Familias y medidas anti-Covid en A Romea y Vila de Cruces. | FOTOS: BERNABÉ / ANA AGRA

Cementerio vacío en Vila de Cruces, una estampa inusual un mediodía de Santos. BERNABÉ/ANA AGRA

¡Qué solos se quedan los muertos!

¡Qué solos se quedan los muertos!

Ayer no parecía Día de Todos los Santos y mucho menos la víspera del de Difuntos. Los cementerios no eran el acostumbrado ir y venir de gentes, con fruición de saludos entre familiares o viejos amigos que, probablemente, solo se ven cuando acuden a visitar a sus deudos. Sí, había gente ayer en los camposantos de las comarcas, pero en grupos muy reducidos y sin la concurrencia habitual de las horas punta de cada 1 de noviembre, léase el mediodía o los momentos anteriores y posteriores a la misa parroquial.

En líneas generales, hubo medidas de desinfección activadas y los servicios policiales y de emergencias no tenían constancia de incumplimientos ni de incidencias reseñables durante la jornada, como tampoco en las anteriores. El Día de Difuntos, que realmente es hoy, 2 de noviembre, nunca fue tan dilatado en el tiempo, pues fueron muchas las personas que aprovecharon las jornadas previas –incluso semanas en el caso de los más previsores ante posibles confinamientos– para adecentar y adornar con flores las sepulturas de sus antepasados.

Por eso, en el primer 2 de noviembre de la era Covid-19, cobran más sentido que nunca los versos que el gran poeta sevillano, “ante aquel contraste / de vida y misterios, / de luz y tinieblas”,dejó para la posteridad en su Rima LXXIII: “¡No sé; pero hay algo / que explicar no puedo, algo que repugna / aunque es fuerza hacerlo, / el dejar tan tristes, / tan solos, los muertos!”.