Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Memorias

Salud Alonso: "Nunca vi que mataran allí a nadie, pero sí morían por debilidad o enfermedad"

Hija y nieta de celadores en la isla, su residencia allí durante la guerra civil, en que fue cárcel, la convirtió en testigo de excepción de la tragedia

Con sus seis hijos, de los cuales falleció uno. // Archivo familiar

>> Trabajó tan duro de pequeña para ayudar a su padre que las manos se le encallecieron de tanto remar, porque eran nueve hermanos y todos debían ayudar para el sustento familiar. Trabajó duro de mayor para criar a sus seis hijos con su marido, fuera en la fábrica o en el marisqueo. Sin embargo no deja por ello de ser la suya una vida normal, de las que nacieron en su tiempo. Lo que en su caso la hace singular es haber sido testigo directo de un tiempo y un lugar que luego se miraría minuciosamente con la lupa de la historia. Ese es el caso de Salud Alonso, redondelana de 1928, hija y nieta de celadores de la isla de San Simón antes -cuando fue lazareto- y durante y después de la guerra, cuando fue prisión y lugar de descanso de niños de colonias o de la misma Guardia de Franco. Allí vivió ella todos esos años. Una mujer de familia humilde a la que pronto sacaron de la escuela junto a otros hermanos mayores y mandaron a la isla para colaborar en el sustento familiar. Y allí vio muchas cosas aunque con mirada infantil y adolescente. Así lo cuenta.

> > "Nací en agosto de 1928 en Redondela, en familia de 9 hermanos con los que bregó mucho mi madre, Salud Martínez. Era el mismo año en que José Regojo comenzó allí lo que luego sería un imperio textil. Mi padre, Genaro Alonso Bouzón, era celador sanitario en la isla de San Simón como mi abuelo, que también era botero, cuando ésta pertenecía a Sanidad Exterior de Vigo, porque después pasó a la Diputación y ahora a la Xunta. Mi tío Darío Alonso fue cartero de la misma. Yo de pequeña iba al colegio público de Redondela pero aún éramos niñas mi hermana Maruja y yo cuando lo dejamos y empezamos a trabajar con mi padre, que complementaba su sueldo de 5 pesetas diarias con la pesca, porque no llegaba para mantener a once bocas. Otros hermanos, como Carlos "Fosca" o los gemelos, lo experimentaron también. Vivíamos en la isla mi padre y los mayores, y aparte de ayudarle en otras tareas pescábamos con él en su barco, el "Ricardo". Recuerdo a mi madre asando en proa sardinas que pescábamos -¡qué ricas estaban a la marinera!- cuando ella lo acompañaba porque en realidad mi madre vivía en Redondela con los pequeños. El caso es que íbamos al "xeito", "ao boliche", "á rapeta", "ao bou"€ ¡Dios mío cuánto "bogei"! Un día tuve un reflejo al corazón y el doctor Darío Álvarez Blázquez de Vigo me preguntó si hacía algún deporte. Yo le dije: "No señor, solo remo". ¿Le parece poco deporte? me respondió riendo. Después de la faena pesquera caminábamos desde la punta de la playa de Cesantes con una cesta de pescado, descalzas porque las zapatillas eran de cuerda y se gastaban en la arena. Fue una infancia dura dulcificada por la bondad de mis padres y porque nosotros tampoco teníamos otra conciencia de la vida que la de trabajar para comer desde niños. No esperábamos otra cosa".

> > Mi abuelo ya trabajaba allí como celador cuando la isla era lazareto y hacían cuarentena los barcos de América antes de entrar en Vigo. Arreglaba jardines, hacía de botero a Cesantes€ En su tiempo, mucho antes de la guerra, también llevaban allí a los huérfanos o pobres de la Casa de Caridad de Vigo, mes y medio las niñas y otro tanto los niños. También venían allí las de colonias de Madrid, entre ellas recuerdo a la que luego sería Marifé de Triana. En la isla había lo que se llamaba Casa de Primera, en la que vivíamos nosotros, los currantes civiles y militares al mando, que tenía 87 escaleras de mármol; la Casa de Segunda, al lado de la capilla, y frente al puente de Rande, y la de Tercera. En estas dos estaban los presos, además de ocupar el sótano del hospital.

>> "Cuando estalló la Guerra Civil, en 1936, tenía 8 años y estaba en el colegio en Redondela. Recuerdo de esa etapa lo mal que lo pasábamos. Mi madre atravesaba a pie los montes para traer de Portugal pan y patatas. Éramos once en casa pero también comía muchas veces con nosotros de niño el vecino Ángel Barros, que sería un gran restaurador, y cuya madre no siempre estaba en casa porque caminaba cada día a Vigo para comprar el pescado y venderlo de vuelta, en busca del sustento familiar. En esos días anteriores a la guerra se veían por aquí a los de la camisa azul tanto como los que hacían manifestaciones y levantaban el puño, pero mis padres siempre se mantuvieron al margen, no se significaron ni entre los perdedores ni entre los vencedores con una escrupulosa neutralidad que nos inculcaron a nosotros, los hijos. Más tarde cada casa tenía que acoger a un soldado por orden superior y nosotros tuvimos a uno de la guarnición aquí destacada, Mariano Labande Sanmartín, pamplonica, que se empeñó en venir con nosotros aún sabiendo que no quedaba más cama que el suelo. Era de Intendencia y nos ayudaba con cosas básicas como aceite."

>> "A partir de 1936 llegaban a la isla barcos con presos, y no voy a negar que al principio me daban miedo, pero sin razón porque luego comprobé que eran gente que les había tocado un lado de la guerra, el perdedor. Imágenes que tengo grabadas son la de muchos que ya llegaban desnutridos, mayores e incluso ancianos que se protegían del frío con mantas, o la de presos que plantaban tabaco, o la de los que trabajaban en obras para conseguir redención de pena, como en un pasadizo del lado de la playa, fosas sépticas€ Con nosotros se comportaban correctamente, no recuerdo ninguna inconveniencia cuando me cruzaba de adolescente con ellos. Como eran tantos, no había sitio y uno de los lugares habilitados para dormir era en el sótano del hospital, tan bajo de techo que había que andar con la cabeza inclinada. Se dice que en la isla los mataban, incluso que fusilaban ante la tapia del cementerio, pero no es cierto, o al menos yo nunca lo vi viviendo allí, ni nunca oí descargas de fusilería. Eso sí, veía que bajaban diez o quince, los metían en la lancha... y después me enteraba por las lecheras que los mataban en las cunetas, pero eso no lo supe más que de palabra. Recuerdo también que un día se escaparon dos de la isla a nado pero había mucho temporal y uno se ahogó. Contó el superviviente que su compañero le dijo "sigue tú, que yo no puedo", y él consiguió llegar hasta Cesantes, donde pidió ayuda en una casa y que, por miedo, alguien lo delató y creo que después lo fusilaron o lo llevaron a otro lado".

>> Le digo a Salud que, según algunas crónicas, la isla fue entre 1936 y 1943 campo de concentración y en algunos momentos de exterminio. "De concentración sí -responde-, porque estaban concentrados contra su voluntad y en poco espacio, por tanto en duras condiciones de habitabilidad y sanitarias. Yo nunca me atrevía a ir a verlos donde dormían y no porque les tuviera miedo cuando ya me acostumbré a ellos, que eran buena gente, muchos honrados padres de familia, simplemente presos por perder una guerra entre hermanos en la que te alistaban en un bando u otro, sino porque lo tenía prohibido tajantemente por mi padre. Eso sí, no entiendo por qué alguno los ha comparado con los alemanes tachándolo de campo de exterminio; al menos lo niego con la certidumbre que da la infancia, salvo que se refieran a los que sacaban en barca con destino desconocido o a los que murieron allí por las duras condiciones y su debilidad o avanzada edad, que luego llevaban a enterrar a la península. Morían muchos por eso, pobriños, la isla era muy fría y de mucho norte en invierno y la alimentación muy justa. Eso sí, había presos de toda España y, como no daban información, se creaban rumores . Yo oí decir, salido de boca de familiares de presos que iban a la isla a visitarles, que las arcadas del puente que une San Simón con San Antonio se utilizaban para inmovilizar presos allí y dejar que se ahogaran al subir las mareas. Mentira. Yo tenía que haberlo visto, a no ser que me digan que no me enteraba de nada, cosa difícil a esa edad en que estás atenta a todo. En lo que sí estoy de acuerdo es en que no debe perderse la memoria, para que no vuelva a ocurrir".

>> "Yo estuve en la isla hasta que me casé a los 25 años, pero ya había dejado de funcionar como cárcel desde 1943. Los fueron llevando poco a poco a otros destinos, fuera la libertad u otras cárceles. Nos quedamos solo nosotros. Luego fue utilizada como colonia de Educación y Descanso a la que iban los veranos los de la Guardia de Franco, a algunos de los cuales yo lavaba la ropa por dinero. En 1950 yo me salvé por los pelos porque en agosto medio centenar de pasajeros de esta guardia volvían a tierra cuando la embarcación se hundió y perecieron 43, que no sabían nadar. Yo tenía que ir ese día en esa lancha, "A Monchiña", porque había quedado con mi novio en Cesantes pero mi hermano Carlos "Fosca" me pidió sustituirme para ver a la suya y que lo dejara yo para el sábado. Si voy, me ahogo porque no sabía nadar. Fue trágico, mi hermano llevaba un jersey que apareció roto por los tirones que le daban quienes se aferraron a él para sobrevivir porque sabía nadar. Hay unas peñas en la isla que llaman "o Cobreiro" a cuyo fondo fueron a parar ocho o nueve que encontraron agarrados. Había un jefe de la Guardia de Franco que era más malo que Caín, Juan de Dios, que hizo bajar a gente, no sé si buzos, en su búsqueda. Uno de ellos vio este espectáculo el primero y se quedó tan impresionado que le pidió que no le obligara a volver al fondo, pero allí le mandó otra vez a recogerlos. No me diga por qué, pero murió a los 3 o 4 días, no sé si del corazón".

>> "Mi vida hasta los 25 años fue la de una isleña, eso sí, con la península a un tiro de piedra. Trabajábamos mi hermana y yo como si fuéramos hombres, pescando o en la isla. Nuestra diversión podía ser sentarse bajo un árbol a hablar o escapar una vez a la semana a Redondela y pasear. Recuerdo que decíamos: "¿Por qué no tendremos al menos una radio?" Si la tuviéramos nos sentiríamos incluso más ricos que Luciano de Cosillas, que era un señor de Cesantes que tenía un baile y dinero. Me casé con un redondelano, aunque hijo de un alemán repatriado que trabajaba como soplador de vidrio en una fábrica de Rande. Entonces vine a vivir a Redondela, donde en una metalúrgica, la IME, trabajaba mi marido, como trabajé yo cuatro años. Como las condiciones de trabajo entre metales, plomo, humos€ afectaban a su salud, se embarcó en el "Manuel de Falla", un pesquero que faenaba en Sudáfrica. Crié a seis hijos pero iba también a mariscar a Cesantes o a la Portela, para sacar unas pesetillas que nos sirvieran para estrenar unos zapatos o ropa con la venta de almejas, berberechos, navajas€ Una dura tarea, siempre agachadas. Mi marido era un manitas, capaz de construir desde una radio a un televisor, tan manitas que una vez por poco muere electrocutado por intentar devolver la luz a un área pública. Se jubiló con anticipación pero no pudo disfrutar de la única etapa de su vida en que ya no trabajaba como un esclavo porque murió a los dos años. No le olvido".

"Fosca", crónica de un trágico naufragio

  • Del hermano de Salud, el fotógrafo redondelano Carlos "Fosca", que vivía también en la isla, conseguimos un relato inédito de su puño y letra describiendo aquel naufragio que ocupó portadas de los periódicos en 1950, en el que hubo 43 muertos de la Guardia de Franco que veraneaban tras la guerra en la isla y que se trasladaban a tierra. "El 22 de agosto de 1950, a mis 18 años, estaba yo en la isla con mi padre. Aquel día venía a Redondela y estábamos en la lancha "Monchita" de Adolfo de Domaio. Estábamos solo 13 personas a bordo y cuando el patrón decía que si no venían más soltaba el cabo, se oyó un grito de lo alto: ¡Eeeeh, esperad! Y entraron unas 53 personas poniendo la lancha a rebosar. Éramos 66 y el patrón dijo que bajaran al menos 20 personas pero un jefe que estaba en el muelle dijo que arrancara de una vez a pesar de las protestas del patrón. Quien manda, manda. Salimos del muelle sobre las 5.10 de la tarde, el viento noroeste daba en el costado derecho de la lancha cuando al pasar ante las rocas del "Cobreiro", donde ahora está la cruz en recuerdo del naufragio, una ola dio en el costado salpicando a los que estaban de pie que, al echarse al otro lado del barco, lo hicieron ir a pique,Imaginen 66 personas dándose patatas, ( yo recibí una en el ojo izquierdo, por el que ya no veía desde los 9 años), agarrándose desesperadamente unos a otros€ Bajo el agua se me acababa el aire, conseguí subir y respirar pero me agarraron otra vez algunos de los que no sabían nadar, volviendo otra vez al fondo. Otra vez conseguí desembarazarme de quienes me agarraban y subir, y al ver ya cadáveres flotando boca abajo me di cuenta de la carnicería. Desabrochándome la chaqueta y sacando el pantalón, conseguí más agilidad para nadar y, buceando, alejarme del grupo, dejándome arrastrar por las olas a la playa al tiempo que veía a los que estaban ahogándose. Poco antes de llegar a la playa me recogieron en una lancha tres chicos en bañador que me dejaron un pantalón y una camisa. Salté a tierra y ayudé a los que iban llegando a tierra y, al verle un reloj a un cadáver de los que llegaban, vi que marcaba las 5,20 de la tarde, hora en que le entró agua y se paró la maquinaria. Esa era pues la hora fatídica del accidente. Cuando sacaron todos los ahogados del fondo, al atardecer, hubo desde la playa de Cesantes una marcha fúnebre hasta el pueblo con las cajas al hombro, alumbrándose con antorchas. Al llegar al centro de Redondela había una gran muchedumbre porque se había corrido la voz de la tragedia. Depositaron los féretros en la casa de los enanitos, hoy Juzgado, y desde allí se fueron mandando a sus pueblos de origen. Hubo 43 muertos y se salvaron 23, entre los cuales me encuentro".

Compartir el artículo

stats