Tribuna libre

Giráldez, el himno de la alegría

Los jugadores celebran uno de los goles de ayer.

Los jugadores celebran uno de los goles de ayer. / Marta G.Brea

Manuel Villanueva

Manuel Villanueva

Claudio Giráldez es nuestra Torre Eiffel, se elevó desde el llano y cambió la forma de mirar. Una cuestión de altura.

Andábamos dando tumbos por la Liga, noqueados por el primer púgil al que nos enfrentábamos. Ni el mejor gaviero atisbaba tierra firme. Y en eso llegó, Él, Claudio (Armando Álvarez dixit) y mandó parar; recompuso líneas, cambió trazados, aligeró la defensa, le dio galones a quien debía, rescató a Carles Pérez, Hugo Álvarez, Carlos Domínguez y los puso a silbar la canción alegre de la cantera. Otra manera de leer la partitura.

Claudio llevaba tiempo haciendo sonar su aldaba (algunos escuchábamos su aporreo), pedía paso sin pedirlo, su trabajo y su tarea en el filial eran el sonido más bello después del silencio y la discreción. Se reivindicaba desde abajo, con la condición de los humildes, a base de planteamientos resolutivos y resultados evidentes. Eficacia probada.

Barreiro acunaba sus sueños, sus ilusiones, que con el tiempo habían de pasar por encima de los intereses. Aprendiendo que jugar y probar es descubrir.

Casi siempre la generosidad viene de la tierra, decía muy bien Yeats que “las flores son muchas y la raíz solo una”. La vida en sentido único.

Ayer frente al Las Palmas se abrió la luz, a base de juego y entrega, pese al desbarajuste inicial. Claudio reordenó la defensa y dispuso sobre el tapete su partido. Aspas crucial en el empate, Williot, el niño que surgió del frío, dispuso el paso de la geometría cúbica a la geometría aplicada. Quien aplica lo que sabe, no está obligado a más. Y la nave fue… el partido se inclinó hacia Porriño.

Aspas, goleador y multipasador, convirtió Balaídos en una fiesta, frotó una vez más su lámpara y le dio a Douvikas su sábado de resurrección y a la grada la dosis necesaria de tranquilidad; y para que nada pareciera poco encarriló el 4-1 y convirtió el escenario en el teatro emocionado del delirio.

La sobremesa de ayer podría resumirse en algo que leí del escritor y periodista italiano, Dino Buzzati: “Recordamos los inviernos de los cuentos, donde vivimos juntos sin saberlo”.

Claudio Giráldez nos ha devuelto la alegría secuestrada. “Vivir con suavidad, lleva su trabajo”, qué gran reflexión de mi padre.