Considerado una especie dócil y tranquila, el falaropo de pico grueso (Phalaropus fulicarius), también conocido como falaropo rojo, falaropo gris o pollito de mar rojizo, es un ave limícola propia de las regiones árticas de Norteamérica y Eurasia.
Al tratarse de una especie migratoria, que sigue rutas oceánicas para hibernar en mares tropicales, es también una de esas rarezas que de vez en cuando se dejan ver en el litoral de las Rías Baixas, como sucede con las barnaclas, moritos y tantas otras.
Esta vez el falaropo de pico grueso, que mide unos 21 centímetros de longitud y durante el invierno muestra un plumaje gris en la parte superior y blanco en la inferior –con el color negro dominando el contorno de sus ojos y el pico–, se dejó ver y fotografiar a escasos metros del “Chasula”.
La tripulación a bordo de esta aula flotante de la naturaleza que tiene a Isidro Mariño como capitán, y puerto base en Arousa, tuvo la fortuna de toparse con doce individuos, tal y como explica el conservacionista, fotógrafo de naturaleza y consultor medioambiental Xabier Vázquez Pumariño, a la vez máximo exponente de la plataforma Birding.gal.
Chasula Birds
Tanto él como en Iniciativas Tradicionales Marítimas (Intramar) y su programa divulgativo Chasula Birds abundan en ello para, precisamente, destacar el importante avistamiento de falaropos, acompañados en esta singladura de las no menos importantes y amenazadas pardelas.
Pero hasta ahí las buenas noticias, ya que en el lado contrario de la balanza se encuentra la localización de más alcatraces atlánticos (Morus bassanus) con síntomas de Influenza Aviar de Alta Patogenicidad (IAAP), siendo ésta la tónica repetida en las últimas expediciones a bordo del “Chasula”.
Fueron contabilizados 301 ejemplares de alcatraz, entre ellos algunos con los característicos edemas de la córnea que constituyen la fase anterior a la queratitis que acaba provocando la ceguera de los animales, siendo ésta el indicio de gripe aviar y una condena a muerte segura, ya que si no pueden ver, tampoco pueden desplazarse ni alimentarse.
No está de más recordar que en los últimos meses las autoridades veterinarias notificaron numerosos casos de Influenza Aviar de Alta Patogenicidad que afectaban a alcatraces en las zonas del Atlántico Norte que son su residencia habitual, siendo ese el posible origen de los casos detectados en Galicia durante el movimiento migracional hacia África que realizan los juveniles de esta especie.
La Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos (Cemma) también detectó alcatraces enfermos durante los viajes de su campaña “Embarques participativos”, en este caso frente a la ría de Muros-Noia.
Esta entidad advertía entonces de la presencia de ejemplares con síntomas, aclarando Ana López Beceiro, profesora de Medicina Quirúrgica y Cirugía Veterinaria de la Facultade de Veterinaria de Lugo, dependiente de la Universidade de Santiago, que los “ojos negros” de las aves obedecen a “un edema de la córnea”.
Una buena representación de pardelas
En la última expedición del “Chasula” no solo fue posible descubrir 12 falaropos picogrueso y 310 alcatraces atlánticos, sino también una buena representación de pardelas, desde la amenazada pardela balear (16 individuos) a la cenicienta (3), pasando por la capirotada (6), la sombría (6) y la pichoneta (2).
Además de negrones comunes (93), un págalo grande, siete alcas comunes, una gaviota de Sabine, otra cana, 132 gaviotas sombías y 112 reidoras.
También se censaron ejemplares de gavión atlántico (14), charrán patinegro (22), paíño europeo (3), cormorán grande (120), cormorán moñudo (188) y tres espátulas comunes
Cerca de tierra, en los posaderos de las bateas o en los islotes fueron identificados, igualmente, ostreros euroasiáticos, chorlitos grises, chorlitejos grandes, vuelvepiedras, correlimos, lavanderas, cornejas y una bisbita pratense.
