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“Cuelgo el dorsal, pero no la bicicleta”

José Carlos Amil, del Vigo-Rías Baixas, anuncia su decisión de dejar la competición - Una caída en su primera carrera tras el confinamiento le hizo replantearse su futuro

El ciclista ponteareano José Carlos Amil, con el maillot del Rías Baixas. FdV

Martín Bouzas, Paula Sanmartín y, ahora, José Carlos Amil. El ciclista del Vigo-Rías Baixas se une a la lista de ciclistas que han anunciado su retirada en los últimos días. El pelotón gallego pierde efectivos, según el ponteareano, ante el “vacío” al que se enfrentan en su lucha por alcanzar el profesionalismo. Una lucha llena de sacrificios, renuncias y escasas satisfacciones. El propio Amil (Ponteareas, 1998) llegó a plantearse varias veces: “¡Qué pinto yo aquí si hay tanta gente buena, mejor que yo, que no ha conseguido dar el salto!”.

“Después de este año tan difícil se te plantean muchas cosas”, admite. “Venía esta temporada con mucha ilusión, en un nuevo equipo, con un rol diferente, un poco más importante”, relata. “Estoy muy agradecido a la confianza que me dio el Rías, corriendo todas las carreras. Estábamos líderes de la Copa de España y en un punto muy bueno antes del confinamiento, que fue duro psicológicamente”. Superó la cuarentena sin problemas, pese a las exigencias de seguir cuidándose, haciendo rodillo a diario y en solitario, “cerrando el pico” para controlar el peso... Pero había más contratiempos por venir. “En la primera carrera después del confinamiento tuve una caída muy fea que me hizo replantearme muchas cosas”, admite. De esa clásica de Zamora se trajo nueve puntos de sutura en la cabeza y una duda existencial: “Me hizo pensar si después de tanto tiempo luchando merecía la pena seguir o no. El deporte es muy bonito, pero nuestra categoría, la Élite/Sub 23, tiene la particularidad de que te exige sin cobrar como si fueras un profesional”.

“Llevo seis años a un nivel de exigencia alto. Pasé a Sub 23 en el Ampo (2017) y fue una experiencia muy bonita estar en un equipo del País Vasco. Tuve la suerte de conocer esa cultura ciclista, que es tan diferente a la nuestra. Allí cada fin de semana hay muchas carreras, algo que no sucede aquí y que, en parte, es lo que hace que la gente lo deje; no hay tanto apoyo y es una pena”, se lamenta.

Tras su paso por el Ampo estuvo en el Supermercados Froiz (2018 y 2019), antes de llegar al Rías Baixas. “En Galicia pasas de Sub 23 y hay un vacío. En el País Vasco tienen filiales y más apoyo,. Aquí te quedas un poco desamparado. Solo te queda la opción de irte a Portugal porque aquí no tenemos ningún equipo profesional ni nadie que te ayude a dar ese salto”, compara.

Pero para Amil, lo complicado no solo es dar el salto, “que es un punto importante”, sino también “mantenerse”. Por eso entiende tan bien la decisión que tomó recientemente Martín Bouzas, que pasó de ser la gran esperanza del ciclismo gallego a la retirada con 22 años. “Tenía mucha relación con él, somos más o menos de la misma quinta”, indica Amil. “Cuando pasas a profesional tienes parte del camino hecho, puede que hayas logrado lo más difícil, pero luego está la exigencia mental. No somos máquinas, entrenamos como animales, renunciamos a parte de nuestra vida y juventud. En temporadas normales simplemente quedar con unos amigos un viernes para cenar es un hecho insólito porque tienes competiciones o entrenamientos. No todo el mundo está preparado para seguir ese estilo de vida durante muchos años”, reconoce.

El propio Martín Bouzas dijo que había llegado a un punto en el que era más feliz “preparando oposiciones que con la bicicleta”. “Me sorprendió que lo dejara porque siempre me pareció un ciclista con un motor increíble, pero al final pasa, haces el camino difícil y luego te das cuenta de que eso no te llena, que no es lo que quieres para toda una vida. Lo comprendo perfectamente porque es lo que nos sucede a muchos. Igual dentro de dos años digo que lo echo de menos, pero a día de hoy el simple hecho de irme un viernes a cenar con unos amigos es algo que valoro como si fuera oro. Hablo de disfrutar de pequeñas cosas de la vida. La del ciclista es una vida muy esclava y por eso tantos lo dejamos. Incluso por eso muchos no empiezan. Yo ahora no veo a juveniles que quieran llevar esta vida al pasar a Sub 23 y creo que va a haber un bajón de ciclistas muy grande. Muy poca gente ahora está dispuesta a llevar esta vida de sacrificio”, vaticina.

Pero su adiós no implica amargura, todo lo contrario, se va lleno de agradecimiento. “Yo tenía claro que quería acabar la categoría sub 23, haberlo intentado hasta el punto que yo pudiera y que no me hubiera quedado la duda de qué hubiera podido llegar a conseguir o si hubiera podido llegar a profesional. Creo que he cumplido con todo lo que tenía que hacer en el ciclismo y no me voy con pena”.

Cierra así un capítulo de seis años dedicado en cuerpo y alma al ciclismo, “un sacrificio que se llevaba bien porque al final es tu vida, es lo que te gusta, y lo haces con ilusión y ganas”. También guarda multitud de experiencias “que un chaval de mi edad” no hubiera tenido si no fuera por la bicicleta: “Viajes, competiciones, amistades que ya son para toda la vida...”. “Me voy con un sabor de boca muy bueno. En realidad tampoco me voy porque el dorsal se cuelga, pero la bicicleta, no. Yo voy a seguir con la bici porque es lo que me gusta, es mi vida al fin y al cabo y en algo relacionado con el ciclismo siempre me gustaría estar; alejado de las carreras posiblemente, pero en un futuro me gustaría volver, quizá de otra forma”, anuncia.

Por lo pronto se dedicará a terminar el ciclo formativo que está estudiando de electricidad para luego “enfocarme hacia la vida laboral”. “El ciclismo está muy bien pero no da para comer y ahora toca buscarse un poco el sueldo por ahí. Con los tiempos difíciles que corren es importante ya encarrilar un poco el futuro”, asume.

Los recuerdos que guarda con más cariño son los momentos compartidos con la “grupeta” con la que salía a entrenar. “Les doy gracias porque sin ellos no hubiera llegado a donde llegué”, dice. En su lista de agradecimientos figura, sobre todo, su familia “por todo lo que han sufrido, con las carreras, viajes, caídas, pendientes siempre de todo... Siempre han estado ahí, sobre todo mi padre (José Amil), que siempre me ha ayudado, en mis decepciones y en mis victorias”.

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