El fallecimiento del joven cazador Adrián Areán en A Brea (Vila de Cruces), tras recibir un tiro fortuito de un compañero, así como el de otro cazador de 22 años en Vilalba, al disparársele su propia escopeta, pone en el punto de mira la seguridad de este deporte tanto para los que lo practican como para los vecinos del rural y para los demás usuarios del monte. De hecho, días atrás la Guardia Civil recibió quejas de unos vecinos de Donsión porque la proximidad de cazadores de conejos a su vivienda era tal que algunos perdigones llegaron a impactar contra los cristales de su casa. Situaciones como ésta, según señalan desde el Instituto Armado, está generando protestas prácticamente todos los fines de semana y en cualquier punto de la comarca. La cada vez mayor superficie quemada tiene, en parte, la culpa de ello, ya que las piezas de caza menor suelen correr a refugiarse cada vez más cerca de las viviendas.

Desde el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) se indica que los ganchos de jabalíes se organizan con un mínimo de 10 participantes y con un máximo que puede variar según la extensión en que se realice. La cacería que montaron el domingo las sociedades de caza de Silleda y Fontao, por ejemplo, incluyó 30 escopetas. Antes de celebrar la batida se envía una solicitud a la Xunta para que conceda el operativo en esa mancha o extensión donde se va a cazar. En varios casos, los participantes suelen visitar la zona días antes, "aunque los cazadores de la comarca conocen muy bien todos los terrenos que la componen", recalcan desde el Seprona.

El jefe o responsable de la batida es quien decide el puesto que ocupa cada uno en la mancha. Revisa, además, la documentación de las escopetas. Pero no suele comprobar qué munición lleva el arma o si todos portan el chaleco de alta visibilidad, ya que éste no es obligatorio aunque sirva para que los cazadores puedan localizarse mejor entre sí. Tampoco existe una normativa en cuanto al uso de la escopeta, sino recomendaciones como no quitar el seguro de la misma hasta que se vea la pieza, disparar siempre apuntando ligeramente hacia el suelo y, por supuesto, no disparar hasta que se vea el animal. De este modo, se delega en el propio cazador la responsabilidad en la jornada cinegética. En cuanto a la labor del Seprona, en estos casos, se limita a localizar el responsable de la batida y los agentes, en ningún caso, se adentran en la extensión donde se practica esa caza.

De hecho, las imprudencias más comunes suelen estar relacionadas con el manejo de las armas y las características de la zona donde se caza, "y se producen con mucha mayor frecuencia en las jornadas hábiles de caza menor que en las batidas de jabalí", recalca el servicio de la Guardia Civil. Es comprensible que los cazadores quieran estar preparados para disparar en el momento en que avistan la pieza, y de ahí que muchas veces retiren el seguro con demasiada antelación para tener el menor impedimento posible.

Si no se señaliza el perímetro que ocupa la batida, también se corre el riesgo de que ciclistas, senderistas o simplemente amantes del monte se adentren, sin saberlo, en la mancha donde se vigila al jabalí. También ha causado alguna que otra caída o lesión entre los cazadores un terreno demasiado pedregoso o muy frondoso.