Este vecino cruceño terminó la carrera de Enfermería en 1991. Por entonces, en cada curso la proporción sería de unos 20 hombres frente a 180 mujeres. "Y en auxiliar de enfermería aún es más raro ver hombres trabajando", añade. En su familia se aceptó con total normalidad su vocación, puesto que además de varias parientes enfermeras también hay un dentista.

Una vez rematada la formación en la facultad, Manuel López trabajó primero en enfermería hospitalaria, en Ferrol y en centros vinculados al CHUS. Recuerda anécdotas que pueden aplicarse a personas que cuidan de personsa mayores: el paciente suele preferir ser atendido por personas del mismo género. "Tenía un enfermo que precisaba curas en las zonas genitales, y siempre prefería que lo hiciésemos un engermero. Ahora la gente está más mentalizada pero, aun así, aun es habitual que una mujer también prefiera que en la consulta esté otra mujer". Para hacer la situación más cómoda en caso de pacientes femeninas, procura que siempre esté otra persona. Y en este sentido, apunta que las mujeres también han perdido antes sus tabúes a la hora de hacerle consultas a su médico o enfermero. "Las mujeres siempre son más abiertas a la hora de hacer preguntas sobre patologías genitales qe los hombres. Ellos son más reacios también a hacerse consultas preventivas, y les da más apuro que los atienda una enfermera". En cuanto a su trabajo, rodeado en su mayoría por compañeras, apunta que "siempre me sentí muy arropado por las mujeres, tanto en la facultad como en mi trabajo". En la actualidad es uno de los enfermeros del centro de salud de Agolada. Es curioso que en una profesión feminizada como es la enfermería, uno de los estereotipos de antaño es que los hombres son más fuertes para mover a los enfermos. "Es un tópico, porque por ejemplo en paliativos ya hay aparataje, y si se trata de mover a un paciente en traumatología, lo movemos entre todos los enfermeros", recalca.