La máxima de toda cantera, por encima de los resultados, es nutrir de jugadores al primer equipo. La función formativa excede en este punto a la competitiva. No importa tanto ganar partidos como que los chicos adquieran las herramientas para desarrollar su talento en un proceso de aprendizaje personal y deportivo cuya meta es el fútbol profesional.

En el Celta, un club que desde hace más de una década ha hecho de la apuesta por la cantera una de sus principales señas de identidad, este proceso natural parece haberse invertido en los últimos tiempos. Desde hace un par de años, el filial prioriza el ascenso de categoría sobre la formación y la puesta en marcha de la Segunda División Pro ha acelerado esta tendencia hasta extremos insospechados. El propio Carlos Mouriño lo reconocía no hace mucho en una entrevista con este diario. “Lo consigamos o no, el ascenso es una prioridad para nosotros. Y tal vez por eso volvamos a cambiar un poco la filosofía del equipo que estábamos haciendo. Los filiales están pensados para la formación y se demuestra que les cuesta brillar en una categoría que es casi profesional, llena de jugadores muy curtidos. Por eso vamos a saltar seguramente las normas de las edades para formar un equipo que aspire a estar supuestamente entre esos siete primeros de grupo que dan derecho a jugar la Pro”, explicaba el presidente céltico. “No se trata de contratar futbolistas más mayores, sino más hechos a la categoría. Siempre sube mucha gente del equipo juvenil y seguramente suceda de nuevo, pero tendremos que incorporar otro perfil de futbolista para compensar esa juventud” precisaba.

Dicho y hecho, el segundo equipo celeste, otrora integrado mayoritariamente por jóvenes promesas gallegas, ha dado paso a un grupo más heterogéneo en el que el talento local (a veces todavía en edad juvenil) convive en minoría con futbolistas de mayor edad y variopinta procedencia, desde Uruguay hasta Albacete y Portugal pasando por Suiza, Brasil o Escocia.

En el derbi vigués disputado el pasado domingo en Barreiro, el entrenador del filial, Onésimo Sánchez, tan solo alineó frente al Coruxo a dos jugadores formados en A Madroa: el lateral zurdo Diego Pampín y el defensa central Carlos Domínguez. Tan baja cifra de canteranos en un once del Celta B contrasta vivamente con los cinco futbolistas de las categorías inferiores que Eduardo Coudet incluyó en el once solo dos días antes en el compromiso liguero contra el Villarreal.

Llama poderosamente la atención el hecho de que cuatro canteranos que ya han debutado con el Celta en Primera División (Sergio Carreira, Iker Losada, Gabri Veiga y Lautaro de León) entrasen contra el Coruxo desde el banquillo (alguno de forma meramente testimonial), a pesar de su buen desempeño con el primer equipo (con gol en el caso de Losada y Carreira).

La escasa participación con el Celta B de prometedores futbolistas que ya han tenido la oportunidad de debutar en la máxima categoría con el primer equipo ha levantado cierta polvareda. No se comprendía que jóvenes talentos que tan buenas sensaciones habían mostrado con el Celta en Primera División tuviesen luego tan escaso protagonismo en el filial o ni siquiera fuesen convocados por Onésimo para jugar en Segunda B. Que chicos tan prometedores como Gabri Veiga o Miguel Rodríguez fuesen carne de banquillo parecía un lujo que un club como el Celta, que hace de la cantera estandarte, no podía permitirse.

Durante años, la norma no escrita era que los canteranos que se entrenaban con el primer equipo eran titulares el fin de semana con el filial. El entrenador del filial ha justificado sin embargo el cambio de tendencia en que él tiene por norma contar con los futbolistas con los que trabaja durante la semana, lo que, sobre el papel, ha excluido de la titularidad a Carreira, Veiga, Rodríguez y Lautaro, ya que José Fontán es, a efectos prácticos, jugador del primer equipo esta temporada.

El entrenador del filial transgredió, sin embargo, este último fin de semana su propia regla al incluir en el once que derrotó al Coruxo a dos jugadores que en las últimas semanas habían estado a las órdenes de Eduardo Coudet: Jordan Holsgrove y Alfonso González, Alfon. Tanto el medio centro escocés como el delantero manchego dispusieron de minutos con el primer equipo tanto en la Liga como en la Copa del Rey y fueron posteriormente titulares con un Celta B cada día más despoblado de canteranos.