Vivimos una época falsaria que ya no podemos definir simplemente como esperpéntica. Creo que ni el propio don Ramón María se atrevería hoy a utilizar el esperpento como clave para ayudarnos a entender lo que sucede. Y es que resulta paradójico, y especialmente ofensivo, comprobar, por ejemplo, que los mismos que propagaron con fuerza e interés la claudicación de la mujer ante el hombre, mostrándola siempre como mero objeto sexual, son los que ahora se erigen como los más fervorosos defensores de la mujer. Me refiero, claro está, al mundo del cine.

Me refiero, claro está, a Hollywood. ¡Son ellos los que van ahora por los rincones doliéndose de los abusos a la mujer!

Como resulta igual de paradójico y ofensivo comprobar que los mismos que trajeron el amor libre, e incitaron al sexo irresponsable y casual, son los que ahora exigen que haya un certificado de consentimiento para que un hombre se pueda acercar a una mujer. ¡Son los mismos! Y si no son ellos, son sus herederos ideológicos.

¿Lo llamamos hipocresía? Y no es menos paradójico y ofensivo comprobar que los mismos políticos que financian la eugenesia y la aniquilación de hijos con síndrome de down y enanos, son los que sufragan después campañas solidarias para con ellos. ¡Y qué tiernos se ponen estos políticos cuando están frente a un joven down! Y qué decir de los que se definen como los primeros amigos de la naturaleza, que son los mismos que no soportan luego ver ni un solo animal suelto en las ciudades, y llenan de trampas las calles y fachadas para eliminar toda vida de allí. Me refiero, claro está, a los fervorosos ecologistas que no soportan ver un cazador tras su presa, pero tampoco una paloma o una gaviota volando libre en sus calles. E igual podríamos decir de otros mil asuntos.

Estamos creando una sociedad de gente confundida, de gente incoherente, que vive con tal despiste que les pasará la vida sin haberla entendido. Estas son las consecuencias de no perseguir la verdad. Son las consecuencias del nihilismo y del relativismo. Son las consecuencias de no preguntarse nada acerca del hombre ni de su creación.