Manuel González Soto se fue con la marea. Nació en la playa de Arealonga, en Chapela. Su familia siempre estuvo vinculada al mundo del mar, hasta el punto de que unas hermosas escaleras que llegaban a la orilla y un muelle, ambos desaparecidos, tenían el nombre de su abuelo, José María, dueño de la casquería en la que antiguamente se teñían las redes de algodón blanco, que luego secarían sobre la arena de aquel litoral que también servía de improvisado campo de fútbol, campo de tenis o pista de voleibol. El lugar se sitúa en el mismo centro de la Ría de Vigo.

Hijo de Manuel y de Pilar -ella de Candeán-, hermano de José y de Suso, sobrino de Chico, de Severino, Manolito -así le conocíamos sus amigos-, fue un joven inquieto que alcanzó a estudiar para dedicarse a gestor de seguros. Gozó de uno de los primeros coches de la zona, un 600 blanco impecable. Y que en plena adolescencia, encontró en el balonmano un campo de socialización perfecto en una zona desestructurada socialmente, en un territorio dividido por dos vías del tren, dos carreteras y una autopista, dependiente administrativamente de Redondela y económicamente de Vigo. Autodenominada República Independiente, antes que alguna multinacional del mueble, abandonada a su suerte en un lugar idílico, aferado por el urbanismo.

El deporte, el balonmano, el fútbol, los grupos de baile regional, alguna actividad del Centro Recreativo Cultural - incluido el ajedrez-, el grupo Altamar -muy ligado a la Iglesia-, y el apoyo de Pescanova y el Restaurante El Canario, con su entendimiento social, presupusieron una salida para muchos jóvenes que, en la mayoría de los casos, abandonaban muy pronto los estudios -por razones económicas o de fracaso escolar-, y cuyas alternativas no eran demasiadas.

Soto, así le denominaban en el deporte, jugó al fútbol en la playa y en los equipos del barrio, llegó a disputar en la División de Honor de Balonmano con el Teucro, presidió el Chapela, creó equipos en diferentes categorías, y antes de que nadie se lo pidiese, integró a la mujer en el deporte. Luchó por un Pabellón de Deportes para Chapela que ahora -por sabia decisión del Concello de Redondela-, lleva su nombre, para ejemplo de las nuevas generaciones de beretes y de cuantos puedan amar el deporte. Siempre contó con el apoyo de su esposa Mari Carmen y de sus hijas.

Manolito regresará con cada marea, empujado por los remos de la trainera de Chapela, del Club de Remo que, siguiendo su ejemplo, creara Paco Alonso "Fenosa", otro de los hombres ejemplares de la parroquia, como Serafín Castro "Nés" -fundador de la Fiestas del Carmen-, la Capela -impulsora de la Traída de Aguas-, el doctor Jesús Durán Troncoso, Cándido "Norte" -el gran Patrón-, Nito Tizón -potenciador del Chapela de fútbol-, Miguel Martínez Salomón y Modesto González -dinamizadores de los grupos de baile-, Juan Rivas; los grandes patrocinadores de todos ellos, Manuel Rodríguez Casal "El Santiagués" y José Fernández "Pescanova"; y tantas otras personas, más o menos anónimas, que con esfuerzo y dedicación a los demás supieron rescatar a los jóvenes de Chapela de un mundo entonces de arrabal al que empezaba a llegar el tranvía.

Hoy Chapela, sede de Faro de Vigo y de Nova Pescanova, encuentra nuevos referentes de valor en su Banda de Música, en la Coral, en su Centro de Actividades Acuáticas, en la activa Asociación de Vecinos, en sus Centros de Enseñanza, en su Círculo Recreativo y Social, y recibe la atención de las autoridades municipales, provinciales y autonómicas. La estela de personas como Manuel González Soto, su ejemplo y dedicación, marcaron un camino de reestructuración social positiva.

A Manolito y a aquellos que han sabido anteponer los intereses generales a los particulares de Chapela les encontraremos siempre al subir la marea, mientras con ella lleguen las humanizaciones, la Senda Verde, los nuevos aparcamientos, usos adecuados para las estaciones de tren, parques. Ellos siempre estarán ahí.

Descanse en paz un gran hombre, Manuel González Soto, y perviva su ejemplo.

*Periodista y berete