urge un control de la especie salvaje.
“Las vacas, ahora, podían estar pastando fuera, pero con la amenaza del lobo me obliga a meterlas en la granja y en vez de 40 kilos de hierba les tengo que dar esa ración en silo, hierba seca y pienso; eso es mucho más costoso”, afirma. Daparte tiene una explotación, ahora totalmente a cubierto, de un centenar de vacas.
Como otros colegas, defiende un control del lobo mediante batidas o que se habiliten puntos para su alimentación y evitar así, los ataques a la cabaña ganadera. Otra cuestión que pone el sector encima de la mesa es el retraso de la administración en el pago de las ayudas o la pobre tasación de los animales. Este ganadero asegura todavía no percibió la indemnización de la Xunta por una vaca que mató el lobo hace un par de años. Y por otro ejemplar recibió 420 euros cuando la tasación del seguro del animal se situaba en 1.400. “Deben pagar antes las ayudas y por el precio del animal”, arguye.