-¿Se atreve ya con la bisutería masculina o todavía es pronto?

-Empecé el año pasado a hacer pulseras para hombres pero es un proceso lento. Lo hice para amigos y familiares pero no saqué nada al mercado todavía, aunque no lo descarto en absoluto. De momento, el asunto va mucho más lento que en el caso de la bisutería femenina.

-¿Hay prejuicios aún entre los hombres sobre este asunto?

-No lo creo. Las pulseras para los hombres son casi un talismán para ellos. Ellos las llevan con semilla de ébano o plata y lo hacen como si fueran amuletos. Te piden pulseras de plata con semillas naturales o con maderas naturales que no tengan que sacarla y que puedan hacer deporte con ellas. Creo que lo que pasa habitualmente es que las mujeres tendemos más a cambiar las piezas. Quiero decir, te pones un día los pendientes en función de tu estado de ánimo o la ropa que te vas a poner. Y el hombre lleva siempre esas dos o tres pulseras que no anda quintándoselas o poniéndoselas tan a menudo, es como más constante a la hora de lucir esas piezas determinadas.

-¿Se ve en el futuro dando el salto definitivo a la joyería?

-No. La alta joyería no me interesa tampoco. No me interesa porque está destinada a un público con un poder adquisitivo muy alto porque si hablamos de alta joyería hablamos de piedras preciosas como diamantes, esmeraldas o brillantes. Mi objetivo es compartir las piezas que hago con mujeres que las ponen y que podría ser incluyo yo misma. Yo tampoco me veo diseñando una pieza de alta joyería que cueste un pastizal. Esa tampoco es mi filosofía de vida. Algo exclusivo sí, pero algo prohibitivo no. Después pasa otra cosa, yo ahora estoy en un proceso de formación para saber qué puedo ofrecer para poder seguir innovando y experimentando. En determinados segmentos hay mucho menos capacidad de innovación. Como que te atreves menos porque tienes miedo a perder a tu clientela. En este segmento eres muy libre y te lo puedes permitir, claro.