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El gran reto del capitán

Hugo Mallo, discutido por un sector de la afición, intenta recuperar su mejor versión sin indicios de que Coudet se plantee de momento su suplencia | El marinense, cuya renovación Mouriño anticipa, mantiene su peso en el vestuario y cuenta con el afecto de la plantilla y del personal del club

Hugo Mallo se queja al árbitro durante el partido del Celta en Mestalla. LOF

Este Celta de Coudet, de dibujo y alineaciones escasamente flexibles, mezcla titulares indiscutibles y otros bajo permanente sospecha a ojos de la grada. Entre ellos, Hugo Mallo. Un sector del entorno reclama su suplencia. A la competencia de Kevin se ha unido esta temporada Mingueza. No han trascendido indicios, sin embargo, de que la fe de Coudet en él haya flaqueado. “No hay nada más injusto a veces que tratar a todos por igual”, defendía Del Bosque, en su gestión de determinados veteranos. Mallo cose épocas y aporta identidad. Sigue sujetando con firmeza las riendas del vestuario. Y aspira a recuperar su mejor versión dentro de la cancha.

Hugo Mallo, que en cierto modo se crio en A Madroa para la vida igual que para el fútbol, se saltó el filial. Eusebio lo reclutó directamente desde juveniles para hacerlo debutar con 18 años. Transita su decimocuarta temporada en el primer equipo. Atrás han quedado los cantos de sirena de otros clubes. Aquel chiquillo que interesaba al Inter de Milán o la Juventus será un “one club man” cuando se retire. Nada importa que su contrato actual concluya en junio. “Sucederá en el momento que se considere oportuno”, ha pronosticado Carlos Mouriño sobre su renovación. “No estamos hablando de tiempo ni de dinero. No existió esa conversación con Iago ni existirá con Hugo”. El presidente le anticipa además un cargo en el club tras colgar las botas: “Hugo, como Iago, tiene un futuro en el Celta que durará muchos años”.

Hugo Mallo y Iago Aspas condensan como iconos una época aún vigente: ascenso, al menos once campañas seguidas en Primera, dos semifinales coperas, una en Europa League... Mallo ya no compite por el efímero presente, sino por la gloria eterna de Manolo. El vigués acumuló 532 partidos en 16 temporadas. Mallo lleva 427. La edad –31 años cumplidos en junio– lo alienta en la caza. El fútbol lo examina a diario.

El mérito de Mallo, que ha jugado entre 21 y 35 partidos ligueros en cada ejercicio, se incrementa en la enumeración de sus desgracias: la rotura de cruzado y meniscos de la rodilla izquierda de enero de 2013, la luxación acromioclavicular de 2014, el ligamento lateral interno de la rodilla derecha dañado en 2015, la pubalgia de 2020, diferentes roturas fibrilares... La última lesión grave se produjo en la visita del Betis a Balaídos, en marzo. Chocó con Carvalho en la pelea por un balón dividido, se dolió pero siguió jugando hasta el pitido final pese a que el partido carecía de trascendencia clasificatoria para el Celta. Los médicos descubrieron después que se había fracturado la rótula derecha. Una historia en sepia, de cuando Pahíño jugó con una pierna rota porque no se permitían cambios.

Se antoja inevitable que semejante historial haya afectado a la pujanza de un lateral que en su primacía provocó sudores a Neymar y Cristiano Ronaldo. Reyes Álvarez, presidente de Terra Celeste, presenció desde Tribuna Baja uno de aquellos pulsos con el astro luso. Cristiano masculló un insulto; no por ofensa, sino por la frustración de no poder desbordar al lateral. “No puedo con él. Es muy bueno”, le oyeron maldecir claramente los aficionados próximos. Cuando concluyó el choque, Cristiano trotó hacia Mallo para felicitarlo.

Esa tenacidad ha distinguido a Mallo y explica su trayectoria. “No voy a irme en regate”, ha bromeado a veces, consciente de sus limitaciones. Pegajoso en defensa, en ataque ha presumido de la sencillez en las combinaciones, de leer el momento y sobre todo de insistencia cuando se ha sentido fresco. Ha anotado doce goles, entre ellos en un 4-1 al Deportivo y el que abrió la cuenta del 0-2 en Krasnodar. Aspas ha sostenido públicamente que Mallo, internacional hasta la sub 21, hubiera merecido una convocatoria con la absoluta. Aún lo repitió no hace tanto, ya en esta fase de rumores en Balaídos.

Manolo y Hugo Mallo. ALBA VILLAR

Porque Mallo, al contrario que Aspas, no se ha mantenido invulnerable a las fluctuaciones del equipo. Y como además solía ejercer de portavoz en televisión tras los desastres en las Ligas 2018-2019 y 2019-2020, muchas veces para abroncar al grupo, se convirtió también en el compendio de la angustia colectiva. En octubre de 2020 vivió su peor momento. Óscar García Junyent le retiró la capitanía en una reunión en el vestuario, delante de toda la plantilla. El catalán aseguró en rueda de prensa que Mallo había solicitado a la directiva que le dejase salir en el mercado de invierno. Se habló de una insubordinación, lo que Mallo siempre ha negado. No se puede negar el deterioro de su relación. Óscar sería despedido poco después. Lo sentenciaron los resultados, pero es obvio que la directiva, al contrario de lo que había sucedido con Berizzo y Orellana, se alineó con Mallo.

Con Coudet, Mallo ha mantenido el brazalete y la titularidad sin discusión. Acepta el papel que le toca hoy en día, el de lateral que guarda más la posición, en su convivencia con el exuberante Galán. A Coudet no le agrada el estilo de Carreira, a quien Óscar había promocionado. Lo considera frágil en la contención. Y la directiva nunca ha contratado otro lateral que amenace claramente la posición de Mallo. Kevin ha cumplido cuando ha jugado. Pero en el nigranense, de comportamiento extraordinario, no caben politiqueos internos –como los que sufrió Pinto de Cavallero–. Ahora ha llegado también Mingueza, polivalente pero que padeció en el Barcelona como lateral y al que de momento Coudet ha empleado de manera marginal.

Si de Mallo se puede debatir su momento de forma, nada empaña su ascendencia sobre los compañeros. El club agradece especialmente que haya controlado tan bien el vestuario, incluso en los malos momentos, cierto que ayudado por el perfil de los jugadores y el elevado porcentaje canterano. Se siente concernido por el bienestar personal de todos, especialmente los recién llegados. No solo se preocupa de los futbolistas del primer equipo. Es fácil verlo mantener largas y entretenidas conversaciones con personal de todos los niveles. Cuentan que un día, a un compañero que había sido grosero con un empleado del club, le lanzó una seria advertencia, tan contundente como aquella colleja a un atacante del Krasnodar: “En el Celta todo el mundo merece respeto”. “Un capitán de 10”, resumen.

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