Celta 0 - 3 Atlético de Madrid

Un catálogo de desgracias

El Celta pierde con el Atlético de Madrid un partido que arruinó el fallo de Iván Villar en el minuto 27 que provocó un penalti y su rigurosa expulsión

Los vigueses, que habían comenzado muy bien, resistieron hasta que Griezmann, en un golpe de suerte, anotó el segundo

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta es el Ikea de las desgracias. Su catálogo, como el de los fabricantes de muebles suecos, es interminable y ofrece variedades de toda clase. Esta temporada está especialmente imaginativo en este aspecto y ayer dio una nueva muestra de ello.

Un terrible error de Iván Villar y una decisión algo “radical” del colegiado arruinaron la noche ante el Atlético de Madrid que se encontró de repente un penalti para adelantarse en el marcador y un hombre más para gestionar esa ventaja. De poco servía todo lo bueno hecho hasta ese momento. Pese a la resistencia del Celta, los de Simeone se llevaron un triunfo plácido y hundieron un metro más a los de Benítez en la fosa.

Este partido se explica en una jugada. La del minuto 27, la que hizo sonreír en casa al padre de la famosa sentencia de que “el fútbol es un juego de errores”. Hasta ese momento el Celta había jugado una media hora modélica, impecable. A Benítez casi todo le había salido bien. Trazó un plan en la caseta y todo iba sucediendo siguiendo su guion. Solo podía echar de menos algo de precisión en el remate final para trasmitir al marcador la superioridad que el Celta ejerció sobre el campo en el arranque. La idea de colocar a Kevin sobre Samuel Lino rebajó las prestaciones del peligroso atacante colchonero; la de situar a Mingueza en el medio del campo proporcionó al Celta más versatilidad, control en el medio y llegada al área rival; y encontró en las buenas piernas de Bamba, Aspas y Larsen la forma de comprometer en las transiciones al Atlético de Madrid.

Todo fluía en dirección a Oblak. Se veía al Celta fresco, como si las dos semanas sin partidos le hubiesen sentado bien y no le pesase ni el mal arranque de temporada ni su inquietante trayectoria en Balaídos esta temporada. Firmeza en defensa, serenidad con la pelota y chispa para amenazar el fortín de Simeone –fiel a su línea de tres centrales–. Solo había un problema (y serio): el nulo acierto a la hora de culminar el trabajo. Larsen, convertido en un titán, se encontró una vez el pie de Hermoso y en otra eligió un mal golpeo ante Oblak. Algo parecido le sucedió a Aspas en otra buena transición que culminó con un remate a las nubes o a Mingueza en un balón que se encontró en el área con tiempo y distancia para elegir otra solución. La secuencia de los acontecimientos ilusionaban a Balaídos y comprometían al Atlético que no encontraba la forma de amenazar al Celta más allá de un disparo de Lino. Pero se confirmó una vez más que el optimismo es el peor camino que puede elegir un celtista y llegó el minuto 27.

El instante fatídico de la noche se produjo en un centro desde la izquierda que Iván Villar salió con la intención de blocar. Lo hizo de manera lamentable, el balón se le escurrió y cayó a los pies de Morata que le regateó. El portero del Celta, por instinto se fue al suelo en busca de a pelota, pero atropelló al delantero. El penalti era indiscutible. Pero apareció Cuadra Fernández con la tarjeta roja en la mano y todo se derrumbó de golpe. Aquí ya hay más dudas. El reglamento dice que para tomar esa decisión el portero debe tener solo lo intención de tumbar al atacante y no de alcanzar la pelota. Mucho supuso el árbitro por lo tanto porque la sensación que deja la jugada es que Villar quiere atrapar el balón.

La cuestión es que Griezmann batió a Guaita –que hizo su estreno con la camiseta del Celta– y, sin dar un palo al agua, el Atlético de Madrid ganaba 0-1 a un equipo que tenía que afrontar una hora con diez futbolistas. Un panorama terrible para los de Benítez que, sin embargo, respondieron con una energía extraordinaria. Aspas fue en gran medida el responsable. Indetectable para los de Simeone, cada intervención en el juego generaba desequilibrio y desorden en el rival. Eligiendo muy bien el momento en el que correr, el Celta comprometió al Atlético y tuvo el empate pasada la media hora en un remate de Larsen que se fue alto y en otro de Aspas que cruzó en exceso. No acusaban los vigueses la expulsión y el equipo se había ajustado bien prescindiendo de Kevin y retrasando las posiciones de Mingueza y Larsen.

Pero en el segundo tiempo el partido ya fue otra historia. Simeone, inquieto por Aspas y por el escaso control, renunció a un defensa para poblar el medio del campo y desconectar al moañés. Pero el Celta, aunque sometido por la posesión de los colchoneros, no estaba ayer dispuesto a resignarse. El equipo siguió buscando la portería rival y en el minuto 55 Bamba estrelló el balón en el larguero después de una magnífica jugada de Luca de la Torre (otro de los que jugó un buen partido). A Simeone se lo llevaban los demonios.

Entonces Benítez tomó una decisión arriesgada: prescindió de Aspas para dar entrada a Douvikas lo que generó un cierto rumor en la grada y una pequeña tormenta en el banquillo. Quiso la desgracia que inmediatamente llegase el segundo gol del Atlético de Madrid. Otra para el catálogo famoso. Griezmann se llevó el balón en una contra tras verse favorecido en dos rebotes y al pisar el área, en su intento de centrar, golpeó mal la pelota que se fue en dirección al primer palo sorprendiendo a Guaita que había salido en busca de un centro que nunca existió. Lo dicho. Al Celta incluso le marcan cuando no quieren.

Con ese panorama y el Atlético sacando más jugadores frescos del banquillo, el partido dejó de existir. No se le puede poner un pero a la actitud de un Celta que siguió buscando un mínimo consuelo. Pero cada contra de los colchoneros era medio gol. Griezmann hizo el tercero y ahí se acabó la cuenta. Aún queda lejos la Semana Santa pero hace tiempo que el Celta ha comenzado su estación de penitencia.