Vigo inició hace años la construcción de un enorme puente de relación económica con la República Popular de China. Hoy existe una vertebración fluida con conocidas empresas metropolitanas que cuentan con la presencia de capital y tecnología china, con programas de apoyo al tejido productivo y compromisos de largo plazo.

Pero claro, vivimos en una sociedad hispana en que los valores del fútbol se sobredimensionaron en la opinión pública, por encima de los temas sociales, económicos y políticos. La enorme fuerza con que se manipula el sentimiento deportivo hizo que el fútbol se haya convertido en algo más que un deporte. Para unos es un juego, para otros un negocio y para el poder oculto que lo mueve es una ideología. Y así, el fútbol-negocio se convirtió en una parte del tablero de ajedrez internacional como una ficha más de la inversión.

El fútbol, como parte de la economía mundial, no es impermeable a la influencia de los mercados ni a la presencia de nuevos patrones que los dirijan. Los ejemplos del Inter, Manchester, Espanyol, Praga, etc. son las primeras fronteras europeas que el capital chino ya traspasó. El futbol incorporó al deporte en un lugar oscuro de la estructura económica globalizada. No es de extrañar que los chinos quieran integrar esta actividad deportiva en su sistema de economía mixta para ser reconvertida, producida y divulgada como parte de su propio proceso deportivo, económico y cultural, más que como un producto especulativo de mercado. Los chinos intentan demostrar que es posible conquistar nuevos espacios desde la microeconomía deportiva, frente a la macroeconomía del fútbol que representa la FIFA, como multinacional de intereses financieros, en que los beneficios ya priman más sobre los valores deportivos y educativos. ¿La presencia china en Vigo va a significar que el fútbol seguirá utilizando a los futbolistas como mercancía e iconos de merchandising, al igual que la superestructura político-ideológica de la FIFA y la UEFA?¿Seguirán los chinos la huella marcada por los grandes patronos del fútbol europeo como sumideros de paraísos fiscales? Sus metas podrían ser otras.

Pero llama la atención el silencio de las negociaciones con que se perfila el precipitado futuro del club. La afición no es un testigo mudo cuyo sentimiento pueda manipularse, por eso debiera de ser consultada para establecer el arropamiento necesario en el posible traspaso de poderes. La marca Celta de Vigo tiene el reconocimiento de Equipo-Ciudad, por la identidad social que representa, factor que hay que asegurar para garantizar permanencias; así como blindar ciertos extremos en el convenio del club con el Concello.

El Celta tiene el valor añadido de contar con una afición cuya mayoría vincula parte de su vivencia existencial con los colores celestes y que, además, reconoce la gestión económica y deportiva desempeñada por el presidente, Carlos Mouriño. Pocos equipos tienen una dimensión tan compartida como el Celta, porque es de todos. Este enorme valor social lo conoce el nuevo grupo comprador.