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atletismo

El Iniesta de la larga distancia

Carlos Santos corrió el maratón de Kobe, ciudad donde juega ahora el futbolista

Carlos Santos Teijelo, rodeado de corredores japoneses, antes de tomar la salida en Kobe. // FDV

Curiosamente Carlos Santos ha corrido dos maratones en su vida y ninguno de ellos en España. El primero fue en Oporto el pasado año y el más reciente ni más ni menos que en Japón, concretamente en la ciudad de Kobe en cuyo equipo de fútbol juega Andrés Iniesta.

Una lesión de muñeca se convirtió en el salvoconducto para recalar en el running. La motivación por correr más y mejor fue en aumento de la mano de un grupo de amigos que recientemente han fundado el VGArunners. De aquellas primeras carreras han pasado menos de tres años, pero la pasión por superar sus propios límites le ha motivado tanto hasta el punto de completar un viaje familiar con los 42.195 metros más intensos que ha corrido nunca.

Su participación en Kobe fue todo una explosión de sensaciones. Incluso la organización dejó bien patente la disciplina oriental, pero sobre todo lo intrínseco de una cultura que tiene en el respeto un pilar fundamental. "Este maratón se creó para dar las gracias a todos los japoneses y extranjeros que ayudaron a esta región a levantarse tras el terremoto de 1995", apunta el vilagarciano. Un agradecimiento que todos los participantes simbolizan con unos guantes amarillos que cada corredor lanza al cielo de la ciudad en señal de recuerdo a las víctimas de aquella catástrofe.

Cada kilómetro por el corazón urbano de la ciudad sirvió a Carlos para disfrutar, pese al cansancio acumulado. Desde cientos de personas animando y gritando "ganbare" (da lo mejor de ti), equipos de niños con sus uniformes o voluntarios cada quince metros. Entre los 20.000 corredores, la organización incluso tenía personas solo dedicadas a los extranjeros.

Casi cuatro meses de preparación le llevó a este policía local de Cambados el prepararse para mostrar su mejor nivel en Japón. Como él mismo señala, "es un entrenamiento duro, pero hay que hacerlo si quieres llegar con posibilidades y aún así nadie te puede dar garantías".

En Kobe el sufrimiento hizo mella en Carlos. En los últimos días de su viaje y tras acumular muchos kilómetros tras largos paseos "anduvimos una media de 22 kilómetros al día". Ello le condicionó en la carrera y tuvo que apretar mucho los dientes, "a partir del kilómetro 32 ya no podía más. En el 27 me dolían las articulaciones de la pierna izquierda y más tarde empezó la derecha, pensé en retirarme a cada metro con tanto dolor".

Los ánimos de los japoneses que inundaban las calles sirvieron de vitaminas para el vilagarciano que, incluso teniendo que andar para poder avanzar, pudo gozar "de una explosión de emociones" nada más cruzar la línea de meta.

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