El tradicional Combate Naval de Vilagarcía se hizo esperar, ya que tuvo que ser aplazado por culpa de la lluvia, pero este fin de semana cumplió con su público fiel. El espectáculo, en el que se quemaron 3.500 kilos de pólvora, deleitó a los vilagarcianos porque esta edición fue la más potente de los últimos años. El castillo y su fortaleza fueron más grandes, pero también tuvo que hacer frente a tres barcos que atacaron desde el mar, triplicando así la flota invasora.

Los fuegos artificiales fueron la única actividad programada para la noche del sábado, pero a pesar de ello, miles de personas acudieron a Vilagarcía para verlos. En este municipio nadie concibe unas fiestas de San Roque sin su Combate Naval, que lleva 149 años de tradición.

A partir de las diez y media de la noche vecinos y visitantes fueron tomando posesión de los mejores sitios en los arenales de A Concha-Compostela, desde donde se divisa con mayor nitidez el espectáculo de fuegos de artificio tanto aéreos como acuáticos. Los más precavidos llegaron a la playa con sillas plegables y toallas para sentarse en la arena. A medida que pasaban las horas los arenales se iban llenando de espectadores.

A las doce en punto de la noche, una primera bomba de palenque puso en alerta a los vilagarcianos sobre el inicio del espectáculo, dando unos minutos a los últimos rezagados para que pudieran llegar sin dificultades a la zona de la playa.

Las luces del centro se apagaron y los primeros fuegos de artificio fueron haciendo dibujos en el cielo de la mano de los expertos de Pirotecnia Penide. Comenzó así el derroche de fuegos y de luces de colores tanto en las alturas como a ras del mar. Hubo numerosas figuras de lucería celebradas por los espectadores, llamando especialmente la atención las caritas felices y los corazones que se dibujaban en el firmamento.

El espectáculo pirotécnico fue creciendo en intensidad hasta que comenzaron los primeros bombardeos desde los tres barcos que estaban en el mar dispuestos a atacar al castillo. En la fortaleza, ubicada en la zona portuaria, en un extremo del muelle de O Ramal, hubo respuesta inmediata. Bombas que estallan en la oscuridad y dejan una imponente estela de luces, silbido de balas y un intenso combate con pólvora de todos los colores completaron la traca final que se produjo al filo de las doce y media de la noche. Tal fue el derroche de fuegos artificiales del final, que en el ambiente se produjo una gran nube de restos de pólvora.