"Caga el Rey, caga el Papa y en este mundo de mierda de cagar nadie escapa" (Refrán español).

El spot televisivo no ha pasado inadvertido. Y así ha sido porque es novedoso. En estas fiestas navideñas la caja tonta nos bombardea inmisericorde anunciando las bondades de un perfume. Bondades que se resumen en una única propiedad, el que es afrodisíaco. Con él, hombre o mujer liga mogollón. En mi persona, tal aplicación, ha tenido el efecto contrario. No importa el que use marca cara, aroma fuerte o ligero, cuando me acerco a mujer que atrae mi atención, esta huye despavorida. No sé qué me pasa, que escapan de mí todas las mujeres. Bueno, menos la mía, de momento.

He llegado a la conclusión de que tanto anuncio de perfumería, lo que encierra, subliminalmente, es que somos los españoles unos malolientes. Desprendemos aromas perniciosos en las sobaquinas, en los pinreles. E intentamos enmascararlos rociándonos del espray que esté a nuestro alcance. Y si ya lo tenemos agotado, salimos al paso, momentáneamente, restregando el body con unas gotas de aguardiente de hierbas, que te aromatiza, como te alivia el reuma, además de contar con enxebre denominación de origen.

Hasta ahora, nos habíamos olvidado de la noble función de arrojar de nuestro cuerpo aquella porción del alimento no digerido. Porción que al desprenderse exhala un particular olor. Y nos avergonzaba el que el siguiente de turno que acudía al trono depositario supiera qué carajo habría comido el mulo con aquellas rosquillas expelidas por un culo. Pero el novedoso spot televisivo nos ha traído la solución. Rocíe sobre el depósito arrojado unos chorros del espray de la marca anunciada. Y verá cómo un experto, tío de canon friqui, cazadora de cuero, gorra encalada, y que esconde su anonimato tras gafas oscuras, certificará, mediante continuas aspiraciones, de que su deposición huele a gloria incólume. Nadie sabrá quién defecó antes.

Ahora bien, esparcido el perfume, no olvide que tras tirar de la cisterna debe bajar la tapa de la taza. Dicen los científicos que al batirse el depuesto contenido con la presión del agua se escapan al exterior bacterias nocivas, por bien perfumadas que estén. Luego no se queje de lo mal que funciona la sanidad pública, cuando esta le asista por su anti profiláctico despiste.

No se escandalice un censor de prosaicas por el exordio y texto escatológicos. No sea academicista para definir como heces lo que para el vulgo denomina mierda. Soy propenso al uso del refranero popular. Y, como devoto de la fe de Don Quijote, acudo, cuando menester sea, a sus sabias palabras. "Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todas son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas".