Camina hacia el precipicio el Barça en esta Liga, firmando unos números tan míseros que no existen precedentes en un torneo de tres puntos. Hacia el declive anda el club, sumergido en una situación dramática, donde no hay presidente ni dinero, golpeado por una crisis económica, agravada ahora por la pandemia, en plena precampaña electoral, con nueve aspirantes, dispuestos a solucionar la envenenada herencia que dejó Bartomeu con un equipo derruido.

Es el Barça de Koeman, que se autodestruye en la Liga, tras pasearse feliz por Europa. Ni le pasan los rivales por encima. Él mismo se derrota en una temporada donde aún tiene a Messi. Pero sufre la melancolía de Messi. Y paga caro, además, lo poco que decide. No aprende el Barça. Más bien, todo lo contrario. Va de mal en peor en la Liga, donde el capitán, que había tenido una semana de descanso, tampoco pudo ser decisivo. Ya no está siendo lo que fue. Menos aún en esta compleja temporada en el Barça tras proclamar, burofax incluido, su inquebrantable voluntad de abandonar su casa del Camp Nou. Pero no le dejaron. Le obligaron a quedarse, aferrado Bartomeu entonces a la literalidad del contrato. Luego, el presidente dimitió. Y el cuerpo, que no el alma, de Leo, aún sigue en el Barça.

En el Carranza se agravó la crisis del Barça de Koeman, incapaz de mantener ese paso firme de la Champions. Tiene más puntos en Europa (15 de 15 posibles) que en la Liga (14 de 30). No existe explicación a tanta diferencia. Es un solo Barça. Pero, en realidad, son dos. Sin un hilo racional que sostenga esas dos versiones tan radicalmente distintas. Ha encajado ya cuatro derrotas en el campeonato doméstico, todas marcadas por el mismo patrón: errores defensivos imperdonables.

Del penalti de Frenkie de Jong en Getafe (1-0) al saque de banda horroroso iniciado por Jordi Alba, que retrató la inseguridad de Lenglet y castigó al tímido Ter Stegen en Cádiz (2-1) sin olvidar el lío de pies que se hicieron Piqué y Neto contra el Alavés (1-1). O la derrota en el Camp Nou ante el Madrid (1-3) con otro penalti del defensa francés sobre Ramos y el chasco del Metropolitano frente al Atlético (1-0) con la pifia colectiva entre Piqué y el meta alemán.

Defiende de pena el Barça y Messi no ha marcado ni un solo gol fuera del Camp Nou en la Liga. En Europa, solo firmó uno. Y fue de penalti. No jugó ni en Kiev ni tampoco en Budapest porque Koeman lo ha ido dosificando para tenerlo en mejores condiciones en la Liga. Son ya 450 minutos (Celta, Getafe, Alavés, Atlético y Cádiz) sin meter un gol lejos del estadio azulgrana. A Messi se le sigue viendo que no es Messi. Aunque el único problema del Barcelona no es solo Leo. Ni mucho menos. Para empezar, el Barça se derrite defensivamente con tal facilidad que regala goles que figurarán en el catálogo de horrores de esta Liga.

Goles que cuestan puntos, goles que minimizan la confianza de un grupo en complejo y delicado proceso de transición y goles, sobre todo, que le alejan del Atlético, que solo ha recibido dos tantos en 10 jornadas. El Barça ya lleva 11. Hay multitud de pequeños y, a la vez grandes problemas que erosionan al conjunto de Koeman, quien abandonó el clásico 4-3-3 para dar cabida al 4-2-3-1 en busca de reactivar al grupo. Un cambio de sistema que tampoco funciona en la Liga, donde hasta la fiabilidad de Ter Stegen está ahora bajo sospecha. Del portero (Marc) a la estrella (Leo) todo está en seria discusión. No conecta como debiera tampoco la pareja de mediocentros integrada por Busquets y De Jong. Llevan más de un año de convivencia y no se atisban signos de mejoría. Da la sensación de que hablan lenguajes futbolísticamente distintos. A Frenkie, como a tantas estrellas de la clase alta que debían elevar el nivel del Barça, se le sigue esperando en el Camp Nou.

Estrellas que deberían hacerle la vida más fácil a Messi en sus últimos años en el Camp Nou, quizá este lo sea ya, no ayudan. Griezmann va y viene. Coutinho, igual. Dembélé, más de lo mismo. Ahora, vuelve a la enfermería. Luego, hay una pandilla de jóvenes (Pedri, Dest, el lesionado Ansu), que no pueden ni deben asumir la responsabilidad de liderar al equipo. ¿Qué le sucede al desconcertante Barça? Que no tiene defensa. Que carece de alma y no posee la rebeldía para sortear tanta desgracia. A inicios de diciembre, y con menos de un tercio de Liga disputada, el Barça se desangra, dirigiéndose peligrosamente al precipicio. A Koeman le toca ahora activar una terapia de choque para evitar esa terrible caída.