Las fantasías escapistas de la élite

Douglas Rushkoff: “Los milmillonarios tecnológicos se están preparando para la catástrofe que ellos mismos han provocado”

Colapso medioambiental, explosión nuclear, un virus imparable, un sabotaje informático, guerra biológica…

Douglas Rushkoff.

Douglas Rushkoff.

Leticia Blanco

Douglas Rushkoff es uno de los mayores expertos en internet. El padre del concepto de viralidad y uno de los pensadores más influyentes sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas fue invitado en 2017 a un retiro de superlujo en mitad del desierto por cinco millonarios (de quienes tiene prohibido desvelar el nombre) para charlar sobre “el futuro de la tecnología”.

Cuando llegó se dio cuenta de que la única preocupación de esos poderosísimos hombres era, literalmente, cómo salvar su pellejo del apocalipsis, lo que ellos denominaban “el evento”. Colapso medioambiental, explosión nuclear, un virus imparable, un sabotaje informático, guerra biológica… "Los milmillonarios llevan años preparándose para escapar del resto de la humanidad, de la turba enfurecida, de nosotros", explica.

De eso va el ensayo ‘La supervivencia de los más ricos’ (Capitán Swing, el 18 de septiembre en librerías), donde Rushkoff detalla las fantasías escapistas de los milmillonarios tecnológicos y su egoísta mentalidad. No es casualidad que Jeff Bezos quiera emigrar al espacio, que Elon Musk quiera colonizar Marte, que Peter Thiel (el fundador de Paypal) aspire a la inmortalidad en su búnker de Nueva Zelanda o que Sam Altman, el creador de ChatGPT, se haya propuesto cargar su mente en un superordenador. “Para ellos, el futuro de la tecnología consiste en una sola cosa: escapar del resto de nosotros”, explica Rushkoff. 

¿Por qué escribió el libro?

Cuando conocí a estos milmillonarios tecnológicos me di cuenta de que, en realidad, no tenían ninguna intención de hacer del mundo un lugar más habitable. Solo les interesa construir algo para su supervivencia personal. Su promesa de la tecnología de hacer un mundo mejor para todos es radicalmente falsa. Se están preparando para la catástrofe que ellos mismos han provocado. 

¿De verdad creen que podrán escapar del apocalipsis?

Es que no son tan inteligentes como parece. No han leído mucho, la mayoría abandonan la universidad tras el primer año, como Mark Zuckerberg, que es muy inmaduro. Son personas muy poderosas cuya educación cultural se limita a haber visto un puñado de películas de zombies.  

Mark Zuckerberg se ve a sí mismo como César Augusto. Está obsesionado con él. Lleva el mismo corte de pelo

¿Qué tienen en común?

Todos, en el fondo, somos un poco extraños. Pero el problema de, por ejemplo, Elon Musk, es que su extrañeza, su autismo o Asperger, puede volverse muy extrema, casi sociópata, si no se equilibra con algo más. Algunas emociones humanas se exacerban con la tecnología digital y pueden llevarte a tener un visión totalizadora del mundo. Estoy seguro de que Musk es una persona divertida y con buenas intenciones, pero no puede evitar ver a los humanos desde una distancia sociopática, como si fuéramos piezas de una máquina. 

¿Cómo? 

Lo digital ama el capitalismo y el capitalismo ama lo digital porque ambos pueden crecer exponencialmente para siempre. El capitalismo está diciendo que el proyecto humano tiene que ver con el beneficio, con los números. Por eso se prima una comprensión no espiritual del mundo, cientificista, donde todo puede etiquetarse. Lo digital domina, se expande y consume, por eso ama la masculinidad, al menos la occidental tradicional tóxica. Y por eso el entorno digital premia a todos esos líderes ateos, materialistas, expansionistas y colonialistas.

La tecnología digital es realmente buena en crear soluciones falsas para los problemas

En el libro explica que los búnkers han dejado de ser una fantasía. 

Parece una locura, pero son una realidad. Y no sólo existen en Hawai o Nueva Zelanda. Hay una empresa suiza, Oppidum, que los está construyendo por toda Europa, sobre todo en Croacia. Son apartamentos de lujo bajo tierra. Los venden a prueba de terremotos y el desastre nuclear. 

Lleva escribiendo sobre internet desde que nació, ¿en qué momento se torció todo?

Alrededor de 1994. Al principio, la red no tenía ánimo de lucro, era un espacio puro que iba a ayudar a las personas a conectarse entre sí. Los que estábamos allí al principio éramos jóvenes californianos a los que nos gustaba la psicodelia y creíamos en la utopía. Programábamos por el día y nos íbamos de rave por la noche. Hasta que la revista ‘Wired’ dijo en 1993 que la red era una gran oportunidad de negocio y todo se fue al garete. 

El estado era entonces el enemigo. 

No vimos venir que si te deshaces del gobierno, lo que estás creando es un espacio sin ley para que las corporaciones hagan lo que quieran. No supimos ver que la desregulación no consiste solo en dejar que los piratas informáticos campen a sus anchas, sino que lo hagan también las grandes empresas. No creo que Biden consiga regular a las grandes tecnológicas. 

Es más probable que la magia nos salve del apocalipsis que el futuro tecnosolucionista

¿En qué se ha convertido internet?

La tecnología digital es realmente buena en crear soluciones falsas para los problemas. También lo es a la hora de aislarnos y distanciarnos de las repercusiones de nuestras acciones. Cuando compras un Tesla no ves la contaminación que genera la fabricación de su batería, ni a los niños en las minas de cobalto. Amazon incluso tiene una opción para evitar el contacto humano con el repartidor. 

Todo esto recuerda un poco a los hippies, que acabaron convertidos en yuppies. 

Sí, al capitalismo siempre se le ha dado genial absorber su propia crítica. Puedes ir al Burning Man, tomar ayahuasca, usar ropa sostenible y pregonar sobre los derechos de las mujeres y seguir siendo un imbécil destructivo. Cuando yo era joven pensaba que cualquier persona que tomase hongos vería lo que yo vi y se convertiría en una buena persona, pero la mayoría de idiotas siguen siéndolo después de tomar ácido. A Hitler también le encantaban los psicodélicos. ¡Y la naturaleza!

¿Qué nos salvará?

Los libros, la comedia, las películas, los rituales, la danza, el amor, el yoga, el tantra y todas esas cosas de las que la gente se ríe. Odio decir esto, pero ahora mismo es más probable que la magia nos salve del apocalipsis que el futuro tecnosolucionista. La racionalidad, el cientificismo y el solucionismo han alcanzado su límite. No creo que Monsanto vaya a resolver la crisis alimentaria cultivando alfalfa falsa en el océano. Es hora de recuperar las ciencias perdidas. 

¿Qué opina del combate entre Musk y Zuckerberg?

Ellos se ven como dioses. Es como si Zeus y Atenea decidieran tener una batalla y nosotros, los pequeños humanos, la mirásemos desde abajo. O como si Batman y Superman se peleasen. Mark Zuckerberg se ve a sí mismo como César Augusto. Está obsesionado con él. Lleva el mismo corte de pelo y empieza sus reuniones con su grito de guerra, ‘¡Dominación!’. Deberíamos estar agradecidos de que su modelo sea un dictador benévolo como Augusto y no Calígula. Y Elon Musk se ve a sí mismo como un semidiós. Ambos interpretan sus fantasías pop como héroes de la humanidad.