Los aficionados que ayer tarde acudieron al campo de O Vao vivieron una de esas tardes que se pueden considerar como épicas. Se temía la visita del Lealtad más por los propios problemas en forma de lesiones, que por el rival en sí, pero todo alcanzó tintes dramáticos cuando a veinte minutos para el final el Coruxo se quedó con dos hombres menos sobre el terreno de juego.

Si con uno menos el empate ya se daba por bueno, con dos no se dejaba de mirar el reloj a ver cuánto tiempo faltaba. Sin embargo, el Coruxo no se entregó. Los esfuerzos de duplicaron y daba la sensación de que el equipo estaba con todos sus efectivos sobre el terreno de juego. Y esa fe fue la que le permitió a Salinas hacerse con un rechace dentro del área, driblar a su marcador y cruzar el balón ante la desesperación de Javi Porrón. Fue el gol de la confianza.

El equipo de Rafa Saéz comenzó muy bien. En la primera jugada descubrió un socavón por la banda derecha y en un minuto marcaba el primer gol de la tarde. Todo se ponía de cara, aunque el Lealtad no había dicho su última palabra. Los asturianos causaron buena impresión. Ordenados en el centro del campo consiguieron recuperar varios balones que les permitían salir a la contra, aunque la defensa viguesa estaba bien colocada y conseguía cortar todo el juego. A los doce minutos de juego, Pazó perdió un balón en el centro del campo que originó una contra que culminó Lombán con el tanto del empate.

Las cosas se igualaron, las alternativas fueron constantes, y el Coruxo continuó explotando el filón que encontraron por la banda que defendía Marcos, que era incapaz de frenar las internadas de los vigueses.

Tras el descanso el entrenador del Lealtad cambió a Marcos cortando el filón que habían encontrado los vigueses. Para colmo de males, llegó la expulsión de Cifuentes, y el Coruxo entró en un trance que a punto estuvo de aprovechar el cuadro asturiano para ponerse por delante en el marcador.

Rafa Sáez trató de recolocar a su equipo sobre el terreno de juego, pero todo volvió a torcerse minutos más tarde, cuando Adrián Pazó también fue expulsado.

Por si ya no fueran pocas las desgracias que le sucedían al Coruxo, a seis minutos para el final el árbitro los castiga con una pena máxima que Jorge se encargó de estrellar en la cepa del poste.