Ni siquiera la lluvia o el frío pueden deslucir la tradicional procesión que se organiza cada año en el Concello de Catoira con calabazas talladas a modo de calaveras, decoradas con todo tipo de elementos para darles el aspecto más fantasmagórico posible.

Es cierto que cuando se celebra Samaín, como sucedía ayer, las calabazas talladas forman parte del espectáculo en cada rincón de la geografía arousana. Pero también lo es que en Catoira tienen algo especial, ya que sus vecinos se toman muy en serio eso de recorrer la villa con las luces apagadas y prácticamente con la única iluminación que sale del interior de las improvisadas calaveras.

Junto a ellas, disfraces de brujas, fantasmas, muertos vivientes y todo tipo de terroríficos personajes que, acompañados de la banda de música, caminaron como almas en pena por el centro de Catoira.

Recordando mucho a la Santa Compaña, esta actividad se desplegó cuando ya había anochecido, para dar mayor lucimiento a las iluminadas calaveras. En ella participaron tanto niños como adultos. Y no solo vecinos de Catoira, sino también gentes llegadas de otras localidades cercanas.

La procesión, que alcanzó su edición número 19, fue la culminación de una serie de actividades diseñadas por el Concello que ayer tenía al pabellón polideportivo como base de operaciones, ya que fue allí donde empezó y terminó el citado recorrido. Y en ese mismo lugar se organizó un esperado magosto y una degustación de dulces.