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Historietas del filo de la navaja

Hoy más que nunca se debe hablar de variedad en la oferta, de obras comerciales a otras que transitan los márgenes más escurridizos y osados, oscuros

El rey del mambo en este cambio de año y lustro es un buen salvaje de nombre Benjamín Marra. Autsaider, una editorial que de un tiempo a esta parte es una fuente de alegrías (alegrías ponzoñosas y desvergonzadas, añado) es la que nos acerca a la lengua cervantina la obra sexy, guarra y salvaje de Marra. C.A.U. es poesía. De esa de "orujo, orujo, por detrás te la etcétera". Poesía gamberra, sucia, bruta y, sobre todo, muy eficaz. En este delirio en viñetas conocemos al superhéroe definitivo. No tiene traje ni poderes, es como un 007 hasta el culo de anfetas que vela por la seguridad de los Estados Unidos (Dios lo bendiga) a base de reventar cabezas a balazos, beneficiarse sexualmente a todo lo que se mueve (de ambos sexos) y circundar un mundo postizo donde los cuerpos son rígidos y los diálogos más importados que en los relatos de la "Aguiluchos". Mugre, acción y todo tipo de goce para los bajos instintos.

Michael DeForge practica una diletancia más refinada pero quizá más perturbadora aún. Si Marra dispara a bocajarro, a la sociedad bien pensante y mediante un artefacto "trash", "Lose" (libro editado por La Mansión En Llamas) es una recopilación de historias dispersas que garabatean un mapa inconexo, el de una mente turbadora no exenta de humor. En sus relatos DeForge retrata tipos patéticos, adolescentes en constante sufrimiento, y un mundo animal, mineral y sensorial alucinatorio entre Lewis Carroll y Joel-Peter Witkin. La broma de Marra es clara, directa a los huevos, digamos sin rodeos. La de DeForge es como un niño llorando y que nos mira con un intento de sonrisa, sin querer dejarse ayudar. Nos desconcierta. El cénit del libro puede ser "Viviendo al aire libre", porque conjuga y perfecciona todos sus signos, pero la historia que más me ha gustado, por vitriólica, ha sido "Realeza Canadiense", una descripción muy "la nueva carne" de una imposible casta monárquica canadiense que es el motivo, además, de la preciosa portada del libro.

Joe Matt no tiene nada escondido ni enigmático, no nos interrogamos ante su obra porque es lo más parecido a un exhibicionista público en el mundo del cómic. Matt es ya un clásico, que comenzó a destacar a principios de los noventa con tebeos desvergonzadamente confesionales. Por eso "Peepshow" (Fulgencio Pimentel) se subtitula acertadamente "El diario de tebeos de Joe Matt". Menudo caradura Joe, menudo magnetismo, qué fácilmente nos engancha, el muy miserable. Como el viejo Robert Crumb, Matt practica la confesión sin sordina, y se nos presenta tal y como él mismo se reconoce: un patético pornógrafo tacaño, inseguro misántropo insensible. Pajillero, cobarde y ególatra al tiempo. Un pieza, vamos. También lo vemos inevitablemente ingenioso, porque cada página de este diario es una muestra de categoría narrativa, visual y compositiva. Pese a no esconder sus influencias (¿esconder algo Joe Matt? Si hasta las reconoce expresamente en las propias páginas) "Peepshow" desarma por su absoluta sinceridad, su alegría al mostrarnos al autor. Y al mentirnos. Porque este retrato es un filtro como todo autorretrato. Porque en fin, Joe Matt decide no posar a caballo, con galones en la pechera venciendo al enemigo, sino sentado en el retrete con el papel en la mano y los pantalones bajos. Y en esta confesión de miseria universal gana la partida, al ganar al lector. Maestro.

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