"La necesidad perentoria de una renta básica en este momento no debería ser una coartada para una especie de subsidio permanente que retirase del horizonte de las personas el poder ejercer un trabajo y desarrollar sus capacidades". (Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española).

Si la solidaridad con los más necesitados, otorgándoles un ingreso mínimo vital, sustituye a esa fe teologal de la caridad que pregonan va camino de cerrarles su chiringuito eclesial. "El mejor modo de hacer bien a los pobres no es darles limosnas, sino el que puedan vivir sin recibirla". Me identifico con este pensamiento de Benjamin Franklin. Es lacerante observar las largas colas en búsqueda de alimentos en los comedores sociales; mendigos a las puertas de iglesias, de los supermercados; la línea continua de parados de larga duración; numerosa población sin la prestación de desempleo y que ya nadie quiere contratar. A estos colectivos predica la Iglesia Católica. La rica Iglesia Católica que fomenta su clientela en la clase de los pobres. Una clase a la que promete mejor vida en un reino imaginario.

Una Iglesia Católica que es el paradigma de una institución subsidiada sine die. Una institución que, hasta ahora, ha faltado a la palabra dada. La que dio en el pacto económico con el Estado, recién estrenada la democracia. "La Iglesia Católica declara su propósito de lograr por sí misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades" (punto 5 del artículo II). "Obras son amores, que no buenas razones" ("La Dorotea", Cervantes). Y las razones son que siguen sin autofinanciarse mamando del Estado, en el que nos encontramos no creyentes que también les pagamos sueldos a clérigos, capellanes de hospitales y cárceles, profesores de Religión, pagar capillas universitarias, restaurar patrimonio eclesial, concertar colegios con el Opus, Salesianos, Jesuitas, hospitales de San Juan de Dios, etc.

Recuerdo que en aquel tiempo, ya lejano, previo al ingreso en la universidad, una materia a estudiar y aprobar era Doctrina social de la Iglesia. En síntesis esta institución religiosa fijaba su mirada en la pobreza, como síntoma, y no en las causas de la existente desigualdad social. Su misión: ponerle tiritas a la pobreza mediante, hoy en día, en acciones de caridad a través de Cáritas, a la que la Iglesia Católica solamente aporta el 2,3% de los 256 millones recaudados de la casilla del IRPF, según los últimos datos conocidos, correspondientes al ejercicio de 2017.

Transcribo sus palabras: "La necesidad perentoria de una renta básica en este momento no debería ser una coartada para una especie de subsidio permanente que retirase del horizonte de las personas el poder ejercer un trabajo y desarrollar sus capacidades". Aplíquense el cuento y gánense el pan con el sudor de su frente, no con la del de enfrente. "Puedes dar un mejor sermón con tu vida que con tus labios" ("El vicario de Wakefield", Oliver Goldsmith).