Resumen 2023 | Ourense

El año que Ourense se ‘desbaltarizó’

Varias multas por exceso de velocidad y el cerco del PP, dieron el finiquito a Manuel Baltar y a 33 años de baltarismo en la provincia

Abrazo de padre e hijo tras recibir Manuel Baltar la Diputación

Abrazo de padre e hijo tras recibir Manuel Baltar la Diputación / Brais Lorenzo

Treinta y tres años –desde 1990 a 2023–, con su cambio de siglo y milenio incluidos, es lo que sobrevivió el baltarismo en la provincia de Ourense, una saga familiar de modelo clientelar y caciquismo “a la gallega”, que empezó el padre, José Luis Baltar, continúo su hijo, Manuel Baltar y a la que, finalmente dieron el finiquito, no tanto los infructuosos intentos del PP de Génova, sino un pie del propio Manuel Baltar, pisando el acelerador a 215 kilómetros por hora –posible delito penal– y el diminuto radar del modelo veloláser que lo detectó.

Esas urgencias viajeras del entonces presidente de la Diputación de Ourense y presidente provincial del PP, un domingo por la tarde, sin agenda oficial conocida, solo y al volante del coche del Pazo provincial, así como la aparición, a posteriori de al menos 9 multas más por excesos de velocidad en ese mismo vehículo oficial, algunas asumidas y pagadas por personas ajenas a la institución, pisaron también el acelerador de su caída.

Pese a pedir “disculpas”, José Manuel Baltar tuvo que dejar primero la presidencia de la Diputación y, a posteriori, y en un plan pactado con el PPdeG, dejó la presidencia provincial del partido. El Senado, fue el premio de consolación, que aceptó a la fuerza.

De este modo Ourense se “desbaltarizaba” –valga la patada al diccionario– en una carrera agónica que había comenzado el PP hacía décadas, contra el baltarismo, granero de votos provincial, pero un verso libre de autocracia provincial, con el que no pudo ni el mismísimo Manuel Fraga. Cada vez que el entonces presidente de la Xunta hacía un amago de limpiar a Baltar padre, este último viajaba a Santiago con un dossier de votos y datos comprometidos bajo el brazo. El de Nogueira tenía su “CIA” en miniatura. La vida y obras de todo enemigo estaban bajo control.

La estructura era perfecta, un engranaje sólido, en el que cada alcalde de Baltar y sus adláteres, eran como tentáculos de un pulpo infinito, que negociaba votos y devolvía favores. A menudo puestos de trabajo. En 2010, y con José Luis Baltar al frente aún de la Diputación, se preparó el relevo y el hijo se presentó al congreso provincial del PP. Mariano Rajoy forzó un candidato alternativo, el entonces alcalde de Verín y envió sus “cascos azules” desde Madrid , para vigilar el proceso congresual que, con la campaña puerta a puerta del padre, ganó Manuel Baltar.

La dicotomía de PP de la boina o del birrete, estaba al alza en 2012, cuando Baltar padre dejó la presidencia de la Diputación. Meses después era inhabilitado por “prevaricación continuada”, por contratación irregular de un centenar de trabajadores. Los puestos de trabajo eran parte del “impuesto” exigido por esa legión de cosechadores de votos de la boina. El hijo tomó las riendas de la Diputación, pero la guerra por eliminarlo, continuó intramuros del PP durante sus 12 años de mandato. La marcha de Núñez Feijóo a Madrid para optar a Moncloa, apuró los tiempos. Había que eliminar del expediente cualquier signo de caciquismo a la gallega. El propio Aznar opinó sobre lo que llamaron “caza mayor”, la de Baltar, quien, antes de dimitir, hizo un amago breve, por fallido, de enfrentarse con una nueva sigla, pero los alcaldes que él amamantó, fueron los primeros en renegar del baltarismo. 

Luis Menor fue la apuesta por la renovación del PPdeG al frente de la Diputación. El objetivo borrar todo signo del pasado, un cambio de juego, aunque tenga que hacerlo con los mismos peones.