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La cara B del desarraigo

Gema Nieto debuta como novelista con una obra que reivindica la dignidad trágica en las novelas de duelo

La pertenencia | GEMA NIETO | Caballo de Troya, 240 páginas

El duelo muerde pronto en La pertenencia. Ya en el primer párrafo. Sin contemplaciones. El lector no puede llamarse a engaño: habrá dolor en las páginas venideras y no habrá paños calientes para exponerlo. No se trata de hurgar en la herida pero tampoco de esconderla. Hay pérdidas que son una hemorragia constante. La protagonista pierde a su madre con solo trece años. Nada volverá a ser igual. La mirada de la inocencia cede el paso a la perplejidad, a la impotencia, a la insoportable gravedad de ser víctima de la vida demasiado pronto y quizá para siempre.

Gema Nieto (Madrid, 1981) da luz a su primera novela desde las sombras. La pertenencia es una obra de iniciación y de búsqueda, además de un homenaje a la propia literatura, siempre "auxilio o agravante". Su argumento "puede resumirse en pocas palabras, no es una novela donde tengan lugar sucesos trepidantes, pero lo importante en ella no es la trama, el "de qué va", que puede ser algo anecdótico o mil veces contado, sino cómo está relatada. Creo que el estilo, la forma, debe estar siempre por encima del contenido. La misma historia puede ser vulgar o deslumbrante según cómo se cuente. Este cuidado de la forma puede haberme llevado a cierto lirismo que quizás echa para atrás o no gusta a los lectores que prefieren una mayor sobriedad, sobre todo dentro de las novelas llamadas "de duelo", últimamente muy en boga. Con ellas comparto ese tono intimista y más o menos autobiográfico pero me distancio en el tratamiento del tema, que me resulta demasiado grande como para tratarlo con la ligereza, el optimismo y la alegría de vivir con la que determinadas autoras se han acercado a él. Se ha alabado de ellas la contención como algo bueno o recomendable cuando a mí nunca me ha parecido una virtud sino todo lo contrario".

Hay determinados temas que para Nieto "exigen un tono muy concreto, que no se busca sino que es el que exige la narración por sí sola, y por eso mi intención ha sido recuperar y reivindicar la dignidad trágica en las novelas de duelo. Lo demás son artificios comerciales, ya que soy consciente de que la muerte no gusta y el tema del dolor no vende si no es disfrazado de una felicidad edulcorada o de un falso "buenrollismo". Pero si tratamos de ocultar el dolor y la tragedia detrás de una apariencia más agradable, ¿cómo podemos aprender de algo que está disfrazado?"

En cuanto al título, "siempre quise que estuviese en estrecha relación con el argumento, pero intentaba evitar palabras que reflejaran la vertiente más oscura o dramática. He querido relatar la historia de una vida, pero también, y quizá más importante, de cómo llegar a ese estado de pertenencia que todos buscamos y necesitamos. La pertenencia es, semánticamente, la cara B del desarraigo o de la falta de identidad y referentes, por eso quería que el título, además de vincularse con el argumento, se opusiera a él. Pertenecer es primero reconocerse, saber quién eres y de dónde vienes para por fin llegar a alguna parte, lo cual se relaciona con uno de los temas que más me obsesionan: el de la memoria, cómo el yo se construye a partir de ella y cómo el pasado determina nuestro presente. Los recuerdos, lo que vivimos y lo que decidimos olvidar conforma quiénes somos". Y lo que escribiremos.

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