Hace una semana el Celta se ahogaba sin remedio en mitad del río. Braceaba angustiado a merced de la corriente, incapaz de vencer la fuerza de los elementos que le arrastraban hacia el fondo. Resignado como estaba a su negra suerte no parecía tener ni ánimo para pelear. Pero entonces se lanzó al agua Iago Aspas tras pasarse tres meses tumbado en la camilla del fisio. Solo ocho días han bastado al genio moañés para sacar del descenso al equipo que peor aspecto tenía de toda la Primera División. Un absoluto prodigio que trasciendo sus condiciones como futbolista. Porque Iago no es solo un magnífico jugador. Es un sentimiento en sí mismo que se extiende a su alrededor, es un líder, un caudillo, una leyenda. Solo hay que ver el efecto que su presencia ha tenido en un puñado de jugadores que parecían superados por la situación. Dos goles suyos sirvieron ayer para remontarle a la Real Sociedad un partido jugado en medio de la épica de una tarde infernal. Agua y viento como en aquellos días en que los futbolistas bastante tenían con llegar enteros al vestuario. Partidos en los que el campo esconde trampas que comprometen cualquier jugada y que se juegan siempre con un punto de locura y descontrol que escapa a la influencia de la pizarra. Son jornadas para el instinto, para los futbolistas alejados de lo académico, para tipos como Aspas.

Arde Balaídos antes del Celta - Real Sociedad de LaLiga

Arde Balaídos antes del Celta - Real Sociedad de LaLiga

A ese escenario sin embargo le costó adaptarse al Celta. Tuvo el partido un comienzo complicado en el que el conjunto de Fran Escribá sufrió para controlar a una Real Sociedad que parecía feliz en ese escenario y que además se encontró con un regalo en forma de penalti que convirtieron en el 0-1. Pero en el segundo tiempo el Celta tuvo soluciones para todos los problemas. Mejoró su posicionamiento en el descanso, empató rápido y tras la expulsión rigurosa de William José se lanzó con decisión a por la Real Sociedad hasta culminar la remontada y sentarse a ver con gusto la clasificación antes de que el calendario traiga la siguiente batalla.

Al Celta le costó sujetar el enorme caudal ofensivo con el que se presentó la Real en Balaídos. A los de Alguacil no les achicó el agua. Durante quince minutos no permitió a los vigueses salir de su área. Llovía más de lo que parecía para los centrales vigueses y sobre todo para Rubén que comenzó a dibujar paradas de todos los colores. Escribá había protegido el medio del campo con Jozabedporque tanto Zaldua como Theo se instalaron con facilidad en el campo vigués. Con el Celta zozobrando y sin asomarse a saludar a Rulli, Melero López se inventó un penalti por un supuesto derribo de Olaza a Oyarzabal que solo existió en la imaginación del colegiado. En la sala del VAR debían tener las luces apagadas también. William José adelantó a la Real y planteó a los vigueses el complejo reto de lograr una nueva remontada en un escenario demasiado peligroso por la acumulación del agua sobre Balaídos. Y sufrían los vigueses para construir jugadas de peligro. Solo Boufal era capaz de estirar algo al equipo que a falta de talento se empleó con fuerza en la pelea. El partido reclamaba coraje y allí brillaron por encima de todos los defensas y especialmente Okay que impuso su fortaleza en un duelo marcado por el físico. Eso permitió al Celta respirar un poco y disfrutar de su mayor ocasión en una mala entrega que dejó a Aspas mano a mano con Rulli. El moañés levantó el balón con astucia, pero se le fue un par de palmos a la izquierda del poste izquierdo. Hubo quien en ese momento pudo pensar que no sería el día del ariete moañés. Grave error con alguien como él.

Escribá matizó el dibujo en el segundo tiempo (un 4-4-2 más marcado) y la Real "celebró" la decisión regalándole a Aspas un nuevo mano a mano con Rulli. El portero se tragó el amago del moañés y lo derribó con estruendo. Tras minutos de espera, con Iago dando saltitos para no perder temperatura mientras arreciaba el agua sobre Balaídos y el meta era atendido, Aspas empató con un disparo algo afortunado que pasó por debajo del cuerpo del portero realista.

Okay

Las buenas noticias empezaron a multiplicarse en el lado céltico. Empeoraba el estado del campo porque el diluvio no se detenía, pero los vigueses eran capaces de encontrar vías para acceder al área rival. Gran parte de la culpa la tenía el hecho de que los vigueses ganasen casi todos los duelos individuales, las pelotas divididas. Se trataba de jugar, pero por encima de todo de pelear. Sobre un terreno así era impensable otra fórmula para crecer. La figura de Okay se agigantó, pero también la de Lobotka. La Real se sintió incómoda y a media hora para el final el árbitro expulsó a William José por una jugada que no era para una decisión tan tajante.

Con uno más, Escribá dio entrada a Boudebouz por Jozabed y el cambio le proporcionó al Celta una carga extra de juego. El marroquí fue una pieza clave en lo que sucedería en ese tramo final. De sus botas nació el segundo gol del Celta que encontró en Mallo un socio ideal. El lateral, más entonado que en sus últimos partidos, puso un centro colosal que Rulli no midió bien y que encontró a Iago Aspas que solo tuvo que cabecear a la red. Enloquecía Balaídos viendo a su líder correr como un poseído hacia la banda para festejar el gol de la remontada.

La Real Sociedad se lanzó a la desesperada y tuvo un par de ocasiones para empatar en disparos lejanos que se encontraron la mejor versión posible de Rubén Blanco, espléndido toda la tarde. Pero el partido ya era del Celta que tenía la pelota, que apretaba a la hora de recuperarla -algo a lo que también le ayudó la entrada de Hjulsager por Boufal en el último tramo- y que aprovechaba los espacios que le concedía la Real para generar más situaciones de peligro. Tuvo Maxi el tercero en un cabezazo, pero no tardó en compensarlo. En otra buena maniobra de Boudebouz el marroquí cedió el balón atrás para que el uruguayo confirmase que es otro de los que ha visto la luz con el regreso de Iago Aspas al equipo que cerró el partido sentándose en el banquillo mientras Balaídos saludaba con verenación a su nuevo dios. El Celta sigue braceando hacia la orilla, pero lo hace abrazado a Iago Aspas. No encontrará en la vida mejor salvavidas.