El revés y el derecho

Gabo, la música contada

Dotado de un oído especial para convencer al idioma de que lo obedezca, el novelista más musical del siglo XX, Gabriel García Márquez, concitó este miércoles a los astros de la lírica para que compartieran con él la grandeza de su escritura. 

Gonzalo García Barcha , hijo de Gabriel García Márquez, durante la presentación del libro inédito de Gabriel García Márquez `EN AGOSTO NOS VEMOS´.

Gonzalo García Barcha , hijo de Gabriel García Márquez, durante la presentación del libro inédito de Gabriel García Márquez `EN AGOSTO NOS VEMOS´. / DAVID CASTRO

Juan Cruz Ruiz

Su libro más esperado, y más improbable, que superó con los años la maldición con la que él lo había arrinconado (“hay que destruirlo”, vino a decirle a sus hijos) ya está en la calle, se puso de largo precisamente este miércoles 6 de marzo, cuando él hubiera cumplido 97 años. Y fue en Barcelona, un talismán de su vida.

Atacado por la enfermedad que halló nombre cuando él era un muchacho, el alzeimer, terminó siendo desobedecido por sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, que, ayudados por un gran editor que ya lo había sido de su padre, Cristóbal Pera, le dijeron a sus editoras (Random House en todo el mundo de habla hispana; Planeta en México y Centroamérica) que ya podían contar con esta música póstuma que siempre se tituló, cuando Gabo sabía y cuando él ya no sabía, 'En agosto nos vemos'

  • Esta celebración del nacimiento de una novela, y ya no habrá más novelas, dijo Gonzalo en la presentación definitiva de este hallazgo, tuvo efecto en Barcelona, donde Gabo conoció el éxito de 'Cien años de soledad' mientras simulaba en los bailes de la 'gauche divine catalana' que él todavía no era verdaderamente un escritor… Él vivió allí, con su mujer, con sus dos hijos, en la calle Caponata, a la espera de que desde ArgentinaPaco Porrúa, su editor, le dijera que aquella maravilla, 'Cien años…', que le abriría los cielos del olimpo, en efecto lo iba a convertir en millonario.No fue cualquier cosa aquella premonición. Cuando él y Mercedes Barcha, la madre de los chicos, contrajeron matrimonio alguien le fue con cuentos al suegro: ese muchacho será siempre un muerto de hambre. A quien quisiera oírle Gabo le decía, para que fuera con el cuento al suegro, que él un día sería millonario.Lo fue, también millonario de lectores. En Barcelona, donde escribía descalzo y bailaba como un colombiano, supo de la buena nueva que acompañó la suerte de la novela más importante de la literatura en español del siglo XX, vivió allí su idilio familiar con la ciudad, compartió las mieles del boom hasta que rompieron, con Mario Vargas Llosa, y encontró al gran amor de su vida de escritor: Carmen Balcells, la agente literaria que procuró que la riqueza que venía por un lado no se le fuera por el otro.Jamás se dejaron ni se interrumpieron la agente y él, hasta el final de los días de Gabo, que murió dos años antes que Carmen. Hasta que ésta tuvo respiración, esa reunión astral (a Carmen le encantaba comprobar la suerte consultando a los astros) les dio beneficios mutuos. Ella, Carmen, como los hijos, como los que leyeron las distintas fases de la novela que ahora reaparece como una emocionante novedad, tenían el pálpito de que era francamente exagerado romper en pedazos, tirar lo escrito a la basura llorosa de la historia. Los hijos dicen en el prólogo de esta edición que ahora es materia de lectura universal, pues en mucho tiempo un libro no ha creado tanta expectativa, que ojalá el padre les perdone por haber sacado de los arcanos universitarios esta obra de arte. En el acto de Barcelona, donde la actriz de origen argentina Barbara Lennie leyó párrafos que llenaron de emoción el auditorio de la Biblioteca Gabriel García Márquez, el marco de esta celebración, se escuchó la absolución laica de Héctor Abad Faciolince, colombiano como él, enamorado del texto y de su música. Dijo Héctor, mirando a Gonzalo: “Dénse ustedes por perdonados”.Hubo en este acto mucha gente que aun recuerda al Gabo que escribía descalzo o jugando con sus hijos; aquel que recibía a los visitantes, para quitarse a sí mismo la timidez o la vergüenza, activando un artilugio que desprendía una risa fantasmal. Con aquella indumentaria como de arreglar coches, parecía vivir en el limbo infantil de sus hijos, en una casa que sabía a Bach y seguía siendo como un bromista de Cartagena de Indias y ya estaba en su estantería chica la legendaria cubierta de 'Cien años de soledad'.  Esa atmósfera de sorpresa y alegría había este 6 de marzo, como si en efecto Gabo hubiera vuelto, tras una larga excursión, a la ciudad de Barcelona, y se hallara entre amigos antiguos, como Leticia Feduchi y sus hijos, escuchando en la Biblioteca que lleva su nombre la música de jazz o algunas de las composiciones de sus músicos más queridos.Fervor por GaboXavi Ayen, uno de los grandes escritores del periodismo que sabe del boom, Pilar Reyes, la directora de la literatura en la casa Random House, y el paisano Abad Faciolince, el hijo Gonzalo, le pusieron literatura, evocación, a un acto que parecía una resurrección de bienvenidas. Aquella atmósfera, llena de música y de palabras, parecía dirigida por Gabo y por Carmen Balcells (alguien dijo: “Es como si resucitaran a la vez Carmen Balcells y Gabriel García Márquez”) en la ciudad que fue gran parte de la vida que ambos celebraron. He vivido años junto a escritores, trabajando con ellos, leyéndolos, haciéndoles café o excursiones, desde Paul Bowles a Elena PoniatowskaOctavio Paz o Jorge Luis Borges, a todos los he visto hablar de sí mismos y sobre otros. A quien conocí cuando yo aun no sabía cómo eran los escritores fue precisamente a Gabriel García Márquez. Abrió con su carcajada de cartón la calle en la que guardaba la intimidad de la casa, su cabeza pesando sobre unas manos que había adiestrado para que lo sorprendieran haciéndole caso a su ritmo, el que sigue intacto en esta novela que es la sinfonía para una mujer triste que se pasó la vida viajando para recuperar su alegría. Algunos van diciendo que quizá este libro, en efecto, pudo esperar la suerte de la nada. Nos hubiéramos perdido la mejor metáfora de Gabo. Quien abre este libro, que es como una alcancía de secretos, abre también un cajón de lágrimas por las que él camina abriéndole la puerta al que tiene la voluntad de envolverse con su modo de decir, con su melancolía.Esa cara que tenía Gabo cuando, al final de sus tiempos lúcidos, empezó a saber que lo que tenía delante ya tan solo era el pasado, se entiende mejor aquí, en esta caja de música con la que se despidió de la salud de vivir.Esta novela lo ha desvelado para ser reconocido otra vez con la alegría de ser leído como si fuera por primera vez y este libro inaugurará de nuevo su viaje por la música de escribir.

Fervor por Gabo