Coincidí con Ignacio Zoco a principios de los años setenta, yo en mis inicios en el Celta y él ya como ilustre veterano del Real Madrid. Era un jugador bien tranquilo, parsimonioso, uno de esos futbolistas que nunca se ponen nerviosos, un líder en el campo. Iba bien de cabeza y, aunque era algo lento, sabía leer las necesidades del juego. Era el hombre que daba equilibrio a aquel equipo porque era mucho más tranquilo que todos los demás.

Zoco, digámoslo así, era el hombre que asentaba el juego de aquel Madrid. Pero era también un centrocampista fino, de los que aportan soluciones sin dar una patada. Para eso estaba Benito. Un futbolista sosegado y un tipo muy sensato jugando, discreto en el deporte y en su vida personal. No era un hombre en absoluto altanero. En el campo veías que esa sensatez que transmitía al juego la tenía en su vida personal. Su matrimonio con la cantante María Ostiz le incrementó su popularidad, pero él siempre rehuyó los focos. En el campo destacaba como jugador pero sobre todo se veía que era una gran persona.

*Exjugador del Real Club Celta