Agridulce estreno en casa de Giráldez

El louriñés debuta en Balaídos con un empate sin goles corto para los méritos del Celta, al que mejoró con los cambios

Jailson celebra el gol que finalmente no subió al marcador tras ser anulado por el árbitro.

Jailson celebra el gol que finalmente no subió al marcador tras ser anulado por el árbitro. / Ricardo Grobas

Agridulce estreno en Balaídos de Claudio Giráldez, con un escuálido empate frente al Rayo Vallecano insuficiente para mejorar en la tabla y escaso para los méritos contraídos por el conjunto vigués sobre el verde. Salvo en algunos compases del primer tiempo, los celestes gobernaron el juego y dispusieron de las mejores ocasiones, pero les faltó claridad con la pelota, finura en el último pase y suerte en el remate para certificar su dominio con tres puntos. No le ayudó al equipo vigués el polémico arbitraje de Hernández Hernández, que anuló a Jailson un gol de debió al marcador por un leve empujón, apenas un soplido, de Carlos Domínguez a Óscar Valentín antes de que el brasileño contactase con la pelota.

No puso, en todo caso, nada fáciles las cosas el Rayo. El conjunto madrileño presentó batalla en todos los frentes y dispuso también de alguna ocasión interesante (la más clara un remate de Bebé en el segundo tiempo que pegó en la parte superior del travesaño), pero sobre todo dificultó la circulación de los celestes con agresividad en la presión y marcajes individuales que ahogaron su líneas de pase y le permitieron más de una vez correr a la espalda de la defensa.

Giráldez agitó el banquillo para reajustar sus piezas y la mejoría fue evidente tras el intermedio, pero insuficiente para encadenar un segundo triunfo.

La variante derecha

El duelo ante el Rayo confirmó la importancia que Hugo Álvarez tiene para el preparador louriñés. La novedad fue que el canterano actuó ayer a pierna natural como carrilero derecho, formando triángulo con Aspas y Mingueza para aprovechar el sentido del juego y el talento asociativo de los tres futbolistas más creativos de la plantilla. Aunque el ourensano dejó más de una pincelada de trazo fino, el experimento funcionó solo a medias por la férrea vigilancia que Íñigo Pérez ordenó sobre el barcelonés, siempre con un hombre encima, y la falta de tino de un Aspas demasiado protestón y a menudo pasado de revoluciones.

El cambio de banda de Hugo propició la titularidad de Manu Sánchez, al que se vio muy cómodo, y que tomó buenas decisiones, en este nuevo papel, mucho más profundo, que Giráldez otorga a los laterales. El madrileño acertó tanto a la hora de poner centros en el área franjirroja como para cortar balones que habrían dejado a la defensa celeste en precario.

Menos oportuno estuvo Starfelt, la otra novedad en el once, en el eje de la línea de centrales, una posición comprometida que ya la semana pasada dio no pocos problemas a Unai, suplente ayer, y que mejoró en el segundo tiempo con la entrada, primero de Tapia, y más tarde de Jailson.

Cambio de piezas

Claudio Giráldez está mostrando en estos primeros partidos al frente del Celta una interesante capacidad para interpretar problemas y buscar soluciones sobre la marcha. Lo hizo en Sevilla y lo repitió ayer con los cambios, que mejoraron de forma clara la salida de pelota y las prestaciones ofensivas del Celta en el segundo tiempo.

Tapia y más tarde Jailson dieron control y claridad al pase (especialmente el brasileño), proporcionando seguridad a la salida de balón y fueron importantes en la fase ofensiva, incorporándose con frecuencia al remate en jugada o a balón parado. El peruano suplió a Starfelt y el ex del Palmeiras a un desvaído Hugo Sotelo antes de que ambos intercambiasen sus posiciones.

Con el Celta ya al mando, Giráldez sacó a Carles Pérez por Bamba y cambió de banda a Hugo Álvarez que al final del encuentro, ya muy cansando fue sustituido por Cervi. El cambio, sin embargo, que más se hizo esperar fue el de Douvikas por un Larsen muy bien sujeto que rara vez fue capaz de imponerse a sus marcadores. Pathé Ciss lo secó.

Un gol que debió subir

Hace ya algún tiempo que Alejandro Hernández Hernández se ha caído del pedestal que no hace mucho lo situaba entre los mejores árbitros del país. Al Celta le salen esta temporada muy caros sus arbitrajes. En el duelo contra el Sevilla, al canario le faltó personalidad para ratificarse en la decisión de pitar penalti de Jesús Navas a Douvikas cuando el VAR lo llamó para que revisase la acción, que no ofrecía dudas, porque el defensa sevillista claramente se cargaba sobre el delantero celeste, impidiéndole rematar. Ayer, en cambio, anuló un gol que debió subir al marcador y habría dado la victoria al Celta por un imperceptible empujoncito de Carlos Domínguez a Óscar Valentín, que no intervenían en la jugada, segundos antes de que Jailson cabecease el balón al fondo de la red.

Once postes

El Celta pudo llevarse el partido en un testarazo franco de Renato Tapia a un gran centro de Aspas desde la derecha, pero sobre todo en los dos balones que el equipo celeste estrelló ayer contra la madera. El primero, tras un perfecto servicio de falta de Hugo Álvarez, fue de Larsen, con el infortunio de que Dimetrevski logró sacar de la línea de gol antes de que Bamba embocase la pelota; el segundo, en el último suspiro, llevó la firma de Carles Pérez, con un imponente trallazo al travesaño que dejó al Rayo con el susto en el cuerpo. El noruego contabiliza esta temporada cuatro postes. En conjunto, el Celta suma ya once.

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