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fútbol sala

La familia del calamar

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El grupo del Ganomagoga en las instalaciones de Humor Amarillo Vigo en el Monte Alba.

El Ganomagoga acudió al torneo organizado en Humor Amarillo Vigo como ejercicio de cohesión grupal - El portero Adán Álvarez se impuso entre los 400 participantes

Adán Álvarez se juega la victoria a encestar canicas en vasos de plástico. Su rival, al otro lado de la mesa, intenta empatar en el último lanzamiento, yerra y el público estalla en vítores. El maestro de ceremonias eleva el brazo de Adán. El portero se ha impuesto en ese juego del calamar organizado por Humor Amarillo Vigo. Sus compañeros en el Ganomagoga IES Coruxo lo celebran como un triunfo colectivo. Todos caben apretujados en su felicidad. La fantasía distópica, que explora las miserias humanas, se ha transformado en el reto que eleva sus virtudes. “Objetivo completado”, certifica la psicóloga del equipo, Yaiza Comesaña.

La serie “El juego del calamar” ha batido registros de audiencia mundiales en Netflix. En la ficción coreana, cientos de concursantes compiten por sobrevivir a la criba de unas actividades infantiles, a veces apoyándose y las más de manera impiadosa. Una trama de alcance alegórico que radiografía las contradicciones de la sociedad. Los empresarios Ricardo y Luis Sánchez Terrón decidieron adaptar esos juegos; fieles a su modelo televisivo, pero obviamente sin violencia ni casquería. Prepararon sus instalaciones de Humor Amarillo Vigo –ya inspiradas en un conocido concurso japonés– y abrieron la propuesta al público. Más de 400 personas de toda España se inscribieron.

El entrenador de fútbol sala Lucas Fernández incluye una actividad lúdica en el diseño de sus pretemporadas desde hace una década. Ha mantenido esta costumbre desde que dirige el Ganamagoga IES Coruxo. “Hemos hecho desde barranquismo a pilotar karts. Siempre buscamos algo divertido, diferente, que tenga competición pero también esa parte de trabajo grupal que nos ayude a hacer piña”, explica. “Nos sirve para integrar a los nuevos y que todos entiendan que no son solo jugadores, sino personas con sentimientos”.

Este verano, sin embargo, resultó especialmente ajetreado. El equipo estaba preparando su debut en Segunda División B. La agenda se llenó de amistosos. Quedó aplazada la excursión, que Lucas encomendó a la psicóloga deportiva del club, Yaiza Comesaña. “Estábamos pendientes. Surgió entonces lo de Humor Amarillo”, aclara Yaiza.

El recinto del Monte Alba iba a acoger el torneo la semana anterior, aprovechando el puente festivo. La convulsa meteorología obligó a trasladarlo al reciente fin de semana, de viernes por la tarde a domingo. Algunos miembros del Ganomagoga IES Coruxo, como Lucas Fernández, no pudieron anotarse por impedimentos laborales o académicos. La mayoría restante, sí: once jugadores; el segundo entrenador, Fer Pitart; la sanitaria María y la psicóloga deportiva. “Cuando Yaiza nos lo propuso, la mayoría ya habíamos visto la serie”, explica Adán. “Nos hizo gracia. Tenía pinta de que nos lo íbamos a pasar bien”.

Seis eran los ejercicios, dispuestos en orden diferente a la trama televisiva por razones de luminosidad: escondite inglés, tirar de la cuerda, canicas, recorte de figuras en galletas de azúcar, cruzar un puente inestable y el propio juego del calamar (duelo entre dos dentro de un terreno acotado). Los participantes se dividían en grupos de 25. Había juegos colectivos, por parejas e individuales; de colaboración y enfrentamiento. En la serie, cada uno es letalmente eliminatorio; en Humor Amarillo se establecía una clasificación por puntos.

Una de las pruebas: el juego de la cuerda

“Daba gusto verlos jugar”, asegura Yaiza del Ganomagoga. “Veías cómo se animaban unos a otros. Alguno no había visto la serie y los demás le daban pautas o le aconsejaban estrategias. Había trabajo en equipo”. Adán detalla: “Una actividad en conjunto es diferente que ir a entrenar y estar atento a las indicaciones. Es más divertido y bueno para conocernos mejor. En las pruebas en conjunto resultaba más fácil ayudarnos y en las individuales íbamos ayudando al que tuviese más posibilidades”.

Adán, aunque ya había sido discípulo de Lucas en otros equipos, figura precisamente entre los recién fichados. Los dos primeros de cada grupo de 25 se clasificaban para la final, en la que debían repetir los seis exámenes. Adán pronto descolló entre los hábiles. “Incluso los que no habían podido acudir nos preguntaban qué tal iba”, relata la psicóloga. El portero logró finalmente la clasificación. La resolución se debía dirimir el domingo por la tarde. Antes, el sábado, la escuadra recibía en partido liguero al segundo clasificado, el Arroyo de Valladolid. Los vigueses ganaron por 5-3. “Fue una victoria importante, que nos sirve para seguir en buena dinámica”, valora Yaiza. “Este grupo está muy cohesionado. Lucas lo gestiona muy bien. Pasan muchas horas juntos y lo viven todo con intensidad. Por eso dicen que son como una segunda familia y eso se traslada a la cancha”.

El portero Adán Álvarez se impuso entre los 400 participantes

El portero Adán Álvarez se impuso entre los 400 participantes

Aunque no importase demasiado, faltaba por resolver qué podría lograr Adán, ya el único superviviente del Ganomagoga en el juego del calamar, enfrentado a los más destacados. Varios compañeros acudieron a animarlo. Quedó empatado con otro, posibilidad que la organización no había previsto. De ahí que improvisasen ese lanzamiento de canicas a vasos, lo que no aparece en la serie, para decidir el ganador. “Supongo que ser portero y estar acostumbrado a trabajar el saque con la mano me ayudó”, bromea Adán.

“Es un chaval más introvertido que otros pero de diez”, se alegra Lucas. “Lo que parecía que iba a ser una guerra individual por ganar el juego se convirtió en colaboración. Adán tuvo el respaldo de todos, además de picardía y la pizca necesaria de suerte”. Yaiza resume: “Completó todas las pruebas maravillosamente”. El arquero confirma: “Si no llego a ir con el grupo, no hubiese ganado”.

La familia del calamar

La prueba de desempate que llevó a la victoria a Adán Álvarez

La victoria supone un premio de 1.000 euros, descontando los impuestos. Pero incluso en el aprovechamiento del dinero se inserta lo particular en lo general, cuadrando los intereses comunes. Yaiza revela: “Lo primero que nos dijo Adán es que se celebrará una cena para todo el equipo”. No se dejó arrastrar por la euforia del momento. El joven cumplirá: “Habíamos hablado de que si ganaba uno de nosotros, debía invitar a todos. Me toca pagar”.

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