Al ser prehistórico más temido en el imaginario colectivo (si tenemos en cuenta sus recreaciones en la cultura popular), el tiranosaurio rex se le atribuyó, según un estudio reciente del Instituto de Investigación de Dinosaurios de Fukui en Japón, una fama de depredador desmesurada desde que fuera descrito por primera vez en 1905.

Las ficciones lo representan engullendo a sus congéneres sin criterio ni piedad y despiezándolos con unas mandíbulas implacables. Al parecer, si bien puede considerarse un recurso cinematográfico aceptable, carecen de fundamento desde una perspectiva científica.

Un saurio sibarita

La mandíbula del Tiranosaurio Rex Pexels

Al parecer el tiranosaurio rex tenía, ante todo, un paladar exquisito, por lo que se desgasta que engullera compulsivamente a cualquier criatura que se cruzara en su camino.

El animal prehistórico tenía la capacidad de decidir lo que comía y su guía eran las sensaciones táctiles que le inspiraban los alimentos antes de ingerirlos y uno de los imprescindibles de su menú era el pato.

Su mandíbulas podrían compararse a la de los cocodrilos de la era moderna dado que la sensibilidad de estos últimos les ayuda a detectar presas en el agua, pero también les dan un sentido del tacto tan afinado que pueden llevar a sus crías en la boca sin aplastarlas con sus poderosas mandíbulas. El tiranosaurio gozaba, según la investigación, de un sistema nervioso muy agudo en esta parte del cuerpo que le permitía reconocer diferentes partes de su presa y degustarlas de manera diferente dependiendo de sus preferencias.

"Aunque tenía una mandíbula poderosa, este dinosaurio no desgarraba y engullía la comida sino que usaba su hocico de forma selectiva", informó el investigador Soichiro Kawabe a The New York Times.

El Dr. Kawabe y otro científico, Soki Hattori, profesor asistente del instituto, utilizaron la tomografía computarizada o tomografía computarizada para analizar y reconstruir la estructura de su boca y situar el trazado de sus nervios y los vasos sanguíneos a través del fósil de un T. Rex encontrado en la Formación Hell Creek en Montana.

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"Nos hemos obsesionado con la fuerza del T.Rex en vez de con su delicadeza", dijo. "Esto nos da una idea de su delicadeza".

El informe le da "otra dimensión" a una criatura con la que el público en general se ha obsesionado, pero que rara vez se percibe como algo más que un monstruo, dijo el Dr. Tseng, que analizó la mordedura de un tiranosaurio adolescente: "No eran tontos y no mordían a todo lo que se movía", insistió el científico en su entrevista en el diario norteamericano.