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Modesto López Currás: "La tierra hay que trabajarla porque lo que está en los supermercados procede de ella"

"Anduve mucho en las ferias de ganado, y todo lo hice andando, porque nunca tuve ni coche ni caballo"

Modesto López Currás trabajó hasta los 80 años en el campo y en las ferias de ganado. // Bernabé/Gutier

Posee una lucidez propia de los que han vivido de forma consecuente durante toda su vida. Gran conversador, Modesto López Currás ha saltado recientemente a la fama con casi 92 años de vida por un hallazgo que tuvo lugar en 1952 en el Castro de Cotarelo. Entonces, este agricultor afincado en Goiás, descubrió una piedra de oro que ha sido el germen del proyecto divulgativo 22 gramos de ouro, en el que trabajaron los lalinenses Antonio Presas, Xoán Carlos García Porral y Celso Fernández Sanmartín.

-¿Cómo recuerda su infancia y sus primeros años en Lalín?

-Yo lo pasé muy mal y me crié, también, muy mal. Por eso ahora me gustaría que mis nietos ahorraran un poco porque el dinero se les escapa de maravilla. De todas formas, la vida la tienen que vivir. Que trabajen y que vivan. Yo me dediqué toda mi vida a arar, rozar, cavar y sachar siempre la tierra. A la escuela fui poco, la verdad. Tuve un maestro en Basadroa que le decía a mis padres que me mandaran a la escuela, pero el chaval tenía que ir con las vacas y con su padre porque había que trabajar.

- O sea, que pronto tuvo que empezar a buscarse la vida.

-Recuerdo que con siete u ocho años yo era muy valiente. Mi padre me mandaba siempre con un real para comprar dos macillos de tabaco, que eran redondos y tenían catorces cigarros cada uno. Una vez fui a por ellos, le di el real al tabernero que tenía el local cerca de nuestra casa que lo metió en un agujero que tenía en el mostrador para guardar el dinero. Cuando me iba me quedé quieto porque notaba que me faltaba algo, y después le pedí la perra que me tenía que dar de vuelta porque era mía.

-¿Sigue siendo necesario trabajar en el campo en los tiempos que corren, a pesar de que las aldeas rurales se están despoblando?

-Antes era lo que había. Yo creo que de la tierra sale todo. Los terrenos se están abandonando mucho hoy en día. Me parece que trabajar hay que trabajar porque la construcción, aunque hubo mucha, ya no es lo que era. La tierra siempre está ahí. Si no se trabaja no produce, por supuesto. Todo lo que nos encontramos en los supermercados procede de la tierra, ¿no? O eso es lo que creo yo.

-¿Alguna vez ha viajado fuera de Lalín durante su vida?

-Nunca salí de la aldea en toda mi vida. Yo no podía viajar porque mi situación personal no me lo permitía. Yo andaba con las vacas, después me casé con una mujer muy trabajadora. Nosotros juntamos algunos ahorros, pocos, pero no lo pasamos mal. Yo nunca debí un duro a nadie en toda mi vida. Anduve mucho en las ferias, pero nunca tuve ni coche ni caballo. Yo todo lo hice andando. Desde aquí a Bandeira, volver con vacas desde A Gouxa o desde Rodeiro o desde Melide, siempre andando. Algún día tengo llegado a casa a las tantas. Con el tiempo me dediqué a comprar ganado para matar, que pasábamos a Portugal de estraperlo. Recuerdo que dormía con las vacas a la intemperie esperando a que llegara el transportista para escaparle a la Guardia Civil. Trabajé hasta hace apenas diez años.

-Lo dejó muy tarde. ¿Se sentía con fuerzas para poder trabajar con tan avanzada edad?

-Yo me siento bien aún hoy, aunque estoy acabado. Ahora tengo algo de vértigo, pero siempre me sentí muy fuerte durante toda mi vida. Aquí había muy buenas ferias, como la de Lalín, que metía mucho ganado. También eran muy buenas las de A Gouxa, Rodeiro y Melide, donde había muchos tratantes. Se movía mucho capital, pero ahora se acabó todo. Una pena.

-¿Cree que se podrían recuperar esas ferias que nombra?

-Yo creo que no vuelven más. En nuestra parroquia, todos tenían tres, cuatro o cinco vacas en sus casas. Hoy, a lo mejor no hay muchas menos, pero hay quien tiene cien, noventa o treinta, pero sólo hay tres o cuatro propietarios. Los pequeños desaparecimos todos. Unos nos acabamos y otros cerraron. Y los políticos también se encargaron de favorecer esos cierres porque cuando alguien está con idea de trabajar y tiene buen salud, ¿por qué tiene que jubilarse si lo que quiere es seguir haciéndolo? Tuvimos que parar, se acabó el ganado y las casas se quedaron libres para las ratas. Yo seguí hasta los ochenta, pero sin la intensidad de mis primeros años.

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