Tampoco en Valdeorras encontró consuelo el Ribadumia. Los pontevedreses encararon tan mal el partido que antes de llegar al cuarto de hora ya llevaban una desventaja de dos goles. A los cuatro minutos había hecho el primero Antonio Vera con un remate que se fue a la escuadra de Roberto Pazos, diez después marcó Juanito Bazo. Goles andaluces pues para un equipo ourensano.

Se rehicieron los de Luis Carro, que tomaron el mando y durante un cuarto de hora fueron dueños absolutos del partido. Llegaron y llegaron, pero todo lo que produjeron fueron saques de esquina, bien defendidos por portero y defensores locales. Pero era otro partido.

Puede que la Copa -espera el Cádiz a la vuelta de la esquina- haya descentrado a un Ribadumia que arrancó ganando los dos primeros partidos. No ha vuelto a vencer desde entonces, apenas unos empates y siempre en su fortín de A Senra. Mucho pudieron haber cambiado las cosas si a la media hora hubieran embocado los visitantes dos balones en la misma jugada que eran gol sí o sí. A bocajarro cabeceó Charles, que se encontró con la manopla de Iván Oviedo. La pelota cayó junto a la línea, donde Cheri remachó, pero tampoco entró porque al madrileño le dio tiempo a recomponerse y despejar con el pie.

Se acercaba el descanso cuando llegaron nuevos sustos para Roberto Pazos, que vio como el lanzamiento de Óscar Martín se perdió cerca del poste y más tarde tuvo que aparecer para que Juanito Bazo no firmase un doblete.

Las intentonas de remontada, o de igualada al menos, se le fueron por el sumidero al Ribadumia mediado el segundo tiempo, cuando Eloy fue castigado con la segunda amonestación en la jugada que acabó en penalti. Lo paró Pazos, ante un especialista como David Álvarez. No fue si no alargar la esperanza, no cayó el tercero pero remontar dos goles con un futbolista menos no parece la menor idea.

Carro movió el banquillo, doble cambio a falta de un cuarto de hora, y la misma operación a cinco minutos del final. El Ribadumia nunca desfalleció, pero se encontró a expensas de recibir un mayor castigo al contragolpe. Entraron también futbolistas de refresco en los locales, que se adornaron tanto a la hora de finalizar que las ocasiones se fueron al limbo.

A medida que fueron menguando las fuerzas y descontándose los minutos, los aurinegros empezaron a bajar los brazos. La victoria deberá seguir esperando, al menos hasta el sábado, cuando recibirán al Pontellas.