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Picasso-Lautrec, frente a frente

Una exposición reúne por primera vez cuadros de ambos artistas agrupados por los temas en los que ambos se inspiraron

"A Balignolles" (1888) Toulouse Lautrec

Cuando se habla de las influencias en la pintura de Pablo Picasso críticos e historiadores del arte citan siempre la obra de Henri de Toulouse-Lautrec como una de las más destacadas. Esto puede apreciarse con claridad en la exposición que sobre la obra de los dos genios puede verse estos días en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza. Pese a todas las evidencias, es la primera vez en la historia que una exposición muestra la obra enfrentada de ambos artistas.

Picasso llegó a París en el otoño de 1900 cuando en esa misma ciudad agonizaba Toulouse-Lautrec, uno de los artistas más importantes de los últimos años del siglo XIX, que moría a los 36 años, pocos meses después de la llegada de Picasso a la ciudad que acogió a ambos durante los mejores años de sus respectivas carreras. Por eso nunca tuvieron la oportunidad de conocerse a pesar de residir ambos en el mismo barrio de Montmartre. El malagueño nunca negó su admiración por Toulouse-Lautrec sino que siempre mantuvo el retrato de éste, de pie con bastón, que le hiciera Paul Sescau en 1894. En las fotos de Picasso tomadas en 1960 por Edward Quinn en el taller de su casa La Californie, en la bahía de Cannes, esta imagen de Toulouse-Lautrec está ahí como un testigo permanente de aquella influencia, junto a un tapiz de "Las señoritas de Avignon" que Picasso colgó en su estudio (tanto las fotografías de Toulouse-Lautrec y Picasso como el tapiz pueden verse en esta exposición). La aportación principal de Toulouse-Lautrec al universo picassiano fue la entrada de la calle y de la cultura popular en la obra del artista español.

El París al que llegó Picasso y en el que vivió sus últimos años Toulouse-Lautrec era la capital emergente del mundo del arte y la cultura. La vida nocturna de sus barrios bajos, a la que ambos artistas dedicaron una parte importante de sus correrías, congregaba una bulliciosa algarabía de cafés, cabarets, burdeles, teatros y tabernas que acogían ambientes en los que la bohemia se mezclaba con los protagonistas de un mundo marginal en el que se refugiaban literatos fracasados, artistas de circo y de espectáculos de feria y una mezcolanza de prostitutas, delincuentes y carteristas que esperaban hacer fortuna en el río revuelto de aquel ambiente tumultuoso.

Recorrido temático

La exposición que se muestra estos días en el Thyssen incide sobre esa intersección entre Picasso y Toulouse-Lautrec desde el mismo ordenamiento temático de las salas que acogen sus cuadros, que los agrupa en temas a los que ambos dedicaron parte de su obra: la bohemia, los bajos fondos, los vagabundos, las mujeres y el erotismo. Pero no sólo eso, ya que también explora la huella de Toulouse-Lautrec en Picasso hasta los años finales de su vida y la influencia en ambos de la tradición a través de El Greco, Gauguin, Ingres y Degas.

En la sala dedicada a Bohemios se exponen imágenes caricaturescas en las que se refleja la sicología de los personajes retratados, incluso en autorretratos como el de Toulouse-Lautrec en el reverso del cartel "Jane Avril en el Divan Japonais" (1893) o el de Picasso en "Autorretrato con chistera" (1901). Los personajes recogidos en este apartado pertenecen a ese ambiente nocturno que ambos artistas conocían: "Jane Avril" (1891-2) de Lautrec y "Gustave Coquiot", "Mujer con sombrero de plumas", "Mujer con capa", "Busto de mujer sonriente"€ de Picasso.

En el apartado Bajos Fondos Toulouse-Lautrec incorpora mujeres y hombres del mundo marginal, cantantes de los espectáculos nocturnos como Aristide Bruant, dueño del cabaret Le Mirlitón, e Yvette Guilbert; estrellas de cabaret como Jane Avril y personajes heridos por la soledad y el abatimiento ("Mujer en un café", "El patrón y la cajera anémica"). En "Moulin Rouge" (que era el nombre de un cabaret en el que Lautrec pasaba muchas de sus jornadas) Picasso refleja también los excesos de la noche parisiense en escenas de sexo y prostitución ("La espera" y "Los clientes"). Es aquí también donde los artistas del circo pintados por ambos tienen un lugar de honor en la pléyade de saltimbanquis, acróbatas, jinetes, clowns y arlequines que muestran tanto el lado lúdico del espectáculo ("Amazona de doma clásica", "Entrada en la pista") como su trastienda ("La comida frugal", "La Mallorquina", "Arlequín sentado").

Mujer y erotismo

Las mujeres jugaron un importante papel en la vida de ambos artistas. Toulouse-Lautrec refugió sus malformaciones físicas y sus fracasos amorosos en el alcohol y en los burdeles que acogieron su figura decadente. Por eso su mirada hacia las prostitutas era una mirada empática y condescendiente. Las retrató mientras se vestían y se peinaban, cuando jugaban a las cartas o sin hacer nada durante las largas esperas de clientes. La de Picasso era una mirada a veces compasiva hacia mujeres enfermas de sífilis ("Mujer con flequillo") y otras entre erótica y pornográfica.

Enlazando con el anterior, en el apartado dedicado al erotismo Toulouse-Lautrec rompe con los cánones clásicos del desnudo en "La Grosse María, Venus de Montmartre", un retrato de la acróbata cirsense Marie-Clémentine que se convertiría en la pintora autodidacta Suzanne Valadon. Con influencias de Degas pinta "Desnudo de pelirroja agachada" y "La cama". Mientras, Picasso desarrolla sus pulsiones sexuales en un erotismo carnal y a veces violento en "Mujer tumbada", "Pipo", "Mujer desnuda recostada", "Venus y Cupido" o "Pareja abrazada", este último un pequeño gran cuadro en la sala que despide la exposición, en el que el rostro de la mujer transmite el patético mensaje simbólico de las relaciones sexuales en ausencia de amor.

TÍTULO. "Picasso/Lautrec". LUGAR. Museo Nacional Thyssen Bornemisza FECHAS. Hasta el 21 de enero de 2018

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