Ana Cela / A ESTRADA

Non sei ata onde hai que chegar para que abran os ollos", se pregunta una vecina de Liñares. "A cuestión xa non é canta xente ten que morrer senón quen ten que morrer", apunta su hermano, dando continuidad al interrogante. Su familia ha perdido a dos miembros en el fatídico kilómetro 200 de la N-640 a su paso por el término municipal de A Estrada. Este negro tramo ha sido testigo de al menos media docena de muertes en los últimos años y múltiples accidentes. Vecinos y comerciantes de la zona se daban ayer la mano ante la indignación que ocasiona sentir verdadero pánico al escuchar un fuerte frenazo, haciendo que instintivamente la mano agarre el teléfono para llamar a una ambulancia y abra la puerta con el temor de encontrar el peor de los finales. Ante el inicio de una campaña de recogida de firmas para urgir una pronta y eficaz solución a este conflictivo punto para la circulación en el municipio, los vecinos apuestan mayoritariamente por una rotonda, radares fijos y elevadas bandas rugosas, todo unido a una señal de prohibición que limite la velocidad a 50 kilómetros hora.

En los cuatro principales establecimientos comerciales y hosteleros que existen en la zona las hojas de firmas -una iniciativa puesta en marcha por Mercedes Millán, la hija de la última víctima mortal de este fatídico tramo- se cubren en tiempo récord. La memoria vecinal recuerda que tras la muerte de una niña de 9 años en 1993 se iniciaron gestiones para buscar una solución. Durante mucho tiempo se instaló en la zona un radar fijo como medida disuasoria para quienes se resisten a levantar el pie del acelerador. Además, algunos vecinos aseguran que durante una temporada la velocidad se limitó a 50, "pero como non houbo siniestros durante un tempo subírona a 70".

"De noite non se ve nada; aquí tiña que haber un alumbrado como é debido, porque sempre cruza moita xente", apunta un lugareño. Lo cierto es que el tránsito de peatones entre los negocios enclavados al pie de esta nacional es constante. "Estamos pendientes de cando cruzan persoas maiores, aínda que nos pode pasar a calquera", añaden.

Por otra parte, son varios los habitantes de la zona que aseguran un fuerte olor a goma quemada, propiciado por la pendiente que, kilómetros atrás, viene obligando a los camiones de gran tonelaje a ir pisando constantemente el freno. "Cando chegan aquí os freos xa veñen quentes", señalan, para luego añadir que en algún caso "non dan frenado a 20 metros".

"Poñer un semáforo aquí é unha guillotina", se apunta desde una panadería. "Un paso de peatóns non; a min non se me ocurriría cruzalo", señalan desde la quesería, coincidiendo en uno y otro caso en que cada una de estas medidas podrían hacer que el peatón se confiase al cruzar la vía, frente el peligro de que la velocidad y la pendiente se aliasen para que los automóviles no fuesen capaces de detener su marcha a tiempo.

El despiste no es una explicación que convenza a los vecinos. Son muchos disgustos, miedo y tensión acumulados. Quieren soluciones. El inicio de todas ellas pasa por obligar a que Liñares sea sinónimo de precaución.