Baloncesto en silla de ruedas - División de Honor

El problema está en Houston

El estadounidense Josh Maier, fichado por Iberconsa en julio, sigue sin fecha de viaje a España por un laberinto burocrático

Partido del Iberconsa
y el Basketmi en O Berbés. | // ALBA VILLAR

Partido del Iberconsa y el Basketmi en O Berbés. | // ALBA VILLAR / Armando álvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

“Cuando venga Josh”, han estado repitiendo en el Iberconsa Amfiv desde que la temporada arrancó en octubre. Con un latido creciente de inquietud en esa promesa. Joshua Alexander Maier debía ser una pieza clave en el proyecto de esta temporada. Pero el jugador estadounidense continúa al otro lado del Atlántico, enredado en un laberinto burocrático. “Era la primera vez en la historia del club que cerrábamos la plantilla con tiempo de sobra”, se lamenta el presidente, José Antonio Beiro, entre el hartazgo y la ironía. “Tenemos un problema”, le han dicho desde Houston, a la inversa. A un papel, tan cerca y tan lejos, se sitúa la solución.

El Iberconsa había basado su producción ofensiva de las dos últimas campañas en la asociación de Agustín Alejos y Fabián Romo. El texano se comprometió ya en primavera con el Fundación Aliados de Valladolid. Avisó de su mudanza con suficiente margen de maniobra. Beiro y su entrenador, César Iglesias, asumieron que sería imposible encontrar un reemplazo natural. Rediseñaron la plantilla.

En baloncesto en silla de ruedas, a cada jugador se le adjudica una puntuación; mayor cuanto menor es su discapacidad. El quinteto en pista no puede exceder los 14,5 puntos. Eso limita las combinaciones y obliga a cuadrar bien los fichajes. Romo aportaba cerca de 25 puntos por partido además de manejo. Tal carga debía repartirse entre el pívot Jeison Betancourt y el alero Josh Maier.

A Maier, catalogado como 3,5, lo encontró César Iglesias en el prolífico mercado estadounidense. Los jugadores anhelan el salto a Europa cuando concluyen su ciclo universitario. Beiro negoció sus condiciones a finales de mayo. El acuerdo se cerró con rapidez. El dirigente vigués presentó la solicitud del permiso de residencia en Extranjería el 10 de julio.

La tramitación progresó al principio con fluidez. Beiro añadió al formulario la propuesta de contrato por un año, las tasas, la certificación de solvencia del club... Extranjería dispone de 90 días para resolver. Ya antes, el 21 de septiembre, concedieron su beneplácito. Todo apuntaba a que Josh podría estar en Vigo para ese debut liguero del 1 de octubre ante el Amiab Albacete.

El proceso se enredó por el otro extremo. Josh había recolectado su propia documentación: certificado médico, certificado de penales, fotocopia del pasaporte, justificación de residencia (que allí se realiza haciéndose un selfi con el carnet de conducir). Con todo cumplimentado, tocaba pedir una cita en la embajada española. Allí le abrirían definitivamente la puerta del viaje a Vigo.

Los usos han cambiado por cuestiones tecnológicas y especialmente desde el COVID. Lo que antes se realizaba de manera presencial e inmediata ahora se debe gestionar por internet. Josh vive en Omaha, en el estado de Nebraska. De su territorio se encarga el consulado general de España en Houston. Beiro intentó tramitar la cita. Debía subir primero al sistema el permiso que él había obtenido en Extranjería. Si todo se completa de manera correcta, en siete días se proporciona una fecha para la visita mediante un correo. Si existe algún error, silencio administrativo. El usuario debe deducirlo.

Y es lo que entendió Beiro cuando el tiempo transcurrió sin noticias. Repetir los pasos no sirvió. Llamó varias veces por teléfono. Nadie contestó. “Movimos Roma con Santiago durante mes y medio”, calcula. Sí le respondieron desde la embajada de Washington. Muy amablemente le confirmaron que era competencia exclusiva de sus compañeros de Houston.

Beiro fue enviando correos cada vez más malhumorados hasta que al fin un funcionaria se apiadó. “Que venga mañana”, le dijo a Beiro. Este avisó a Josh.

Entre Omaha y Houston hay casi 1.300 kilómetros de distancia. Josh los recorrió por carretera. Con la precipitación, se había olvidado el recibo de las tasas. Volvió a pagarlas. La validez de muchos documentos ya había expirado a los 30 días de su expedición. La funcionaria, advertida de antemano por Beiro, lo entendió. Hubo, sin embargo, un obstáculo insalvable. Con el certificado de penales, también caducado, no se podía ser flexible.

Josh Maier.

Josh Maier.

La responsabilidad se traslada ahora a la administración estadounidense. De ese informe se encarga el FBI. Después se le debe añadir lo que se conoce como apostilla de La Haya, que lo valida para cualquier país, con su traducción jurada. En Estados Unidos tal procedimiento está privatizado. Se paga un extra para recibirlo en cinco días. “Lo pedimos en noviembre y seguimos esperando”, concreta Beiro. “Primero tenían mucho trabajo. Después vino Acción de Gracias. Nos dijeron que llamásemos el 5 de diciembre y ese día no cogieron. Prometieron que como muy tarde, el 15. Llegó y no”. Beiro está investigando si la apostilla y la traducción se pueden realizar en España y remitirlas después a Houston.

“Josh está desesperado”, describe el presidente del Iberconsa. El jugador ha rogado incluso la intermediación de la oficina de su congresista. Hace dos meses que tiene la maleta hecha. Beiro ha cambiado en innumerables ocasiones sus billetes de avión. El contrato no entrará en vigor hasta que aterrice en España. Ya le ha comentado a Beiro que está dispuesto a prorrogarlo hasta 2024. El dirigente prefiere que el joven compruebe primero cómo se aclimata.

Nada de esto habría sucedido si la División de Honor de baloncesto en silla de ruedas estuviese considerada como una liga profesional. Solo un puñado de competiciones (Primera y Segunda, Asobal, ACB, UCI Protour, Liga Femenina) disfrutan de tal distinción, que les permite realizar los trámites con el jugador ya en España gracias a una carta del CSD. La nueva Ley del Deporte podrá solucionar casos como el de Josh.

Mientras tanto, el equipo ha intentado sobrevivir como ha podido. César Iglesias ha empleado como quinteto principal una combinación que ni siquiera agota los 14,5 puntos y que debía ser el plan B. La sueca Hillevi Hansson es una víctima colateral de la situación. La aritmética reduce los minutos que Iglesias había planeado para ella. El técnico, como el resto del club, sueña con esa llamada de Houston.

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