Empate con amargo sabor a derrota

El Celta fracasa una vez más en Cádiz en la gestión de los últimos minutos, invadido por el síndrome del descuento

Luca de la Torre controla un balón ante la presión de Rubén Alcaraz. // Efe

Luca de la Torre controla un balón ante la presión de Rubén Alcaraz. // Efe / j. bernardo

Empate con amargo sabor a derrota del Celta en el Nuevo Mirandilla, donde el conjunto de Benítez dilapidó una enorme oportunidad de vivir un fin de temporada más o menos tranquilo tras dejarse remontar en el último suspiro por el Cádiz una cómoda renta de dos goles. La falta de ambición y el exceso de nervios pasó una prohibitiva factura al equipo celeste y vuelve a privarle en el último instante de una victoria que habría dejado estado crítico (6 puntos más el diferencial de goles) a su principal enemigo en la batalla por eludir el descenso.

El Celta exhibió en el estadio gaditano una gran pegada (marcó dos buenos goles en tres tiros a puerta), pero una vez más (y van ya demasiadas) fracasó de pleno en la gestión de los minutos finales, esta vez frente a un equipo que acumula 22 partidos sin relación con la victoria y que apenas había sido capaz de anotar un gol, de penalti, en los ocho partidos anteriores. Al Celta le hizo ayer dos en 41 minutos.

La amargura por la gran ocasión perdida que se acariciaba con la yema de los dedos se acrecienta por la falta del iniciativa de los de Benítez para proponer algo más que defenderse y contragolpear y sus evidentes problemas para mantener la concentración cuando el reloj rebasa el minuto 80. Al Cádiz le sobró el empuje y la ambición que al Celta le faltó en muchos momentos del partido. Hizo mucho más el conjunto de Pellegrino por el empate (corto al final para sus méritos) que el Celta por el triunfo.

El síndrome del descuento

El síndrome del descuento volvió a hacer estragos en un equipo que se echa temblar en cuanto el reloj llega a los últimos diez minutos de partido. En Getafe, el empate se les escapó a los celestes en el 89 con un gol con el hombro de Juan Mata tras neutralizar una desventaja de dos goles; la pasada jornada, frente al Barça, otro punto que parecía seguro se fue por el sumidero en el 98 por un infantil penalti de Beltrán; ayer fue Darwin Machís el que privó en el minuto 99 al Celta de una victoria que valía un verdadero tesoro con un golazo desde el pico del área grande que puso fin a una sucesión de ocasiones del Cádiz que el equipo vigués defendió atrincherado en su área al borde de un ataque de pánico.

Nada menos que 14 puntos han volado ya en los últimos diez minutos esta temporada por la falta de oficio para cerrar los partidos.

El Cádiz aprieta; el Celta pega

El Cádiz empujó desde que el balón salió a rodar, pero fue el Celta que el golpeó primero. Aspas culminó, con un remate ajustado al palo desde la media luna, un jugada iniciada por Manu Sánchez por banda izquierda. El madrileño combinó con Luca, el estadounidense sirvió la pelota hacia la frontal y Larsen, con un inteligente movimiento, dejó pasar el balón para que el moañés descerrajase un tiro mortal. Un gol en el minuto 11 que bajó los humos al Cádiz y reforzó al Celta en la idea de defenderse con orden para buscar un segundo zarpazo a la contra. Los celestes solo sufrieron a balón parado (Guaita repelió con una buena parada un tiro de falta de Alcaraz y Maxi cabeceó cerca el palo un córner) hasta que Williot amplió la renta en los compases iniciales del segundo tiempo (minuto 58) tras convertir desde el pico el área chica una gran asistencia de Manu.

Pellegrino agota recursos

Con el 0-2, anotado por el joven sueco nada más ingresar en el campo, el campo parecía inclinarse definitivamente a favor del Celta, que incrementaba su renta con dos goles en dos tiros a puerta mientras la hinchada local se impacientaba, clamaba contra Maxi y pedía la cabeza de Manuel Vizcaíno, el presidente cadista. Con todo ya perdido, Pellegrino movió ficha y los cambios mudaron la cara al partido. Entraron Sergi Guardiola y Chris Ramos y en el primer balón que tocó el catalán le puso un centro de gol a Juanmi que el malagueño (todo un especialista en marcarle al Celta) no desperdició. No fue el único cambio decisivo. El gol del empate lo anotó Machís a los 13 minutos del ingresar en el campo. Entró en el 87 y marcó en el 99 con el Celta conectado a la bomba de achique.

Del conformismo al pánico

El gol de Juanmi dio motivos para creer al Cádiz e hizo desaparecer del campo al Celta, que apostató definitivamente a la pelota esperando que el Cádiz, ya volcado en la busca del empate, dejase espacios a su espalda. Pero los de Benítez no los encontraron. Pasaron directamente del conformismo al pánico mientras Pellegrino iba agotando todos los recursos de su banquillo.

Los cambios de Benítez estuvieron más condicionados. Jailson ingresó por la lesión de Tapia, Mingueza entró como relevo natural de Manquillo y Douvikas suplió con el segundo tiempo bastante avanzado a Larsen. El último cambio (Carlos Domínguez por Williot) estuvo marcado por la lesión del atacante sueco tras una alevosa entrada de Juanmi, pero Benítez quiso también blindar el resultado con un tercer central. El efecto de la maniobra fue el contrario del perseguido. El Cádiz empujó con centros laterales que al equipo celeste le costó cada vez más defender y acabó encontrando premio con un golazo de Machís después de que Guaita, de nuevo de lo mejor del Celta, privase con una gran parada a Sergi Guardiola del empate.

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